[1/2]
Capítulo veintiséis.
[Razljubit (ruso): Sentimiento que conservas por la persona que alguna vez amaste].
• L E N A Y •
Lenay entró a su casa con un andar suave, y la mente nublada en sensaciones.
El actuar de Niclas se adhirió en lo profundo de sus pensamientos, y fue sujetado alrededor de su corazón junto con todas las preciosas memorias que hacían sentir su alma una explosión de estrellas. Ella jamás se interesó en ser la persona favorita de alguien, pero por alguna extraña razón que no sabía cómo interpretar, deseó con todas sus fuerzas no dejar de despertar ese significado en él.
—Por fin llegaste —la recibió su padre.
A Lenay se le iluminó la mirada.
Durante las últimas horas, la personalidad de su padre adoptó un aire acogedor que le recordó a sus días libres de trabajo, cuando su abuelo paterno todavía no le concedía el poder completo del bufete familiar, y tomaba dos días de descanso. Aquellos días él se esforzaba en pasar tiempo de calidad con su hermana y ella.
Fue el primer recuerdo que Lenay atesoró en su vida, hasta que conoció el otro lado de su padre, y descubrió que una de las razones por las cuales le gustaba alardear sobre tener dos hijas de papá fue por los comentarios que le decía a su mamá. Lenay no lo entendía en ese entonces, pero cada vez que él se jactaba de la preferencia de ellas hacía él, era una forma de decirle que sus hijas lo elegirían siempre, que se atreviera a hacer algo en su contra para ver como las perdía también a ellas.
El señor Howard le sonrió e indicó con un gesto de mano que lo siguiera. Ella lo hizo sin pensarlo. La fantasiosa idea de que permaneciera así la motivaba a orbitar a su alrededor, y esforzarse más para no disgustarlo. Él la condujo hasta su estudio y, para su asombro, lo único que hizo fue extenderle el teléfono alámbrico después de asegurarse de que la otra persona continuara en la línea.
—¿Hola? —comenzó Lenay, nerviosa.
Hubo un quejido lleno de exasperación al otro lado de la línea, segundos después una voz reconocible que llevaba meses deseando escuchar.
—Quiero dejar en claro que no te estoy hablando porque yo quiera, así que no te ilusiones —le advirtió Arlyth con un tono de voz serio.
Lenay se ilusionó de cualquier forma.
—Me lo imaginaba —masculló para ocultar su entusiasmo.
—No quiero hablar contigo.
—Lo sé.
—Y supongo que, por el irritante chillido en tu voz, estás bien y papá está siendo un exagerado como de costumbre.
Los ojos de Lenay chispearon de alegría.
—Estoy mejor, Arly. Gracias por preguntar.
Arlyth soltó otro quejido. La línea se mantuvo en silencio durante varios minutos, pero su respiración fue perdiendo hostilidad.
—¿Y tú? ¿Estás bien?
Arlyth suspiró.
—No vayamos por ese camino que no quiero colgar la llamada, L.
—Entonces si quieres hablar conmigo —Lenay cuidó que su tono de voz juguetón no se percibiera mordaz.
Arlyth chasqueó la lengua con desdén, pero Lenay ignoró su animosidad. Lo único que deseaba era deshacerse de la tensión, y tener a su hermana menor de vuelta. Que sus últimas palabras sobre odiarla fuesen mentira.
ESTÁS LEYENDO
Residuos de Amor.
Jugendliteratur«Mi amor por ti se quedó atrapado en el tiempo, entre las estrellas fugaces que nunca te pude dedicar, en los museos en los que no tomé tu mano, y en los sueños que no se hicieron realidad».