RDA┋25

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Capítulo veinticinco.

[Anam Cara (celta): alma gemela, amigo del alma; un vínculo específico y especial entre dos personas].

• N I C L A S •

—¡Niclas! —gritó Cole.

Niclas, que llevaba más tiempo despierto que él, cerró los ojos.

—¡¿Dónde estás?! —lo llamó de nuevo, a la vez que se alejaba de las cobijas. Se inclinó en el borde de la cama, con una almohada sosteniendo su pecho, y bajó su mano hasta que rozó la nariz de su hermano mayor—. ¿Por qué estás en el suelo?

Niclas abrió los ojos solo para entrecerrarlos hacia él.

La razón por la que se encontraba ahí era debido a las inagotables patadas que Cole impactó en sus costillas apenas se quedó dormido. En la última de ellas, Niclas perdió el equilibrio y cayó al suelo. Aunque no se molestó en levantarse porque era más fácil despertarlo, que volverlo a dormir. Sabía que, si salía de la habitación, su hermano menor haría de nuevo un alboroto por un monstruo inexistente.

—¡Ya sé! ¿Es porque no quise compartirte de mi cobija especial?

—No. —Niclas arrugó la nariz. Desconocía la fecha en la que fue lavada por última vez—. Estoy aquí porque me puse a hablar con tu monstruo. Creo que hemos llegado a un acuerdo para que te deje en paz.

—Mentiroso. Los monstruos no existen.

Niclas enarcó una ceja.

—Entonces ¿para qué querías que durmiera contigo anoche?

—Ya sabes... Por si las dudas... Que tal que si me equivocaba... —musitó Cole—. Mmm. ¿Hoy también vas a dormir conmigo ¿verdad?

—¿Por si las dudas? —repitió Niclas, divertido.

—Ajá.

Niclas le sonrió a modo de respuesta.

—Y también irás con nosotros por helado ¿verdad? —agregó Cole, refiriéndose a su padre y a él.

El día anterior, de manera inesperada, su padre le habló a Niclas para decirle que llevaría a su hermano al parque, ya que su mamá no le contestó. También lo invitó a él, pero prefirió negarse. No tenía ganas de verlo porque sabía que, si lo hacía, le cuestionaría de nuevo su ridícula insistencia por retrasar el trámite de divorcio, y la cena de nuevo año fue un caos por lo mismo.

—No, no iré.

—¿Por qué no? ¡A ti te encanta el helado!

—Estaré ocupado, enano. Pero puedes traerme uno de nuez o de lo que prefieras. Lo comeremos juntos en la noche —le hizo saber Niclas mientras se ponía de pie—. Ahora, vístete. Tienes que ir a la escuela, y yo también.

Cole bufó.

—¿Y si mejor nos quedamos a ver películas?

Niclas apartó la mirada para ocultar su propio deseo.

Era viernes, y sus ganas por asistir a Sheridan eran nulas. El solo hecho de pensar que tendría que ver a Lenay, para después fingir que no se ahogaba de palabras, se asemejaba a una tortura que ya había experimentado antes.

Niclas sabía que lo más probable era que ya no significase nada para Lenay. Era la segunda vez que la alejaba, y entendía que nadie cuerdo se preocuparía por alguien que era más ausencia que presencia. Aun así, le generó un nudo en el corazón que, al querer mirarla, ella desviara su vista. Parpadeó suplicante cuando sucedió, pero para evitar incomodarla desvió la vista hacia su alrededor hasta que su ausencia volvió a sacudirlo

Residuos de Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora