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Capítulo cinco.

[Lítost: Estado de agonía y tormento creado por la visión repentina de la propia miseria.]

• L E N A Y •

Existían un sin fin de cosas en las que Lenay no podía parar de pensar, y cada una de ellas se entrelazaba con Niclas Keller, sin importar cual había sido su punto de inicio, su mente lo evocaba una y otra vez.

No importaba que él se hubiera negado a recibir su ayuda. Ella sabía que bastaría con otra interacción para que la bondad de su corazón la impulsara a intentar convencerlo, y estar en el mismo instituto, aumentaba en gran medida la posibilidad de que eso ocurriera.

Era inevitable encontrarse por los pasillos.

Durante el almuerzo, Lenay se dirigió a su casillero. Tenía varios libros pendientes que regresar a la biblioteca, y estaba preocupada por la posibilidad de que la encargada se enojara al revisar las fechas de devolución, ya que el año pasado se olvidó de hacerlo en incontables ocasiones. No se le dijo nada, pero estaba consciente de que fue un milagro que le renovaran la tarjeta de acceso en el nuevo ciclo escolar.

Lenay examinó con cuidado los títulos sobre la física y el universo, pero su lectura fue interrumpida por una sombra inestable que, en un principio, atribuyó a la falta de luz.

Ella alzó la mirada, y sus ojos se encontraron con Niclas.

Él se veía diferente a la noche anterior, y no de una buena manera.

—¿Estás bien? —preguntó Lenay. Él no hablaba, y el silencio le resultaba incómodo de sostener.

Niclas volvió a ver a los demás alumnos antes de concentrarse en ella. 

—Dijiste que podrías ayudarme, ¿cierto?

Los labios de Lenay se entreabrieron con asombro, pero ella no pudo decir nada. No se le permitió. Todo sucedió demasiado rápido. Niclas tomó su rostro con ambas manos, y la besó en un ágil movimiento.

Los ojos de Lenay brillaron con temor, pero a él no pareció importarle, la sostuvo con mayor fuerza. Al intentar separarse, ella percibió el salado sabor que desprendía su boca. Niclas debió de haber estado llorando y, por consecuente, también bebiendo. Aun así, mordió uno de sus labios para provocarle dolor y quitárselo de encima.

Niclas la miró con una sonrisa petulante ahuecándose en sus labios. Él ladeó su cabeza, y se limpió con su pulgar la gota de sangre que brotó de su labio inferior.

—Es bueno recordar viejos tiempos, ¿no te parece?

Lenay intentó regular su respiración, sintió como si acabara de bajar una colina empinada, contrarió a Niclas, que se limitó a observar su alrededor una vez más. Ella siguió su mirada al verlo fruncir el ceño, y al instante pudo descifrar la razón de su actuar: Astrid estaba del otro lado del pasillo.

Ella agachó su rostro e intentó que sus sentimientos no fuesen visibles.

—Hasta luego, Niclas —se despidió Lenay.

Por desgracia, no dio más de tres pasos cuando Niclas la tomó del brazo e hizo que se detuviera.

—Lo prometiste, Lenay —murmuró él, y una pizca de ira se infiltró en su voz—. Dijiste que me ayudarías.

—Lo sé, pero...

—Pero ¡¿qué?! —exclamó Niclas, enfurecido—. ¿Te diste cuenta de que no soy lo suficientemente bueno para obtener tu ayuda o estás actuando así porque te besé por ella, y no para satisfacer tu ego?

Residuos de Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora