RDA┋29

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Capítulo veintinueve.

[La douleur exquise (francés): El insoportable dolor en tu corazón cuando quieres a alguien que no puedes tener]


• L E N A Y •

Entre el ruido de los autos y las luces parpadeantes, Astrid Grayson obtuvo su primer corazón roto.

La suave brisa que alborotaba su cabello de pronto le resultó intrusiva. Ya no eran aquellas manos doradas de él, con su delicadeza casi etérea, las que recogían sus mechones tras las orejas, y dejaban tras de sí una caricia sutil en la mejilla. Ese peculiar gesto tierno, que la invitaba a elevar el mentón en la dulce anticipación de un beso, había desaparecido.

Ya no era ella su chica especial, ahora era la chica neurótica que lo invadía de irritabilidad. Aquella que, en lugar de acercarse a su corazón, lo alejaba. 

La chica que se había quedado atrás mientras él huía del desastre ocasionado.

Lenay no sabría precisar cuánto tiempo Astrid y el chico desconocido estuvieron enfrentándose, pero desde que sus oídos captaron la tensión en el estacionamiento de la tienda que conectaba con la gasolinera, pudo notar que fue la cumbre de un enredo de resentimiento y dolor.

—¡¿No has pensado que tal vez no te he pedido que seas mi novia porque simplemente no quiero?! —gritó él.

Astrid lo miró en un silencio abrumador, con el corazón deshaciéndose en mil fragmentos. Él, en su obstinada rabia, no se retractó; ni siquiera cuando las lágrimas comenzaron a asomarse en los ojos de ella, o al sentir su mano, temblorosa, buscando el roce de la suya en una súplica silenciosa.

«Mírame. Soy yo. No me rompas así el corazón».

—No puede ser. ¿Vas llorar otra vez?

—No sé cómo quieres que responda cuando tú-

—¿Cuándo yo qué, Astrid? —Él se apartó de ella, una expresión de fastidio surcando su rostro—. ¿Cuándo te estoy diciendo la verdad?

—Cuando dijiste lo contrario en el pasado...

—Otra vez con el pasado —maldijo él, acercándose a su espacio personal, brusco e irritado—. ¿Y qué si lo dije? ¿No tengo derecho a sentirme diferente o cambiar de opinión? En especial cuando actúas de esta manera.

—¿Ahora soy yo el problema?

—No soy yo el que está siendo dramático. 

—Lo único que pido es que no ignores mi sentir —inició ella, pero una vez más fue silenciada.

Lenay no supo si fue por la curiosidad o el morbo —quizás el dolor familiar que sus palabras causaban—, pero no pudo apartar la vista. Con la ventana entreabierta mientras su tanque de gasolina se llenaba, permaneció escuchando promesas rotas, palabras hirientes y sollozos quebradizos que estrujaban el alma.

A medida que el rastro de él se reducía la nada, la silueta de Astrid se mantuvo estática en el fondo.

La había dejado sola a mitad de la noche, y con las lágrimas todavía empapando sus mejillas.

Lenay tuvo la intención de comprobar que ella tuviera a alguien que pudiera ir por ella. Las notas de chicas desaparecidas era algo que nunca dejaba de rondar las noticias cada mañana por más que la sociedad avanzara.

—Si lo que buscas es burlarte, te puedes largar ya —le dijo Astrid, con una voz que sonó a compostura practicada.

De cualquier forma, Lenay se sentó al lado de ella en la banqueta.

Residuos de Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora