RDA┋04

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Capítulo cuatro.

[Bonhomía; Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento.]

• N I C L A S •

La sábana se deslizó del rostro de Niclas, y un rayo de sol cegó su visión. De manera instintiva, sus manos tallaron sus ojos en un brusco movimiento, pero antes de que su vista pudiera adaptarse al resplandor, un dolor nauseabundo se disparó en su cabeza como una corriente eléctrica.

Niclas corrió hacia el baño, apenas pudo llegar al retrete cuando el vómito brotó de su boca. Él se limpió los labios, asqueado, con un pedazo de papel, y agarró uno de los enjuagues bucales de la repisa. Vomitar era la peor parte de la resaca, pero por más que se repetía que jamás iba a volver a excederse, terminaba siempre cayendo en lo mismo.

Y más ahora.

Al regresar a la habitación, Niclas inspeccionó su entorno con la intención de recopilar la información que ignoró durante su estado de embriaguez. Por desgracia, su mala suerte continuó. La habitación era minimalista y carecía de cualquier objeto personal, incluso las paredes estaban pintadas de un aburrido y monótono color blanco que él juró que fue lo que le provocó el dolor de cabeza.

Niclas suspiró, impotente.

Para él, habría sido más fácil estar en la habitación de Lenay Howard, tal vez así habría tenido una idea más clara sobre por qué ella lo ayudó la noche anterior.

Lenay no lo dejó solo durante toda la noche; se sentó a su lado y se encargó de desinfectar cada una de sus heridas, por muy diminutas que fueran. Niclas intentó detenerla, pero ella se autoproclamó como una buena enfermera no oficial, y continuó haciéndolo, con esa ternura que tanto la caracterizaba, por lo que él no tuvo la fiereza de decirle que lo dejara en paz. En cambio, la escuchó hablar sin parar y hasta le regaló una sonrisa por cada ingenioso comentario que soltó.

Algo que le resultó muy extraño. No recordaba haber sonreído desde su ruptura con Astrid, y solo le bastó estar unos minutos con Lenay para hacerlo de nuevo.

Niclas tomó su celular e intentó contactar a Clayton. Quizá ese bastardo mal amigo, como él lo llamaba cada vez que se encontraba enojado, podía aclararle la situación. A pesar de su estado de anoche, Niclas recordaba con claridad que su amigo dio su consentimiento para que él se quedara ahí, y también quien lo chantajeó con contar un secreto suyo relacionado a Lenay si no accedía a subir las escaleras.

El maldito sabía más que él, fue lo que pensó Niclas.

Niclas: "Será mejor contestes el celular, Imbécil."

Niclas: "Juro que le enseñaré a todos tu diario maniático de actividades".

Niclas: "Y también le enseñaré ESA FOTO que piensas que ya no existe, pero que SÍ EXISTE, y que no dudarán en compartir".

Él suspiró. Había desperdiciado una parte sustancial de su tiempo en llamar la atención de alguien que seguro se encontraba dormido en el piso o tirado sobre el baño al sufrir las consecuencias del vodka, su bebida favorita.

La puerta detrás de Niclas emitió un ruido de pasos apresurados y, al girarse, se encontró con Lenay apareciendo frente a él.

Al verla ahora, sin los efectos del alcohol, hizo que la memoria de Niclas se volviera nítida. Recordó haber salir con ella durante varios meses de manera casual, luego de que la tensión entre ellos aumentara ante la mínima interacción, y él no pudiera estar un minuto sin desear besarla. Algo que, hasta la fecha, no le había ocurrido con nadie más. En ese entonces, ninguno de los dos buscaba algo serio, en especial Lenay, quien tenía una mayor experiencia, y fue la primera en dejar claro que los sentimientos no estaban permitidos.

Niclas la observó con mayor atención.

El cabello pelirrojo de Lenay estaba húmedo, y pequeñas gotas de agua resbalaban desde sus clavículas hasta su top, el cual se asomaba por los costados de su corto overol. Aunque se veía más delgada de lo que recordaba, su figura seguía siendo la misma que alguna vez lo hizo doblegarse. Y su rostro destellaba una luz y serenidad que contrarrestaba con el estado de ánimo de Niclas.

Ella le dio una expresión cálida al percatarse de su mirada y dejó la bandeja sobre la cama, pero antes de sentarse a su lado, tomó una especie de crema batida y dibujó una carita sonriente sobre uno de los panqueques, mientras sonreía con humor. Luego, lo saludó.

Niclas le devolvió el saludo con una mueca incómoda rondando entre sus labios.

Para él, era humillante de una y mil maneras saber que ella presenció uno de sus peores momentos. Niclas no pudo evitar reprocharse las palabras de su padre, cuando le advirtió que los sentimientos eran una pérdida de tiempo. Una increíble ironía, pensó Niclas, el irresponsable no sabía nada acerca de amar, y aun así acabó teniendo razón.

Miró brevemente hacia la bandeja; no sólo había panqueques, sino también una taza de café y un zumo de naranja, junto con unas pastillas para aminorar los síntomas de la resaca.

—¿Por qué me estás ayudando? —preguntó Niclas, con una voz fría y cortante. 

—Las personas ayudan a las personas.

—No. Las personas manipulan a las demás personas para sacar un beneficio de ellas, y así luego abandonarlas, así que, ¿por qué demonios me estás ayudando? ¿Qué consigues con esto?

Ella dejó escapar un visible suspiro desilusionado, lo que hizo que cesara la curiosidad de Niclas. Lenay no lo entendía, nunca lo haría.

—Lamento que hayas tenido que verme anoche en ese estado, Lenay. Agradecería que no se lo contaras a nadie, mucho menos a tus amigos cercanos —añadió él con firmeza, mientras sostenía su mirada para dejarle en claro que no se trataba de una petición, sino de una orden—. Y, aunque aprecio que quieras ayudarme, no pienso aceptar la ayuda de nadie. Yo puedo solo, siempre he podido y siempre lo haré.

Niclas se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta.

—No te vayas, por favor —escuchó a Lenay decir, pero no se detuvo.

—Adiós, Lenay. Y, esta vez, lo digo de verdad.

Niclas salió de la habitación sin esperar una respuesta de su parte. No estaba dispuesto a recibir otra traición, mucho menos de una chica. Prefería seguir así, tal vez en su autodestrucción, podía encontrar una resistencia.

Algo que lo protegería de volver a experimentar esa clase de sentimientos.

Residuos de Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora