Capítulo veintiuno.
[Seijaku 静寂 (japonés): Calma en medio del caos].
• L E N A Y •
—¡¿Ella te dijo qué?! —exclamó Erin.
—Lo sé, lo sé, lo sé —musitó Lenay mientras caminaba alrededor de la habitación de su amiga.
—¿Estás segura de que escuchaste bien? —preguntó Cerys desde la puerta.
A pesar de que recién había llegado de su entrenamiento de animación, pudo oír la parte más esencial de la conversación, y la cual mantuvo inquieta a Lenay desde la mañana.
Lenay las miró a ambas, nerviosa, y se mordió el interior de su mejilla izquierda. Había escuchado bien. Perfectamente. Luego de que le pidiera que no fuera tan severa con Niclas, Astrid le había dado una respuesta difícil de ignorar:
«No sé por qué te preocupas por él. Te rompió el corazón. Deberías alegrarte, yo lo hago».
—¿Y si Niclas se lo dijo? —sugirió Erin.
—Imposible. —Lenay detuvo su andar para mirarla—. Niclas piensa que él no significó nada para mí.
—Tal vez ahora que te tiene cerca se dio cuenta.
—No se dio cuenta cuando me moría de amor por él, dudo que lo haga ahora que lo he dejado de mirar de esa forma.
—Las personas tienden a notar lo que dejan de tener —intervino Cerys.
—Este no es el caso. —Lenay negó al instante. Estaba segura de que incluso si se atrevía a confesarle sus sentimientos pasados, Niclas no la tomaría en cuenta—. Debe haber algo más.
Erin ladeó su cabeza e intercambió una breve mirada con Cerys que pasó inadvertida por Lenay.
—Entonces Astrid se dio cuenta de la forma en la que lo mirabas, hizo deducciones y ya —especuló Cerys al mismo tiempo que se sentaba al lado de Erin en la cama.
—Tal vez, aunque... —empezó Lenay, pero el recuerdo de cierto individuo de cabello pelirrojo remolinó en los rincones de su mente, e hizo que su oración cambiara de rumbo—. Ya sé cómo se enteró —finalmente dijo.
De manera instintiva, Lenay volvió a caminar alrededor de la habitación, tratando de recolectar los sucesos de esa noche.
—Perdón si rompo tu momento de concentración, pero no leemos mentes —le advirtió Erin tras un momento de silencio.
Lenay detuvo sus pasos de golpe, y tomó una bocanada de aire antes de exteriorizar sus pensamientos.
—Hubo una fiesta a la que fui, pocos días después de que Niclas terminara lo nuestro, en la cual lo vi besar a alguien más... Así que hice lo mismo, pero el beso que yo tuve apenas duró un segundo porque me puse a llorar.
—¿Por qué lloraste?
—Porque la persona a la que estaba besando no era él.
Erin y Cerys la miraron con atención. Hubo un profundo silencio que sujetó la respiración de Lenay. No había pensado en ese día desde hace mucho tiempo, aunque todavía podía remontar a la perfección la sensación que aquello le provocó.
—El punto es que el chico al que besé es amigo de Astrid —explicó antes de que el sentimiento la abrumara—, y cuando trató de consolarme, me desahogué con él. Le conté todo.
—¿El que es primo de una de sus amigas? —preguntó Erin.
Lenay asintió. No recordaba su nombre, y eso la hacía sentir terrible. Él había estado con ella durante toda la noche, le había sostenido su mano y limpiado sus lágrimas, aun cuando no podía parar de hablar sobre otro chico.
ESTÁS LEYENDO
Residuos de Amor.
Ficção Adolescente«Mi amor por ti se quedó atrapado en el tiempo, entre las estrellas fugaces que nunca te pude dedicar, en los museos en los que no tomé tu mano, y en los sueños que no se hicieron realidad».