Capítulo seis.
[Soledad: un estado de aislamiento o carencia de compañía.]
• N I C L A S •
La noche de Niclas inició de la misma forma en la que comenzó su día: con él sintiéndose solo.
Él creyó que, luego de pasar por más de una semana con el mismo sentimiento, algo cambiaría.
Pero no fue así.
Las cosas ya no parecían ser tan sencillas para él.
Niclas estaba recostado en el suelo de su habitación, rodeado de botellas de cerveza a medio terminar. Él quería levantarse e ir a su cama, pero su cuerpo pesaba como si hubiera estado despierto durante días enteros, y el ardor en sus ojos era insoportable. No recordaba haber llorado tanto en el pasado. Mucho menos haber tenido un dolor de cabeza tan persistente y agudo. Ya ni siquiera sabía si se debía a la falta de sueño, la escasez de comida o el incesante llanto. Tal vez por todo.
Niclas estaba desesperado.
Se había convertido en un caos.
En un enorme e inservible caos.
¿Cómo podía volver a levantarse cuando su cuerpo y mente se encontraban en un estado deplorable?
Niclas pensó que, tal vez, después de todo, se lo merecía. Por algún error del pasado. Por cualquier cosa que hubiera hecho mal. Por haberse permitido ser vulnerable. Por haber abierto su corazón. Sobre todo, por eso.
Quizá, si él fuera diferente, ella nunca se hubiera ido.
Nadie lo hubiera hecho.
Al estirarse, Niclas tiró cada una de las botellas, y se detuvo a mirarlas. No podía creer que había intentado consumir esa cantidad de alcohol. De repente, se sintió asqueado de sí mismo. Giró hacia un lado, como un indefenso bebé en el vientre de su madre. Él deseó tener un nuevo comienzo, una nueva historia. Sin embargo, desearlo no bastaba. No podía regresar el tiempo, ni cambiar el pasado. Y, cuanto más lo entendía, los recuerdos lo abofeteaban.
Astrid Grayson aparecía en sueños, pensamientos, canciones, sonrisas y amaneceres. No lo dejaba atrás. Tampoco en los desagradables momentos. En ellos se extendía, como una profunda melodía saturada en su mente, y una fragancia dispuesta a perdurar hasta el final de los días.
¿Cómo una hermosa flor podía causar tanto daño?
No se percató de sus espinas. Dejó que la embriagante belleza lo consumiera en el momento en el que ella le ofreció una atrevida sonrisa y un sinfín de posibilidades. No fue un chico listo, y ahora no podía dejarla atrás.
«¿Por qué yo?»
Niclas maldijo sin entenderlo.
«Lo único que hice fue amarla. ¿Por qué yo?»
Agotado, apretó sus puños, dispuesto a romperlo todo. Acabar consigo si así lo requería. Tomó su celular, y estuvo a punto de deshacerse de el cuando le llegó una notificación.
«No tienes por qué pasar por esto tú solo, Niclas».
Esa frase logró persuadir a su mente, apartándolo de todos los malos pensamientos y haciendo que su cuerpo se relajara. Fue una canción de cuna a sus oídos. Una melodía suave, meliflua y llena de esperanza.
«Lenay».
Niclas le llamó, y no tuvo que decir ni una sola palabra para que ella lo entendiera.
—Voy en camino —le respondió, mientras empezaba a hacerle platica sobre cualquier tema que mantuviera su mente ocupada.
Había algo particular en Lenay que siempre le sorprendió a Niclas: su luz. Cuando ella aparecía, todo cambiaba a su alrededor. Y no solo en el suyo, en el de todos. Ella era una chispa alegre. Una estrella en medio de la oscuridad. El sol a niveles astronómicos, sin exagerar, pero principalmente era esperanza. Su esperanza.
Y, tal como lo predijo, al instante en el que Lenay entró a su habitación todo se llenó de una inalcanzable y fantaseada luz. Ella no le cuestionó su aspecto, al contrario, lo miró, lo miró realmente a él. No al chico destruido. Miró a Niclas Keller. Y le dio esa mirada de entendimiento, de saber por lo que estaba pasando.
La soledad abandonó su cuerpo.
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Residuos de Amor.
Teen Fiction«Mi amor por ti se quedó atrapado en el tiempo, entre las estrellas fugaces que nunca te pude dedicar, en los museos en los que no tomé tu mano, y en los sueños que no se hicieron realidad».