RDA┋08

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Capítulo ocho.

[Shlimazl: alguien crónicamente desafortunado].

• N I C L A S •

No hubo ningún sitio en el que Niclas pudiera encontrar a Lenay esa noche. Fue como si de pronto se hubiera esfumado de la faz de la tierra. Él saturó su celular con mensajes y llamadas, pero aun así la respuesta que obtuvo en cada uno de sus intentos fue la misma: nada.

¿Dónde podría estar?

Era un día entresemana, sin ninguna reunión o evento importante en el calendario. Incluso Clayton, conocido como el Dios de las fiestas, se encontraba en su casa. ¿Por qué la "niña de oro" de Sheridan no estaría disponible? Ella le dijo que siempre estaría ahí para él, sin excepciones, entonces... ¿Por qué ahora lo único que veía Niclas era una solitaria penumbra?

Sin esperanzas, Niclas tomó una larga ducha, con la creencia de que eso lo relajaría. Por desgracia, terminó resultando lo contrario. Aquellas noches que disfrutaba de estar debajo de la regadera, en silencio y con las gotas calientes recorriendo su piel, se habían esfumado. Nada de lo que solía disfrutar en el pasado lograba llenarlo ahora. A decir verdad, todo le asqueaba. No podía realizar ninguna actividad sin que la angustia lo consumiera.

Tener el corazón roto era un dolor que se extendía hasta lo más profundo del alma y, por alguna extraña razón, también en el cuerpo.

Furioso, salió de su habitación sin importarle cuanto ruido hiciera, azotó la puerta y bajó las escaleras a tal velocidad que terminó tropezando con Cole, quien lo trajo a la realidad. En seguida, Niclas bajó su flequillo para que él no se percatara del dolor que ardía en sus ojos. Al final, su mejor amigo tenía razón, él era lo más cercano a un héroe para su hermano luego de que su padre se fue de la casa.

—Ve a dormir, enano —le dijo Niclas, pero el niño fue más listo que él, y lo encaró.

—¿A dónde vas? —preguntó Cole, al mismo tiempo que trataba de reprimir un bostezo.

No eran horas para que un niño de cinco años estuviera despierto. Niclas lo sabía muy bien, antes solía estar al tanto de su horario, incluso más que sus propios padres.

—No lo sé, pero no tardaré.

—¿Me lo prometes?

Niclas titubeó al escuchar su suave voz llena de ilusión.

—Estaré aquí para el almuerzo, ¿te parece?

—Es un trato. —dijo su hermano, haciéndolo agacharse para que lo mirara a los ojos.

—Lo es, enano.

Niclas lo llevó hasta su cama, le encendió una lámpara de una nave espacial que Lenay le regaló, y le dio un beso en su frente antes de salir de su casa.

No quería ser como su papá, odiaba serlo, pero si se quedaba un segundo más ahí iba a estallar en pensamientos.


El bar clandestino al que Niclas llegó estaba lleno de humo e impregnado de un desagradable olor.

Niclas miró a ambos lados, y se dio cuenta de que las personas a su alrededor se encontraban igual de desdichadas que él. Podía notarlo en sus ojos, en la manera en la que se encorvaban en sus asientos, y le daban un profundo trago a su bebida sin inmutarse. Era fácil para él distinguir el dolor ahora que lo conocía.

Sin más, se sentó en la mesa más alejada, aquella que tenía un letrero de un rayo rojo, y pidió una cerveza. Algo ligero para empezar. Tomó su celular, y decidió una vez más localizar a Lenay.

Él esperó, paciente. Hubo dos tonos, luego el sonido de rechazo. Lo intentó de nuevo, pero esta vez fue directo al buzón, por lo que decidió que era hora de los tragos fuertes.


El reloj marcó las cuatro de la mañana cuando un puño impactó en la mejilla de Niclas.

Desorientado, escupió sangre y se burló en la cara de su agresor, lo cual lo hizo enfurecer más. El tipo, de más de dos metros de altura, le propinó un golpe en el estómago que lo sofocó hasta caer.

—¿Es todo lo que tienes? —exclamó Niclas, riendo.

—Este no es un lugar para ti, muchacho idiota —le dijo el tipo, con una expresión de lástima—. Vuelve aquí y no seré tan amable como hoy.

Luego, él se marchó murmurando maldiciones y frases de como la juventud de ese entonces era patética y frágil.

Niclas gateó hasta donde cayó su celular, con la respiración agitada y la certeza de que su nariz estaba rota por la cantidad de sangre que brotaba de ella. Tuvo la intención de acostarse en el suelo, pero al ver sus notificaciones se percató de que Clayton descubrió donde se encontraba Lenay. Le envió la dirección, y eso lo hizo reunir la suficiente fuerza para sobrevivir esa noche.

Siguiendo las indicaciones del GPS, Niclas condujo hasta su paradero, pero al llegar quedó desconcertado. Frente a él estaba un hotel, uno pequeño, no de mala fama, pero si discreto, ideal para... Niclas echó de nuevo un vistazo a su celular. La dirección era correcta. Lenay Howard estaba ahí.

De cierta forma, eso resolvió sus dudas. ¿Quién demonios iba a tener el tiempo de contestar una llamada en medio de sexo? Exacto. Nadie, al menos, nadie cuerdo, pensó Niclas.

Sin embargo, eso no fue lo único que lo sorprendió, sino ver la moto de Zed estacionada. Niclas suspiró para sus adentros, ni en mil años podría olvidar la ridícula calcomanía de un gato con un sombrero que adornaba el tanque de gasolina.

—Vaya, con razón estaba tan histérico —exclamó a pesar de que nadie estaba ahí para escucharlo.

Niclas miró su reloj, los números anunciaron las cinco de la mañana, y supo que era momento de irse para cumplir con su promesa.

Al menos deseaba ser suficiente para alguien.


ミ☆


n/a.

Holaaa, espero les haya gustado el capítulo. La verdad siempre que escribo desde la perspectiva de Niclas se me apachurra un poquito el corazón. 

Por cierto, estoy creando un playlist para el libro, así que si conocen una canción que les recuerde a la historia o que sea triste, háganmelo saber en los comentarios. ♥

montones de amor & gracias por estar aquí; si necesitan contactarme recuerden que en todas mis redes estoy como @elaineluart 

les deseo un bonito atardecer , pronto nos volveremos a leer. <3

Elaine Lúart. 



Residuos de Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora