9| Amistades nuevas con dobles intenciones

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-Sígueme

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-Sígueme.

-Vamos, es por aquí -la mano del chico se extiende.

El mas joven la tomó sin dudar.

Mientras los pasillos con iluminación verde opacan sus rostros, un grupo de personas los guían.

-Daniel, esta es tu sorpresa -el corazón de un chico emocionado es algo increíble.

Los latidos son inestables, uno tras otro con la intensidad de martillazos en una lámina de acero, haciendo eco por todos lados de su cuerpo, el calor recorre su sistema mientras caminan un poco más hasta acercarse completamente a una puerta negra, fija en el centro, las orillas eran una simple pared blanca que antes se creía eterna por recorrer.

Le carcomía las ansias por saber qué había detrás de aquella puerta, entonces la persona que la acompañaba... la abrió.

Daniel:

-¡Daniel, apresúrate! Te espero abajo -escucho la voz de mi hermano desde el baño. Remojo mi cara de nuevo con una oleada directa de agua, junto mis dos manos y la lanzo para darme un respiro de lo adormecido que aun me encontraba, mis ojeras no desaparecerían pero por lo menos el sueño se iría poco a poco.

Antes de salir trago una pastilla en seco y me miró momentáneamente al espejo con pequeñas gotas de agua escurriendo por mi mejilla y frente. Tomo el bote de pastillas y lo guardo nuevamente a  donde pertenece, sin importancia.

-Se estan acabando, pronto tendré que comprar más -menciono para mi, como un recordatorio.

Salgo de la habitación aun con la sensación del sueño que tuve anteriormente, e intento evitarlo pensando que no debo darle mas importancia pues no es algo reciente, un simple recuerdo sin sentido, uno de los tantos que he tenido desde que me expulsaron del colegio anterior. No es fácil abandonar a tus amigos de la nada, de la noche a la mañana los deje de ver y desaparecí sin dejar rastro, todo por una estupidez, una de muchas que he cometido, creo que últimamente eh tenido una racha de mala suerte.

•🌈•

Oliver es el conductor esta vez, después de lo que hizo no tiene excusa para dejarme, debe de esperarme a la hora que sea, cuando sea, sin rechistar, algo que funciona a la perfección, a pesar de su cara de amargo. Todo el camino fue silencioso, sin música, sabía que en el fondo quería regañarme por salir minutos tarde a lo acostumbrado, pero solo pretendía estar atento al camino sin siquiera mirarme y con el entrecejo fruncido, no digo nada y me apego al silencio.

7:00 am

Era la peor hora para entrar a clases, sin embargo aquí me encontraba, poco atento a la mujer de lentes que sostenía un libro de Química  y en la mano restante un marcador negro. Clase a la cual siempre entro con esfuerzo y un sueño inevitable.

𝘛𝘩𝘦 𝘤𝘰𝘭𝘰𝘳𝘴 𝘰𝘧 𝘵𝘩𝘦 𝘳𝘢𝘪𝘯𝘣𝘰𝘸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora