46| El escape casi perfecto (comunicado)

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Alex: Tres meses después.

Deftones sonaba de fondo en la habitación del depresivo chico de mirada intimidante y sonrisa escalofriante. Comenzaba a creer que ser emo no era una etapa y lo confirmaba en alguien que lucía como vampiro sacado de una película de los 80s.

—Ya te dije que no te voy a ayudar a escapar. Es la... —cuenta con los dedos—, décima vez que me lo pides en la semana, y es la décima vez que digo que no, con todo respeto, he sido bastante claro. No me metas en el camino de la delincuencia.

Da una larga calada a su cigarro mentolado, al cual ya estaba más que familiarizado, era mi olor favorito. Mi único recuerdo viviente.

—Pensé que tú también querías escapar, ayer por la noche estabas teniendo un sueño en voz alta en la que decías —carraspeo—; Alex, llévame contigo, odio este asqueroso lugar, por favor sálvame, prometo hacer todo lo que me digas, seré tu esclavo.

—Sé perfectamente que yo no hablo dormido, camino y a veces me desnudo, pero jamás hablo dormido, me conozco muy bien —de nueva cuenta suelta el humo por la nariz.

—Vi, me necesitas, tanto como yo...

Me detiene con la palma de su mano.

—Aún no es momento, no estoy listo —mira a la nada, pensativo—. Además, hay algo que tengo que hacer antes.

—¿Estás seguro? Es tu última oportunidad —tomé asiento en el borde de la diminuta cama que apenas y cabía en la habitación. Al lado había otra, esa era la mía, la más ordenada y limpia, la que no tenía extrañas manchas de sangre y no olía a nicotina.

Su lado era un tanto "especial", tantas cosas extrañas que me limitaba a tocar, por suerte nunca fui curioso.

—Oye, Alexander. Tú al menos tienes una motivación para salir de este lugar y continuar vivo. Yo no, posiblemente muera en cuanto salga, porque mi vida es tan miserable que no tiene sentido —dramatiza con la mano, de un lado a otro.

—¿Qué hay de tu hermana?

—De seguro ya no recuerda mi rostro. Ha pasado tanto tiempo, cuatro años en este infierno que ni siquiera a de recordar donde estoy.

—Ni me lo digas —lo miro con melancolía—, extraño mi vida afuera. Extraño todo lo que me hacía sentir feliz...

—No te deprimas, pelón. Sé feliz por mí —guiña el ojo. Lo cual me irrita, de hecho, desde que me dijo "pelón", todo el tiempo lo hacía.

—Jódete, no te vuelvo a invitar a mis planes de escape. Esta será la última vez.

Me analizaba fijamente, algo buscaba: sinceridad.

—Nop, no creo. Mejor celebremos tu libertad —se pone de pie con dificultad, era tan alto y delgado que parecía un ser irreal. Su cabello le rebasaba el cuello, siempre lo mantenía atado. Tenía suerte de que a él no lo raparon, el motivo fue que su "tratamiento" era diferente al mío.

Su piel era pálida y brillante como la de un vampiro, y los destacables colmillos largos de nacimiento le daban un toque más caótico.

Él era exótico, tanto como el personaje principal de una serie sobrenatural. Tenía unas vibras muy "diferentes" al resto, no era muy recatado y mundano, pero tampoco era el villano.

Él me contó que antes de que lo metieran al internado tenía una banda con sus amigos, era una banda de Heavy Metal, la cual se presentaba todos los fines de semana en un bar de Brooklyn, sin falta. No le creí, hasta que mostró un par de fotos donde estaba más joven y aún más terrorífico de lo que ya era actualmente. Vestido de negro con la cara pintada de lo que yo decía era carbón, tanto ojos como labios, y la base más blanca antes vista en toda la cara, un poco... exagerado para mi gusto.

𝘛𝘩𝘦 𝘤𝘰𝘭𝘰𝘳𝘴 𝘰𝘧 𝘵𝘩𝘦 𝘳𝘢𝘪𝘯𝘣𝘰𝘸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora