Capítulo 19

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María Castaña es mencionada habitualmente en la frase "... en tiempos de María Castaña" o "... en tiempos de Maricastaña", cuando alguien quiere referirse a algo propio del pasado.

Octavio se encontraba en el club de Clarita, disfrutaba de ese lugar más que cualquier otro, quien iba a decir que un caraqueño como él se divirtiera en aquel monte, y es que el pueblo de San José era una mina de oro, si no se había marchado era porque allí conseguía el dinero facilito y sin trabajar.

El muchacho había nacido en cuna de oro de una de las familias más encumbradas de la capital, era el único hijo varón, el heredero, el que se encargaría de todos los negocios. La familia de Octavio era la típica familia rica que se desvive por darle todo a su retoño, sin ni siquiera merecerlo, sus adinerados padres no le enseñaron el valor de las cosas ni a esforzarse por nada, todo lo que deseaba, nada más tenía que abrir la boca para que se lo dieran.

Así que el sifrino aprendió a tener todo fácil y se convirtió en un vago sin oficio ni beneficio, no terminó la escuela y en consecuencia no obtendría una carrera como era el sueño de su padre, a medida que pasaron los años, el niño consentido, pasó a ser el joven problemático bueno para nada, que vivía de rumba en rumba, y sumergiéndose en los nuevos vicios que llegaban a la capital del país, que era la nueva moda entre los riquillos del este.

Su padre, ya cansado de mantener al vago de su hijo, dejó de darle dinero y le quitó todos los beneficios que le había dado, Octavio no conocía lo que era el trabajo, no sabía hacer nada, por lo que comenzó a aprovecharse de sus amigos pudientes y a juntarse con jovencitos que no eran para nada buena compañía.

Aprendió que vendiendo ciertas sustancias ilícitas que le fascinaba a sus amigos ricos del country club conseguía dinero fácil y en grandes cantidades.

Un día Pamela les dijo que Vicky la había invitado a su finca y Octavio se anotó en la patota porque le traía unas ganas a su antigua novia y era una espinita que se quería sacar.

Cuando llegó al pueblucho, no le pareció extraordinario, tres callecitas con casa antiquísimas de la época de María Castaña, pero a pesar de que su infraestructura daba mucho que desear, ese lugar tenía algo que no había conseguido jamás en Caracas y es que allí era casi un dios, al pasar por las calles se quedaban admirándolo como si fuera un ser de otro planeta, para los incautos pueblerinos él era el ser más asombroso que había llegado a San José, las mujeres se desvivían por sus atenciones y no eran para nada mezquina a la hora de regalar amor.

Además, muchos de los pueblerinos tenían dinero en abundancia gracias a las grandes cosechas de melón y patilla que dejaba enormes dividendos y lo mejor era que no tenían en que gastarlos, así que el sifrino de Octavio vio una gran oportunidad de hacer negocio en ese sitio y fue de esa manera que los San Josedeños conocieron las sustancias psicotrópicas, un negocio que fue muy lucrativo para el caraqueño y mientras sus amigos se marcharon del pueblo él se quedó. No consiguió acostarse con su exnovia, pero si se iría de allí siendo un hombre rico, pensaba el pobre infeliz.

Su lugar favorito era el bar de Clarita, allí el intercambio fluía solo y mientras tanto se divertía con las muchachonas, una noche recibió una nota de una mujer. Lo citaban para encontrarse en las afueras del pueblo.

El hombre no sospechó nada, ya que las mujeres solían enviarles ese tipo de notas, se la enviaban aquellas señoras que tenían marido, pero deseaban probar cosas nuevas y él era el chico del momento y un buen polvo no le hacía daño a nadie, ese era su lema.

Fue al sitio indicado y vio a la mujer que lo esperaba, sonrió porque estaba muy buena y ya la había visto antes, los lugareños decían que era una hembra que valía la pena cabalgar y él quería montarla o que ella lo montara a él.

-Hola Octavio -Le dijo la seductora mujer, que llevaba un vestido floreado vaporoso, pero que le quedaba ajustado en sus grades pechos, de inmediato se le hizo agua a la boca.

-Hola preciosa. - Respondió zalamero.

-¿Ya sabes para lo que estoy aquí? - Preguntó ella pasando su mano de manera sugerente por sus pechos.

-Me doy una idea. - Contestó Octavio tocándose su miembro erecto que se hacía evidente a través de sus pantalones.

-Entonces acércate.

El incauto Octavio se acercó y la mujer le acarició el pecho para luego arrodillarse. Lo desnudó de la cintura para abajo. Se metió su pene en la boca, hambrienta y desesperada, en la vida al pobre Octavio lo había agarrado una mujer versada en las artes sexuales, así que aquella chupada lo volvió loco, ella se lo folló con la boca una y otra vez, sin respirar.

Ella le pidió que la agarrara del cabello con fuerza y así lo hizo, lo que provocó que la mujer se lo devorara con más ahínco, haciéndolo estallar y vació toda su semilla en la boca de la mujer misteriosa que se tragó su semen sin problema alguno.

El sifrino encontraba extasiado y deseaba más de la mujer, por lo que cuando ella le dijo que bebieran un poco de la botella de que había traído, a él no le pareció ningún problema, el pobre infeliz estaba tan enceguecido por la chupada que le habían realizado que no se percató que la mujer no bebía, solo él.

Minutos más tardes, cuando Octavio volvió a estar listo la mujer no se negó a que tuvieran sexo nuevamente, ella se montó encima de su regazo, mientras él le mordía sin consideración los pezones a pedido de la mujer que le gustaba el sexo duro y salvaje, el jovenzuelo no aguantó la meneada de la experimentada mujer y a acabó al poco tiempo, para ese momento Octavio ya no se estaba sintiendo nada bien, comenzó a perder el color del rostro y espumarajos empezó a salir de su boca mientras su cuerpo se movía involuntariamente, todo esto bajo la atenta

mirada de la mujer, que no alzó ni un dedo para ayudarlo.

Y así como fue como murió el sifrino de Octavio envenenado por manos de ella.

Para comprobar que ya el sifrino no vivía en la tierra de los mortales, la mujer se agachó a un lado del cuerpo y comprobó el pulso, el cual ya no existía, se levantó y dio un silbido, al poco tiempo salió un hombre que se encontraba escondido entre la maleza.

-Misión cumplida este idiota, será el boleto de acceso a Los Sauces. - Le dijo ella al ver a su cómplice acercarse.

El hombre sonrió con malicia.

-Buen trabajo, ahora únicamente tenemos que esperar que llegue nuestro momento. -Él se acercó al cadáver y procedieron a arreglarlo, una vez listo, él lo alzó y caminaron hasta las orillas del río, le ataron varias piedras en el cuello y en el abdomen, luego volvieron a cargar el pesado cuerpo y lo metieron en el agua cerca de la orilla y esperaron que se hundiera.

Dos meses después, cuando la mujer confirmó que el regreso de María Victoria Araujo era inminente, le dijo a su cómplice, que había llegado el momento, por lo que regresaron al río, buscaron las marcas que habían dejado en los alrededores para no perder la orientación y cortaron las cuerdas para soltar las piedras y el cuerpo o lo que quedaba de él, saliera a flote y acomodaron la escena para que el cadáver de Octavio fuera encontrado por los lugareños.



Dos meses después, cuando la mujer confirmó que el regreso de María Victoria Araujo era inminente, le dijo a su cómplice, que había llegado el momento, por lo que regresaron al río, buscaron las marcas que habían dejado en los alrededores para no ...

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Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora