Capítulo 5

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La tizana​ es una bebida típica de la gastronomía venezolana que consiste en varias frutas cortadas en pedazos, las cuales suelen venir mezcladas con jugo de naranja, de patilla o granadina, esta última le da una característica tonalidad rojiza.

Mientras las familias de El Morichal se encontraban enfrentadas con la familia de Los Sauces, dos miembros de esas dinastías estaban formando su propia historia.

Hadassah después de aquella noche en la que Alejandro la besó, no pudo borrar el sabor de sus labios, todos los sueños que había tenido con él, quedaron difuminados ante una realidad tan abrumadora. Sabía que no debía que darle cabida a esos pensamientos, que tenía que olvidarlo, porque entre ellos no iba a existir nunca una historia, pero en los designios del corazón, nadie podía inmiscuirse.

Esa mañana, antes que las cosas cambiaran en Los Sauces, su madre le ordenó que saliera de la casa, no le dio explicación alguna, solo la obligó a hacerlo. Como ella había pasado mucho de su tiempo libre, cociendo y bordando con Verónica para los niños del dispensario, tenían una buena cantidad de prendas y, ya que su mamá le daba carta blanca para salir, aprovechó la oportunidad de ir al pueblo. Uno de los peones la acompañó, una vez ya en San José, le exigió que la dejara sola, no quería a una sombra detrás de ella, le dijo que se encontrarían más tarde en la plaza.

Hadassah no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo en su casa, ni las intenciones que tenía Micaela al sacarla de allí.

Pasó un par de hora dentro del dispensario entregándole la ropita a los niños, jugó con algunos y ayudó a curar a otros que tenían algunas enfermedades, a la joven le apasionaba el servir a los demás, el ser útil a los más necesitados, eso le llenaba el alma, le hubiera gustado estar acompañada de su mejor amiga, pero esta había salido con su prima a El Morichal, porque si no juntas hubieran pasado una tarde grandiosa, haciendo lo que más le gustaba.

Una vez que salió de allí, caminó un rato por el pueblo, a ella le gustaba mucho su pueblito, tal vez era por la restricción que le impuso su madre desde muy pequeña; infinidades de veces escuchó hablar a las muchachas en la hacienda, hijas de los peones, o de alguna que trabajaban en la finca, que querían irse a vivir para Caracas, veían a la capital del país como la solución a todos sus problemas, para Hadassah con salir del encierro que le había impuesto Micaela ya era más que suficiente, San José le parecía tan bonito, con sus casitas desvencijadas por el tiempo, pero que le daba cierto toque colonial al pueblo, hasta las chismosas que se sentaban a las afueras de las casas tenían su encanto, no había nada que esas mujeres no supieran y si no sabían un chisme se lo inventaban, lo importante es que siempre había noticia nueva.

Al verla pasar cuchicheaban, muchas no la conocían porque su madre casi la tenía en el anonimato, pero las personas más viejas sí que sabían quién era ella o eso pensaba,

Llegó a la panadería y se paró a contemplar los dulces que tenían colocados en la vitrina, estaba decidiéndose si se compraba una polvorosa o una tizana, porque allí era el lugar que mejor la preparaban, de repente escuchó los cascos de unos caballos, algo totalmente habitual en ese sitio, por lo que no le dio demasiada importancia, se encontraba rebuscando en su pequeño monedero, el dinero para comprar, cuando sintió una poderosa presencia enfrente de ella, en el momento que levantó los ojos, se encontró la inquisitiva mirada del hombre que le robaba el aliento. Se quedó paralizada. Él sonrió al ver el azoramiento de la muchacha.

—Sabía que hoy sería mi día de suerte —le dijo Alejandro con voz ronca.

Hadassah sintió con su cuerpo vibraba a su poderío, todo en él irradiaba magnetismo y poder.

Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora