Capítulo 20

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El capibara, carpincho o chigüire es una especie de roedor de la familia de los cávidos. Es el roedor viviente de mayor tamaño y peso del mundo. En Venezuela, el chigüire es uno de los tres animales más protegido,

Antonio Araujo después de ser echado de su hacienda a manos de su hijo, hizo que el odio que sentía por los Montenegro aumentara, al salir de El Morichal le pidió refugio a su buen amigo el patriarca de los Gallardo quien no perdía la esperanza de emparentar a su familia con lo que él consideraba el linaje más poderoso de San José después, por supuesto, de los Montenegro, Gerardo era un hombre que se arrimaba al árbol que le diera más cobijo y sabía que con la doña de Los Sauces no lo iba a conseguir porque ella solo deseaba arrebatarle las tierras, en cambio, el Araujo estaba más que dispuesto a hacer cualquier cosa por dinero y no le interesaba en absoluto sus tierras.

El Gallardo le dio a Antonio una casa donde vivir dentro de sus tierras y le prestó una buena cantidad de dinero, ya que bajo engaño el Araujo le prometió que su sobrina Verónica se casaría con su hijo, que él se encargaría de encontrarla y hacerla obedecer.

Y mientras en Los Sauces pensaban que ya Antonio no era un enemigo al cual temer, al menos por el momento, él resurgía de la oscuridad con mucha fuerza y sin ningún escrúpulo.

El Araujo comenzó a actuar bajo las sombras para no llamar la atención, se la pasaba en los pueblos aledaños, comprando lealtades y reclutando gente despiadada sin conciencia para que hicieran lo que él le pidiera sin rechistar.

El pueblo de Los Chigüires, era un lugar al que la gente de los pueblos cercanos evitaba visitar, eran los marginados, era un sitio que parecía estar bajo maldición del Creador, sus calles eran de tierras y llenas de basuras, las ratas abundaban por doquier, las casas si es que se les podía llamar así, estaban construidas de barro y los techos de pajas, otras menos pudientes se encontraban hechas de láminas de zinc, la miseria se respiraba en el ambiente.

Niños desnudos con el rostro ennegrecidos y con sus vientres abultados y con los ojos hundidos, algunas caritas deformadas, debido a los problemas congénitos, porque cuando un padre se junta con una hija la descendencia se deforma, corrían de un lado a otro jugando con lo que alguna vez fue una pelota de futbol; allí en ese sitio olvidado por Dios, sucedían cosas de las que nadie le gustaba hablar.

No existía la ley de los hombres, ni de las del creador, Los Chigüires era el patio de atrás de los prósperos pueblos aledaños, los parientes pobres y depravados de los que nadie les regala ni un solo pensamiento.

En ese lugar, Antonio consiguió a la gente que necesitaba, los hombres de Los Chigüires, eran malos porque no conocían los límites y únicamente al dinero era a quienes obedecían.

La intención del Araujo era hacer el mayor daño a Micaela y a sus hijos, por eso busco a gente que rebatiera sus órdenes por muy inmoral que fueran los pasos

que iba a dar.

Eran cinco los hombres a los que había reclutados y a los que se encontraba entrenando, los trasladó de Los Chigüires para las tierras de los Gallardo, allí comenzó a trazar paso a paso su venganza.

Realizó un mapa para poder explicarle a los hombres de lo que iban a hacer.

Abrió el enorme papel encima de la mesa, los hombres se acercaron, ninguno de ellos sabía leer, eran ignorantes y sin ningún tipo de modales, eran hombres desalmados, pero quien ahora los lideraba era peor que todos ellos y si no hacían lo que él mandaba o cometían una imprudencia los hacía pagar, era la forma de que aquellas bestias entendieran, esa misma mañana había sido una prueba de ello.

—No te dije pedazo de imbécil que no podía tocar a las mujeres del pueblo, porque levantas la polvorera y no quiero que nadie conozca de su existencia —Gritó Antonio, furioso.

El aludido escupió en el piso y sonrió, mostrando los pocos dientes amarillentos llenos de chimó que le quedaban,

—Cuando a uno le entran ganas, la primera hembra que aparezca es buena. — Soltó el hombre con sorna.

—Me importa un carajo tus ganas —Antonio lo agarró por la solapa de la camisa —por mí te puedes coger al mundo entero, pero después que se realice el trabajo, así que no puedes andar violando jovencitas por allí, dejando rastro para que te consigan.

—Naiden me vio. — Se excusó el hombre.

—No, nadie te vio, pero a ella si y al desastre que hiciste, no sé como quedó viva.

Antonio lo soltó.

—Aquí tienen que cumplir mis órdenes — gritó y miró a cada uno de ellos —para

eso les pago y si me desobedecen hay consecuencias, ustedes son unos salvajes, pero yo soy mil veces peor, a mí me lo han quitado todo, hasta los escrúpulos y los sentimientos, si es que alguna vez los tuve, así que, o me obedecen o aquí no sale ninguno de ustedes vivo — el Araujo sacó rápidamente la pistola de sus pantalones se giró y le metió una bala en un ojo al hombre que lo había desobedecido, la masa encefálica salió por la parte de atrás de la cabeza, salpicando el piso y la pared. Los demás ni se inmutaron.

—¿Algún otro que quiera desobedecerme? — Preguntó Antonio con ironía.

Los hombres no dijeron nada y se mantuvieron en sus puestos.

—Perfecto, su lealtad será pagada, ya tendrá la oportunidad de dar rienda suelta a sus deseos y podrán hacer lo que les dé la gana, por ahora es necesario seguir el plan.

Dos de los hombres sacaron el cadáver de la casa y se deshicieron del cuerpo.

Antonio terminó de desplegar el papel y les ordenó a los hombres que se acercaran.

—Aquí está Los Sauces —señaló con el dedo —y esta es la casa de los padres de la maldita Micaela, esas dos propiedades las vamos a volver ceniza, cuando les dé la orden, quiero que nadie en esas casas quede vivo y si hay mujeres son suyas, ese será su botín, hay solo una a la que no pueden tocar y es Micaela Montenegro a esa la quiero solo para mí.

Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora