Capítulo 13

550 79 22
                                    


María Victoria perdió toda la alegría que había recuperado después del encuentro con Luis Fernando, sus palabras fueron saetas ardientes que se le clavaron muy hondo, no podía olvidarlas, se repetían una y otra vez en su mente.

También tenía la angustia de su embarazo, ya sabían donde se encontraba, era cuestión de poco tiempo para que su barriga comenzara a crecer y la vida de su hijo se pondría en riesgo, no podía permitirlo, su mente era un hervidero, buscando una salida a su problema.

Luego de dormir muy poco se levantó de la cama, fue a la cocina y encontró a todos desayunado, al verla Julio se paró rápidamente y le dio su puesto, Verónica le preparó una arepa con queso que era lo único que toleraba en las mañanas y su nana le sirvió su vaso enorme de tomate de palo.

Mientras que Consuelo le daba los buenos días con una enorme sonrisa, esos pequeños detalles la hicieron sonreír de nuevo.

—Gracias, no sé qué haría sin ustedes. —Dijo Vicky con un nudo en la garganta.

—No tienes nada que agradecer prima —le respondió Verónica que se sentó a su lado.

—Patroncita aquí estamos pa' las que sea, y deje ya la lloradera, anoche me pegó un susto, yo me encontraba dormidito y de repente escuché un llanto y me dije: Ay Dios mío, llegó la sayona a buscarme porque no defendí a mi patroncita, del catire... comencé a rezar como loco, yo estaba seguro de que el espanto me iba a llevá, con cuidaíto me asomé a ver donde se hallaba el bicho ese, resulta que era usted, llora que llora... esas cosas no se hacen, matar a un pobre cristiano así, con un susto.

Vicky no pudo aguantar la risa.

—Mira Julio te salvas que no te doy un pellizco porque estoy desayunando, y yo no estaba llorando, era que tenía un poco de alergia.

—Yo no sabía que llorá a moco suelto, ahora se le llamaba alergia — comentó el hombrecillo en tono jocoso.

—Julio si Vicky no te da tu trancazo, yo si te lo voy a dar por salío.

Todas las mujeres se rieron.

Una vez terminaron de comer, Dolores y su hermana salieron con Julio a realizar unas compras, mientras que Verónica se quedó con María Victoria.

—¿Te sientes mejor, prima? — Le preguntó la joven, sentándose a su lado.

—No, pero tengo que estarlo por mi bebé. — Respondió Vicky con una mueca de sonrisa.

—¿Y qué piensas hacer ahora, crees que Luis Fernando regrese?

—No lo sé, pero me ha dicho que me tiene vigilada, para que yo no huya a ningún otro lado, ¿has visto el descaro que tiene al decirme que no huya? Cuando el mismo dio la orden de que me botaran de Los Sauces y anuló nuestro matrimonio.

—Sí, es muy extraño — comentó Verónica pensativa — si lo que quería es que te fueras, ¿por qué vendría y además diciéndote esas cosas? Todo es muy raro.

—No quiero pensar en lo que hablamos, ahora solo me importa mi bebé, no puedo permaneces aquí Vero.

—Pero, ¿a dónde iremos, no tenemos mucho dinero?

—No podemos huir todos porque se darían cuenta, pero si solo me voy yo, no levantaremos sospechas.

—No, estás loca, ¿a dónde iras? Dolores no va a aceptar eso, ni Julio, ni yo.

Vicky sonrió con melancolía.

—Me iré a Caracas, allá tengo amigas, conocidos que pueden ayudarme, Luis Fernando no podrá encontrarme, no hago esto por mí, sino por mi hijo, si Micaela o mi padre se enteran de que estoy embarazada... No quiero ni pensar en lo que podrían hacerme.

—Vicky, no me pidas que te deje marchar sola, entiendo todo lo que me dices, pero yo iré

contigo, no me perdonaría que algo te pasara, eres mi familia y te quiero mucho.

María abrazó a su prima, estaba muy sensible últimamente.

—De acuerdo, pero mi nana no debe enterarse, ni Julio, tenemos que hacer esto sin que ellos se den cuenta y lo haremos esta misma noche.

—¿Hoy?

—Sí, necesito sentirme en paz y aquí ya no me siento tranquila, la angustia me invade, debo alejarme cuanto antes.

—De acuerdo, lo haremos esta noche.

—Me voy a vestir, vamos a dar una vuelta por el pueblo, necesitamos saber cuantos hombres son los que me están vigilando.

Una hora después, las dos mujeres salieron de la casa y caminaron por las calles de Guanare, dieron una larga caminata, en la que pudieron apreciar que eran tres hombres que las seguían, mientras que otro siguió a Dolores y a los demás cuando se los encontraron en el camino.

Los planes que tenía María Victoria era llegar a Caracas, establecerse y conseguir un sitio donde no la pudieran encontrar, luego mandaría a buscar a su nanita y a Julio, porque de ningún modo permitiría que su amigo volviera a san José, allá no era bienvenido por ninguna de las dos familias.

Redactó una carta explicándole todos los motivos y razones a Dolores y le prometió que pronto volverían a encontrarse, también dejó las indicaciones de lo que tenían que hacer para despistar a los hombres que permanecían vigilándola, para que no sospecharan que ella había escapado.

El día transcurrió con normalidad, trabajaron en el local, tomaron su cafecito de la tarde, echaron cuentos de antaño y ya en la noche Dolores y Consuelo se acostaron a dormir, porque las pobres parecían gallinas, apenas se ocultaba el sol caían rendidas y Julio iba más atrás.

Sin que las vieran, las dos mujeres prepararon un pequeño bolso, metieron algunas provisiones para el camino y el poco dinero que Vicky tenía ahorrado.

Después de la media noche, salieron por la puerta de atrás de la casa, sin hacer ruido, a conciencia habían apagado todas las luces que alumbraban la vivienda por fuera, para que así nadie se diera cuenta de su huida.

Iban descalzas para que no se escucharan sus pisadas, se metieron por el monte, así disminuían la posibilidad de ser descubiertas, habían avanzado al menos unos 100 mts, Vicky y Verónica sonreían porque estaban a muy poco de salir a la carretera, pero de pronto María Victoria sintió que una mano la jalaba del brazo y detenía su avance.

Un brazo de acero la rodeó, todo estaba oscuro, no podía ver nada, mas un aroma que la enloquecía y que lo conocía de memoria le hizo saber quien la había agarrado con tanta posesividad, tener su cuerpo pegado al suyo la hizo recordar todos sus momentos juntos y cuando la boca de Luis Fernando recorrió sutilmente su cuello, casi suelta un gemido de placer, sus labios recorrieron su erizada piel hasta situarse muy cerca de su oído para susurrarle:

—Te advertí que no intentaras escapar querida esposa, ahora tendrás que afrontar las consecuencias.

Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora