Capítulo 23

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Luis Fernando se quedó pensativo y la escudriñó con sus preciosos ojos.

—¿Arrancarnos? —Preguntó con suspicacia.

Ella sonrió ampliamente y él se perdió en esa sonrisa.

—Te voy a contar un secreto, algo maravilloso, que hicimos tú y yo. —Ella agarró su mano y la colocó en su vientre.

Él levantó la ceja.

—¿Es lo que estoy pensando? —preguntó sorprendido.

Vicky asintió sonriendo.

Luis Fernando se quitó encima de ella para colocarse a su lado y sin quitar su mano acarició su vientre.

—Vamos a tener un hijo —le susurró ella dulcemente.

Luis Fernando le acunó el rostro con las manos.

—Pensé que tenerte aquí en mi cama, haciéndote el amor después de tanto tiempo era mi mayor regalo, pero esto—colocó nuevamente su mano en su vientre —lo supera todo, me haces un hombre inmensamente feliz, mi amor.

Luis Fernando la besó con ansia y la encerró en un fuerte abrazo.

Perdieron la noción del tiempo mientras sus cuerpos se acariciaban y se deleitaban en su mutua compañía. Se dejaron llevar por la maravillosa sensación de expresar el amor que sentía el uno por el otro.

Los dos estaban cubiertos de sudor, pero no dejaron de saborearse; seguían

disfrutando de la pasión que al fin podían compartir.

Luis Fernando se encontraba extasiado por el hecho de tener a Vicky nuevamente desnuda y tumbada sobre él. Sentía sus pechos aplastados sobre su torso. Su amor por ella brotaba de lo más hondo de su alma.

La rodeó con los brazos y la atrajo aún más hacia él. Notó cómo sus caricias se ralentizaban y su respiración se hacía más relajada y uniforme.

—Quiero que me perdones. —Dijo ella en su susurro.

—¿Por qué? —preguntó Luis Fernando mientras le acariciaba la espalda.

—Porque yo no debí irme ese día, no debí creerle a ella, tenía que haberte esperado, enfrentarte, pedirte explicaciones.

—Ya eso pasó.

—No quiero que no haya ninguna duda entre nosotros.

—Ya no las hay, yo no tengo duda alguna de lo que sientes por mí y tú jamás dudes de lo que siento por ti, te fui a buscar porque la sola idea de tenerte lejos estaba acabando conmigo y me importaba muy poco si te estabas con alguien, me encontraba dispuesto a todo por ti, me tienes loco, carricita.

—Loca me tienes tú a mí, mi catire precioso.

Él sonrió.

Vicky volvió a recostarse en su pecho.

—Cuéntame que ha pasado con mi familia... Mi papá, Alejandro... El Morichal, al irme a Guanare perdí todo contacto con el pueblo.

—¿No sabes nada? —preguntó sorprendido.

Ella se apartó de él y se sentó en la cama.

—¿Nada de qué? ¿Le pasó algo a Alejandro? —La voz de Vicky denotaba

angustia.

—Tranquila, tu hermano está bien. —Respondió tranquilizándola.

—¿Qué ocurrió entonces?

—Cuando te marchaste, yo quedé dolido, herido, deseaba hacerte pagar lo que me habías hecho, por lo tanto, arremetí contra El Morichal, le quité el ganado a tu padre, los puse en jaque, quería que vinieras y me reclamaras, buscaba la manera de que regresaras, coloqué gente dentro de la casa para que escucharan todo y me informaran de tu paradero —él tomó la mano de Vicky y se las besó —Un día me encontré con Andreína en el pueblo y ella se me acercó a saludarme, yo aproveché ese acercamiento para ponerla de mi parte.

Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora