Capítulo 28

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Luis Fernando no le tembló el pulso ni un solo instante, cobró la venganza, ya todo estaba terminado para él, con la muerte de Antonio Araujo las deudas quedaban saldadas. Ver el cuerpo de su enemigo tirado en el piso y con los ojos abiertos, no le dio satisfacción alguna, en ese momento, lo único que le importaba era su hermano.

Micaela sonreía al ver a Antonio, a su verdugo, muerto, no era consciente de nada más, no era consciente de que su hijo estaba tirado en el piso desangrándose con una bala que traspasaba su pecho, para ella lo único importante era la sangre que corría del Araujo. El grito de Luis Fernando fue que la sacó de la bruma, de felicidad en la que se encontraba.

—Busca un médico, Jared está perdiendo mucha sangre. —Luis Fernando presionó la herida con un paño que Micaela le entregó a pedido de él para detener el sangrado.

Jared se encontraba muy pálido, pero recobró la consciencia por unos minutos, tiempo que aprovechó para advertir a su hermano, lo hizo cuando se percató que Micaela había salido de la habitación.

—Tienes que... ir ... En busca... de las mujeres —Le costaba mucho hablar, todo le daba vueltas —están en peligro... hay hombres de... Antonio allá.

Un frío del terror recorrió la columna de Luis Fernando.

—¿Estás seguro?

—Sí, date prisa... Ellas... Corren peligro —él agarró la mano de Luis Fernando donde tenía la compresa haciéndole presión —No dejes... que le hagan daño... Yo estaré bien.

Luis Fernando lo cargó con mucho cuidado y lo colocó en la cama de su madre, no quería separarse de su hermano, pero tenía que hacerlo.

Al salir de la casa se encontró con su madre, que venía con el brujo Celu para que atendiera a Jared.

—¿A dónde vas? —le preguntó Micaela al verlo.

—Tengo que irme ¿Dónde está el médico?

—Ya lo mandé a buscar, pero mientras tanto Celú lo atenderá, él sabe de estas cosas.

—Quiero a un doctor atendiéndolo y cuando yo regrese, quiero a mi hermano con vida ¿Me has entendido mamá?

—¿Crees que quiero que Jared muera?

—No lo sé, dímelo tú.

—No, no quiero que muera ¿Satisfecho?

—Muy satisfecho —Luis Fernando hizo el amago de continuar caminando, pero Micaela lo detuvo.

—¿A dónde vas?

—Me voy a la hacienda.

—¿Vas a irte con tu hermano, está malherido? No puedes hacerlo, te necesito aquí.

Luis Fernando se soltó y no le contestó, corrió hacia su caballo y salió a galope como alma que llevaba el diablo.

—Ve detrás de él, negro, —Le dijo Micaela a Eusebio que se mantenía a una distancia prudente para no chocar con el catire —No dejes que esos malditos le hagan daño.

—Con todo el respeto que usted se merece doña, su hijo sabe cuidarse muy bien, además, yo no soy santo de su devoción y lo que me puede sacar de allá, es a punta de plomo.

—Es un riesgo que vas a correr, porque yo te lo ordeno, cuída a mi muchacho... además te recuerdo que esos salvajes están en la hacienda y que mi hija Hadassah puede caer en manos de uno de ellos, ¿permitirás que le pase algo? ¿No sería bueno que aprovecharas esta oportunidad para congraciarte con ella?

La habilidad de Micaela era encontrar las debilidades de las personas y usarlas a su favor y así que Eusebio haría lo que ella quisiera, siempre, porque ya sabía que su debilidad era Hadassah y no dudaría en usarla a su beneficio.

Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora