Capítulo 4

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Siempre que el amor y el odio compiten es el amor quien vence

Esa noche cuando su hermana le confirmó que la mujer que amaba se había marchado con otro, el alma abandonó su cuerpo, para Luis Fernando la perdida de Elizabeth a la que, en el momento en que la conoció la consideró el amor de su vida, le dejó el corazón hecho pedazos, mas con el tiempo logró reconstruirlo, y aunque fue cauteloso en un principio, María Victoria lo arrastró a la locura, pero su traición le aniquiló el corazón, ella lo destruyó sin disparar ni una sola bala, la hija de Antonio Araujo acabó con lo bueno que había en él, maldijo cada uno de los momentos que pasó con ella y se juró hacerla pagar por haberlo traicionado, ya no tendría contemplaciones con esa familia, porque los Araujo le habían arruinado su vida, desde mucho antes de que él naciera.

Lo primero que hizo fue ordenar que le recogieran todas sus pertenencias, decidió marcharse a la casa que fue de sus abuelos, ya no viviría en Los Sauces, esto fue un golpe fuerte para Micaela porque no se le cruzó por el pensamiento que su hijo tomara una decisión tan drástica y repentina.

—No puedes irte, esta es tu casa —le reclamó ella. —Son tus tierras, tus peones, todo

lo que está aquí es tuyo, no puedes largarte porque esa maldita mujer se largó con otro hombre. —Micaela no perdía oportunidad para clavar el puñal más hondo en su pecho cada vez que podía.

Luis Fernando respiró profundamente y se contuvo porque la que estaba frente a él era su madre.

—No tengo por qué darte explicaciones, esa también es mi casa y desde allí haré lo mismo que hago aquí.

—Lo que me dices es un absurdo, aquí está tu familia, nada haces en esa casa solo.

—Eso es precisamente lo que deseo, estar solo.

—No puedes estar sin seguridad, Antonio puede aprovecharse de eso y enviar a sus hombres para que te ataquen.

—Yo sé cuidarme perfectamente y para tu tranquilidad, unos cuantos hombres estarán allá.

—¿Pero qué sentido tiene el marcharte? La casa de tus abuelos le falta arreglo, yo quiero que tú estés bien, que no te falte nada.

—Yo la vi perfectamente, hace un par de días cuando fui, tanta insistencia me confunde, ¿hay algo más que yo deba saber?

Por supuesto que había algo más, esa casa era el lugar de encuentro de Micaela con Alejandro y aunque las cosas entre ellos se habían enfriado, la doña de Los Sauces no perdía la esperanza de reanudar los amores con el primogénito de Antonio Araujo.

—No hay nada más que debas saber, ya todo está dicho, si te quieres ir vete, pero te vas si mi bendición. —Su tono de reproche no hizo mella en él.

—Creo que puedo vivir si eso —no dijo nada más. Salió de la casa y le ordenó a Pablo que llevara su equipaje a la casa de los Mattordi, luego reunió a sus hombres y se montó en su caballo y salieron de Los Sauces, pero Luis Fernando no le reveló a su madre lo que verdaderamente tenía en mente.

Fue a partir de ese día que se armó una guerra cruenta entre Los Montenegro y los Araujo, ya que Luis Fernando ordenó vaciar los corrales de El Morichal.

Antonio, cuando vio que el número de su ganado iba disminuyendo día a día, no le quedó duda que eran sus enemigos y no dudó en hacer lo mismo, solo que el Montenegro esperaba el asalto en cualquier momento y varios hombres de Antonio salieron heridos, y cada vez que intentaban una arremetida, en Los Sauces lo recibían a plomo. Después El Morichal fue perdiendo sus grandes yeguas y sementales, y por si fuera poco, el tiempo también se volvió en su contra, porque las lluvias comenzaron a caer a antes de lo esperado y todas las cosechas de melón y patilla se perdieron, llevándose las últimas esperanzas de los Araujo.

Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora