Capítulo 7

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San José de Tiznado, estaba nuevamente consternado porque la muerte volvía a azotar al pueblo, otro Araujo había muerto, las circunstancias no estaban muy claras, ya que se encontraban testigos que afirmaban que el mismo Antonio Araujo había matado a su sobrina, pero eso era un cuento tan horrible, descabellado y demasiado atroz, que la gente no podía creerlo, la otra versión donde se decía que Luis Fernando Montenegro era el que la había matado, les parecía más creíble y ese fue el rumor que más se propagó.

Las autoridades de San José se hicieron de la vista gorda porque nadie en su sano juicio osaría meterse entre esas dos poderosas familia, el prefecto del pueblo, que era el mandamás, le temía tanto a Micaela como a Antonio, por lo tanto, en el acta de defunción rezó que la joven Andreina Araujo murió por un accidente, una bala perdida fue la que le cegó la vida, así que otra muerte quedaba impune en aquel pueblito.

Alejandro se encontraba en El Morichal en el momento en que llegó el cuerpo de Andreína envuelto en sabanas, cuando descubrió el cadáver de la joven, lloró amargamente, él no sabía lo que ocurrió, por lo que creyó en un primer momento que la muchacha había muerto a manos de sus enemigos, porque Antonio no volvió a regresar a la casa desde la fatal noche.

Alejandro Araujo se llenó de ira y de una sed insaciable, de venganza y en la efervescencia de esos sentimientos decidió tomar la justicia por su propia mano, decidido se encontraba en a ir a Los Sauces, pero como cosa de Dios, llegó unos de los hombres de confianza de su padre, herido.

—¿Manuel que sucedió anoche en Los Sauces, quien de los malditos Montenegro mató a Andreína?

El hombre se quejaba del dolor y la sangre corría por su pierna herida, miró a Alejandro, debatiéndose entre contarle la verdad o mentir, para salvaguardar a Antonio, pero luego pensó en sus amigos que habían muerto esa noche, en esa cacería a la que su patrón los había expuesto.

—Habla, te lo ordeno —exigió un feroz Alejandro — ¿Fue Luis Fernando? O ¿Micaela?

—Ninguno de los dos, patrón, a la joven Andreína no la mató ningún Montenegro.

Alejandro lo miró sorprendido.

—¿Quién fue? —Volvió a preguntarle.

—El que mató a la joven fue su taita, don Antonio.

—¿Mi padre? Que locura estás diciendo.

—A si mismitico como lo oye, el patrón fue que le disparó a la señorita, ella estaba hablando con el catire Montenegro cuando recibió los disparos por la espalda, toiticos los que quedamos vivos, lo vimos.

—Pero, ¿por qué hizo algo así? —Preguntó Alejandro sin poder creer lo que Manuel le estaba contando.

—Seguirito fue un accidente, a lo mejor le falló la puntería, pero fue el patrón que la mató.

Alejandro indagó entre los demás peones y fue hasta el dispensario del pueblo donde se encontraba dos de sus hombres heridos y estos le contaron la misma versión.

El joven no podía creer que su padre, hiciera semejante aberración. Estaba convencido de que no fue un fallo de puntería, porque si algo tenía Antonio, era que donde ponía el ojo, ponía la bala, su puntería era excelente.

Alejandro comprendió que su padre había matado a su prima con toda la intención.

La gente en el Morichal, se encontraban afligidos y con una profunda pena, ya que Andreína se había ganado el afecto de todos los que allí convivían, su tía lloraba desconsoladamente, pero, por otro lado, le daba gracias a Dios, de que su hija Verónica, estuviera lejos de ese lugar, porque entre tanta maldad, cualquiera pudiera ser objeto de tanto odio.

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Mientras tanto, en Los Sauces, todo marchaba con normalidad, aunque Luis Fernando no dejaba de sentir una profunda pena por la muerte de Andreína.

—Quita esa cara hermano, ya nada puede hacerse, el perro Araujo más temprano que tarde pagará por todos sus crímenes, nosotros se las cobraremos una a una.

—De eso no tengo duda alguna... ¿Está listo el ganado para el viaje? —Le preguntó Luis Fernando.

—Si, ya están en los camiones.

—Perfecto, cuando estés en Guanare, habla con otros ganaderos para ver si compramos unos cuantos búfalos, pero eso sí, de la mejor calidad.

—No tienes ni que decírmelo, Tranquilo que yo me encargo.

—Entonces que tengas buen viaje y tráeme buenas noticias — Le dijo Luis Fernando sonriendo, mientras abrazaba a su hermano.

—Te traeré las mejores —Respondió Jared también riendo.

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El menor de los Montenegro emprendió el viaje a Guanare, al llegar a la ciudad vendió el ganado en su totalidad, sin problema alguno, una vez estando allí habló con unas cuantas personas importantes y llegó a un acuerdo con uno de los ganaderos más influyente de la ciudad, que tenía los animales más espléndidos, tal como que ellos lo querían, quedaron en encontrarse en la ciudad para hacer el negocio.

Jared decidió dar una vuelta por el sitio mientras esperaba la llegada del que sería su nuevo socio comercial, ya estaba oscureciendo, casualmente iba pasando por la iglesia cuando las campanadas anunciaron el final de la misa, el joven por alguna razón se paró a una distancia y contempló la enorme iglesia y a las personas que salían del recinto, de repente sus ojos vieron a una linda muchacha, Jared vio detenidamente a la chica y de inmediato la reconoció por su hermoso cabello caoba, su deliciosa piel de porcelana y esos labios carnosos que le recordaban a las fresas y que eran muy difíciles de olvidar, era la prima de su cuñada, en ese momento todo su cuerpo se puso en alerta, en ese instante olvido todo, hasta del compromiso que tenía, sin pensarlo mucho siguió a Verónica a una distancia prudencial, él tenía el presentimiento que ella lo llevaría a la persona más buscada, por su hermano.

La joven caminaba tranquila, sin sospechar que estaba siendo acechada, después de caminar un par de cuadras, llegó a su destino.


Julio estaba afuera barriendo la entrada de una humilde casa, Jared lo reconoció al instante, él saludó a la joven y luego el hombrecillo siguió en lo suyo, minutos después salió de la casa, María Victoria Araujo y él sonrió complacido, la había encontrado.

Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora