Capítulo 26

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Al día siguiente Micaela se encontraba en su despacho escribiendo una carta, cuanto tocaron la puerta.

—Adelante.

Un muchachito hijo de uno de sus trabajadores abrió la puerta.

—Con su permiso doña.

—Pasa.

Micaela metió la carta en su sobre y lo cerró, se levantó y caminó hacia el jovencito.

—Vas a ir hasta la hacienda de Los Mattordi y le vas a entregar esta carta en las manos a Luis Fernando y vas a esperar la respuesta, no regreses sin la contesta, porque si no te voy a romper la piel a cuerazo ¿Has comprendido?

El chico asintió.

—Lo haré como usted me dice, doña —dijo asustado.

—Más te vale.

🤠🤠🤠🤠🤠🤠

La casa de Los Mattordi había agarrado vida con sus nuevos huéspedes, se sentía la algarabía por cada rincón, parecía un hogar y todos lo que estaban allí conviviendo disfrutaban de encontrarse en ese lugar lleno de tanta historia, el amor flotaba en el ambiente.

Dolores había agarrado el control de la cocina y estaba entrenando a dos mujeres que había llegado nuevas, eran chicas humildes que necesitaban trabajar y ella se ofreció gustosa a ayudarlas.

Julio había sido nombrado ayudante del capataz y estaba de un engreído que nadie lo soportaba, caminaba como si no quisiera tocar el piso, eso le duró hasta que Dolores lo bajó de las nubes a punta de escobazo.

Hadassah y Verónica pasaban horas encerradas en sus habitaciones poniéndose al día con todas las cosas que tenían que contarse, estaban tranquilas y felices de estar alejadas de las personas que le hacían tanto daño.

Jared por su parte, estaba abocado al trabajo en las tierras y de los animales.

Y los esposos Montenegro muy poco se les veía la cara porque se la pasaban recuperando el tiempo perdido.

Esa tarde estaban caminando por el lugar, Luis Fernando quería mostrarle todo el trabajo que su abuelo Jaudiel había hecho cuando llegó del extranjero, de repente un jovencito corriendo se le acercó.

—La doña le ha enviado esto, patrón. — Le entregó la carta.

Luis Fernando la abrió y la leyó.

—¿Qué quiere? —Le preguntó María Victoria con desconfianza.

—Me pide que vaya a Los Sauces, que es urgente. —Luis Fernando miró al chiquillo —dile que un rato estaré allí.

El muchacho asintió y salió corriendo, al verlo alejarse María Victoria agarró del brazo a su esposo.

—No vayas, Micaela es mala, puede estar tramando algo —ella miró a su alrededor — al menos espera hasta mañana.

—Mi amor todo estará bien, tengo que ir, ella no acostumbra a hacer estos

llamados, quizás sea algo importante.

—Tengo miedo —dijo Vicky refugiándose en su pecho —me aterra que invente algo y vuelva a separarme de ti.

Luis Fernando se separó de ella y acunó su rostro entre sus manos y la miró a los ojos.

—Nada me va a separar de ti y de mi hijo, iré y vendré máximo en un par de horas y ya sabes lo que quiero a mi regreso.

—¿No te cansa?

—No —respondió él riéndose

—¿Tú sí?

—No —contestó Vicky uniéndose a su risa —prométeme que volverás pronto.

—Lo prometo mi amor.

Luis Fernando fue a la caballeriza en busca en su caballo cuando se encontró con Jared, este se asombró al verlo preparar al animal.

—¿Vas a algún sitio?

—Micaela me pide que vaya a Los Sauces.

—¿No te dijo para qué?

—No.

—Yo voy contigo.

—No es necesario, me sentiría más tranquilo si te quedaras aquí.

—Y yo me sentiría más tranquilo acompañándote, Pablo y los demás están resguardando el lugar, pero ¿a ti quien te cuida?

—Eres un hueso duro de roer, Jared

—Imito a mi hermano mayor. — Dijo en tono jocoso.

—De acuerdo, vamos. — Respondió Luis Fernando en el mismo tono.


🤠🤠🤠🤠🤠🤠

Julio esa tarde había tomado la decisión de visitar a su gran amor Elenita, pero como él era tan conocido por la gente de Los Sauces y de El Morichal, se le ocurrió vestirse como un loquito de carretera y metió en una bolsa su ropa de gala para conquistar nuevamente a su noviecita. Él solía irse por el monte porque así nadie se daba cuenta de su presencia y burlaba la seguridad de las haciendas, fue así que cuando iba caminando por un montarral vio a unos hombres apostados muy cerca de la hacienda de Los Mattordi, se acercó sigilosamente para ver quiénes eran.

—Ya falta poco, el jefe dijo que en lo que se ocultara el sol, podíamos entrar.

—En esa hacienda se ve que hay bastante plata, de ahí salimos rico.

—Yo lo que quiero es una mujer.

—Nosotros queremos lo mismo y por lo que dijo el patrón allí hay muchas—los tres hombres se rieron.

—Yo voy a echar una cabeceaita porque al sol le falta como dos horas para ocultarse.

—Camarita, duerma tranquilo que nosotros lo despertamos para da el golpe en los Matodi esos

Julio abrió los ojos sorprendidos, comprendió que esos hombres acechaban la hacienda, observó con más detenimiento y vio que el aspecto de ellos era de

rufianes, de gente muy mala, se persignó varias veces, estaba pensando en que hacer cuando sin querer soltó la bolsa que tenía en las manos, haciendo que el ruido alertara a los hombres.

Estos escudriñaron la zona y vieron al hombrecillo oculto en los matorrales. De inmediato fueron hasta él y no tenían muy buenas intenciones.

Julio se encomendó a Dios, porque quizás ese era su último día en la tierra.

Mis amores, espero que le haya gustado este maratón... ¿Por qué Micaela habrá mandado a llamar a Luis Fernando? ¿Correrá la sangre también del pobre Julio? Espero sus mordaces comentarios... Les mando un abrazo enorme y no tardaré en actualizar.

Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora