Capítulo 10

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María Victoria se quedó paralizada, le parecía imposible que Luis Fernando estuviera frente a ella. Lucía amenazante, feroz, salvaje.

Todas las células de su cuerpo reaccionaron ante su presencia, su rostro era igual de hermoso que siniestro, por instinto ella intenta escapar de él, pero Luis Fernando adivinando sus movimientos saltó hacia ella y la agarró fuertemente por los hombros.

— ¿No es muy pronto para que salgas huyendo? ¿Tanto miedo tienes a lo que pueda hacerte? —Le preguntó él con sarcasmo.

—Yo no te tengo miedo, ese sentimiento no existe para mí.

—Tan altiva y arrogante, sin un ápice de arrepentimiento, así son todos ustedes los Araujo, incapaces de hacerse responsable de sus viles actos. — Le reprochó él.

—Los Araujo jamás bajamos la cabeza hacia nuestros verdugos.

— ¡Qué cínica eres! —Luis Fernando la soltó.

— ¡El único cínico eres tú! ¿Cómo te atreves a presentarte aquí? Después de todo lo que pasó.

—Vine a comprobar con mis propios ojos la vida que escogiste.

—¿Qué yo escogí? Será la vida que ustedes me obligaron a llevar ¿A eso viniste? ¿A burlarte de mí? ¿Eso es también parte de tu venganza? ¿Humillarme?

— ¿Ahora me echas la culpa a mí? —Preguntó Luis Fernando con incredulidad —Tu descaro no tiene límites.

—Tú eres el que no tienes límites ni escrúpulos… Lárgate, no quiero verte nunca más, te odio.

Él la volvió a agarrar por los brazos, pero ella se soltó.

— Que bueno que se acabaron las hipocresías, me gusta más así, tus sentimientos querida esposa son totalmente correspondidos, yo también te detesto, eres una sinvergüenza, una mujer rastrera y embaucadora, como lamento haberte conocido y lamento mucho más el haberle dado mi apellido a una cualquiera como tú.

La mano de María victoria se alzó para abofetearlo furiosamente.

Luis Fernando la volvió a agarrar por los brazos y la pegó contra la pared, estaba furioso.

—No vuelvas a ponerme una mano encima — rugió, mientras la tomaba por el cuello.

María Victoria sintió como la respiración de él chocaba con la de ella, su pecho aprisionaba el suyo, sus ojos llenos de fuego la quemaban, pero eso no le impidió que siguiera luchando:

— Si insistes en humillarme, me defenderé… Vete de una maldita vez y déjame en paz, ¿no es eso lo que querías? ¿Deshacerte de mí?

Luis Fernando esbozó una mueca de sonrisa.

—¡Deja de mentir! Me acusabas desde un principio que te había engañado, cuando tú eras mil veces peor… solo a una persona he despreciado en toda mi vida, ya que me arrebató el derecho de tener un padre, pero tú, María Victoria, le has quitado ese puesto a Antonio y ten esto muy en cuenta, contigo no voy a tener piedad—él le susurró al oído — No intentes escapar porque esta vez no te será tan fácil huir de mí.

Luis Fernando la soltó, la observó por última vez y salió de allí, dejando a una Vicky temblorosa, que se fue deslizando por la pared hasta sentarse en el piso mientras lloraba amargamente.

Allí fue donde la encontró Dolores y Julio.

—Patroncita, ¿Qué le pasó?

—Mi amor ¿Por qué estás así? ¿Por qué lloras de esa manera?

—Nana —Balbució al ver a la mujer que se agachó para verla a los ojos —estuvo aquí nanita, Luis Fernando estuvo aquí.

—¿El catire estuvo aquí?

Vicky asintió.

—Ese sinvergüenza se apareció aquí ¿Por qué no me llamaste? ¿Te hizo daño?

—Me hizo daño aquí, nana —Vicky se tocó el corazón y ya no habló más porque las lágrimas se agolparon de nuevo y no las pudo detener.

Julio la levantó en brazos y la llevó a la habitación y se quedaron con ella hasta que el té de manzanilla y unas gotas de valeriana la tranquilizaron y pudo quedarse dormida.

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Jared entró a la casa de los Mattordi en busca de su hermano, él presentía que Luis Fernando no estaría nada bien, después de haber regresado de Guanare.

Abrió la puerta del despacho y allí lo encontró, parado a un lado de la ventana, observando a la nada, con un vaso lleno de licor, al mirar hacia el escritorio de caoba vio la botella de brandy, comprendió que sus sospechas eran ciertas, su hermano no era dado a la bebida, así que el encuentro con su esposa tuvo que haberlo afectado más de lo que pensó.

—La vi —le dijo Luis Fernando en el momento en el que Jared se acercó, su voz era ronca y quebrada —estaba en esa casita humilde, arreglando unas mesas, tal como me dijiste, María Victoria estaba allí, preciosa con su hermosa cabellera rizada, tan encantadora como siempre, está más delgada y ojerosa, más eso no le resta nada a su belleza, me quedé como un imbécil contemplándola, nervioso, asustado, pero al mismo tiempo lleno de rabia, porque en lugar de confrontarla de inmediato, lo único que deseaba era acercarme y estrecharla entre mis brazos, por unos segundos me quedé en blanco, no sabía que decir, todo ese odio que he sentido todo este tiempo se disolvió y solo quedó este maldito amor que siento por esa mujer que me atraviesa el pecho, por unos segundos olvidé su traición, en esas milésimas de tiempo lo olvidé todo.

Luis Fernando apretó el vaso que tenía en su mano por un momento su hermano pensó que lo rompería.

—¿Y qué pasó después? —Pregunto Jared.

—Se quedó petrificada cuando me vio, como si yo fuera un espanto, jamás pensó que la encontraría, trató de huir de mí, me enfurecí y eso me hizo recordar porque me encontraba allí, le reclamé y es tan cínica que me echa la culpa a mí, me reprocha como si yo hubiese sido el culpable, es una farsante, hábil en el arte de la mentira.

—¿Qué piensas hacer ahora?

—No lo sé, por el momento mientras pienso que hago, dejé a varios hombres cuidando esa casa, no permitiré que se largue de nuevo.

—¿Por qué no te olvidas de ella? Esto tiene sentido, tu único objetivo ahora es Antonio, deja que haga su vida y tú sigue adelante, hermano.

—Eso nunca, jamás la dejaré ir.


Mi bella lectora, si te gustó este capítulo no olvides comentar y darle estrellita.


Entre el Amor y la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora