Capítulo 3: Remiendos

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Wonrei coge la bolsa de los libros y baja las escaleras. Entra en la cocina y ve a Lucky mirando por la ventana.

—¿Estás lista? Es hora de irnos.

—Brago aún no ha llegado —le informa su hermana.

—Tendrá algún entrenamiento especial hoy —comenta Danny mientras se levanta de la mesa y se cuelga la bolsa al hombro.

—Me lo habría dicho —dice Lucky, preocupada.

—No le des más vueltas y vámonos, que aún llegaremos tarde —la apremia Wonrei.

—Si viene luego, le diré que ya habéis ido hacia la escuela. —Naimi les da un beso a sus hijos y los despide.

Aunque va con el tiempo justo, Lucky se dirige al aula con ellos. Allí encuentran a Brago, que está guardando los libros en su bolsa. Desde que Lucky los obligó, los tres se sientan juntos, así que Wonrei y Danny se quedan rezagados mientras la chica se acerca a hablar con él.

—No tiene buena pinta. No me gusta la expresión de su cara —interpreta Danny.

Wonrei mira a su hermana y a Brago desde la distancia cuando oye que él grita:

—¡El combate está cada vez más cerca y no puedo seguir perdiendo el tiempo con una inútil que ni siquiera sabe usar su poder!

Wonrei y Danny se quedan atónitos. Ven a Lucky salir del aula a toda prisa y su hermano se marcha detrás de ella.

Al llegar al pasillo, la ve alejarse y la llama. Lucky se detiene y se gira para mirar a su hermano. Tiene las mejillas llenas de lágrimas. Wonrei va a su encuentro y le rodea el cuerpo con los brazos. Ella sigue llorando en su hombro y se dejan caer hasta quedar sentados en el suelo. Poco después, aparece Danny y los abraza.

Los chicos intentan consolar a la mamodo. Ella les dice que no está llorando por la ruptura, sino porque la ha llamado inútil y cree que lleva razón. Quiere demostrarse a sí misma que también es poderosa, pero no puede hacerlo sola y necesita la ayuda de sus amigos, que se la ofrecen sin dudarlo.

Deciden que no van a asistir a clase. Se dirigen a la salida y abandonan la escuela. Dan un paseo por la ciudad y compran algo de comer y de beber. Se van a la montaña de piedras y hablan de cosas banales. No tocan el tema de Brago, Wonrei se ha dado cuenta de que su hermana no quiere nombrarlo.

—Tenemos que hacer un plan para que mejores lo suficiente como para ir al combate —comenta Danny—. Lo ideal sería que tu padre te entrenara.

—Ya lo intentó y no hubo manera. Me echó de la escuela —le responde Lucky.

—Mamá se enfadó muchísimo con él por eso, ¿os acordáis? —añade Wonrei.

—Bueno, pues entonces me encargo yo. No es por presumir, pero soy un luchador excepcional, creo que mejor que tu hermano —fanfarronea Danny.

—Ya te gustaría —le replica Wonrei. Lucky suelta una carcajada—. De los hechizos, lo mejor sería que te ayudara mamá, que es la que más los conoce.

—No podemos pedirle eso. Ya tiene bastante con la tienda —le replica su hermana.

—Bueno, pues entonces me encargo yo —le dice Wonrei—, porque aquí mi amigo don «solo uso un conjuro porque soy el más machote» no creo que te pueda ayudar mucho —se burla de Danny entre risas.

—Los escudos son para los cobardes —asegura Danny con voz socarrona.

—Lo que está claro es que le voy a pedir a Umi que me enseñe cosas sobre el mundo humano. Creo que le voy a alegrar el día —se ríe Lucky.

Umi, la mejor amiga de Lucky, es una enamorada del mundo humano. Además, su poder consiste en encontrar soluciones a cualquier enigma, poseer una memoria fotográfica y analizar al detalle cualquier texto que lea. Es perfecta para ser su mentora.

—No os voy a engañar —comenta Lucky—, me da mucho miedo ir al mundo humano, por eso no quería desarrollar mis poderes.

—Sabes que eso no influye. Si eres potencialmente poderosa, te llaman igual —informa Danny.

—Por eso es mejor que te prepares —le advierte Wonrei.

—No sé si vais a tener la paciencia suficiente para entrenarme —dice preocupada la mamodo.

—Conforme vayas avanzando, te resultará más fácil mejorar. Tengo muchas esperanzas puestas en ti —la anima su hermano con una sonrisa.

Pasan el resto de la mañana y parte de la tarde charlando y riendo de las tonterías que dice Danny para animar a su amiga. Cuando calculan que las clases han terminado y que Umi debe estar ya en su casa, se ponen en marcha para reunirse con ella.

Danny llama a la puerta, los hermanos están detrás de él. Umi abre y se queda incapaz de reaccionar. Los colores suben a sus mejillas al ver al mamodo sonriéndola. Cuando se recupera de la impresión de ver al chico que le gusta en la entrada de su casa, descubre a su amiga detrás y sale a la calle.

—Lucky, ¿qué ha pasado? —le pregunta mientras le da un abrazo—. He ido a clase de Wonrei a preguntarle por qué no habías ido a la escuela hoy y me han contado lo de Brago.

—¿Qué te han dicho? —la interroga su amiga.

—Que te ha insultado a voz en grito y que os habéis ido los tres de clase.

—¿Has visto a Brago? ¿Te ha comentado algo?

—No. Cuando yo he llegado, ya se había ido. Dicen que se ha marchado a mitad de clase sin dar ninguna explicación al profesor —comenta Umi muy alarmada. No concibe que nadie trate con tan poco respeto a los maestros.

—Bueno, chicas —dice Wonrei—. Os dejamos para que habléis de vuestras cosas. Nosotros tenemos entrenamiento.

—Umi, hay algo que Lucky quiere comentarte —le informa Danny antes de guiñarle un ojo. La cara de Umi se pone más roja de lo que ha estado jamás.

Los chicos se despiden y se dirigen a la escuela de Buenso. Al llegar, se cambian de ropa y se ponen los pantalones de entrenar.

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