Capítulo 48: Reproches.

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Brago y Sherry siguen a Sofis, quien va delante de ellos. El mamodo volador les lanza de vez en cuando algún ataque explosivo, pero Brago los desvía con la mano mientras se queja de sus tretas infantiles.

Sofis los guía a través de las montañas. Busca lugares estrechos para poder provocar avalanchas de rocas, pero Brago es demasiado poderoso como para caer en unas trampas tan estúpidas.

—Bah. Ya sabemos que tienes a Coco escondida —se queja Brago—. Deja de una vez esta estrategia absurda de ganar tiempo y empieza a luchar de verdad.

—No esperes que aparezca Coco y atácanos con tus hechizos más poderosos —le ordena Sherry.

—¿Estás segura de lo que dices? ¿Me pides que me emplee a fondo cuando ni siquiera has comprobado si Coco está bien? —le pregunta Sofis, fingiendo preocupación—. Estoy seguro de que, por ese motivo, vosotros tampoco habéis atacado con vuestros hechizos más potentes, porque todavía no la habéis visto.

«Es asquerosamente astuto. Sabe muy bien cómo funciona la mente de las personas», piensa Sherry con rabia.

Sofis intenta ganar tiempo, ya que no entraba en sus planes que esa pareja fuera a buscarlo el mismo día de la intrusión del otro grupo de desgraciados, así que necesita que Coco reúna las fuerzas suficientes para acabar con ellos, por eso la tiene escondida. Está furioso porque han derrotado a sus esbirros y ahora no tiene un ejército de mamodos a sus órdenes.

Les lanza un Dioga Teoradom, una bola explosiva enorme, y Sherry responde con un Dioga Gravidon, que los protege. La explosión destruye media montaña y, cuando se va disipando el humo, una voz dice:

—Vaya, a vosotros tampoco os faltan hechizos potentes. —Sherry tiene a Coco frente a ella. Está tan cambiada que apenas la reconoce—. Bonjour (1), Sherry. ¿Qué te pasa? ¿Volvemos a vernos después de tanto tiempo y ni siquiera me saludas? Pensaba que tenías muchas ganas de verme.

—Es que... has cambiado mucho, Coco. Estás muy diferente —le responde su amiga con una sonrisa. Se alegra de verla de nuevo. No le gusta la imagen que ve pero, al menos, puede comprobar que no está herida. La chica que tiene delante no actúa como su amiga, aunque no importa ya que ella la liberará del demonio que la secuestró.

—¿Has oído eso, Coco? ¡Es un cumplido! —se burla Sofis—. Parece que a Sherry le ha sorprendido tu nuevo aspecto.

El mamodo suelta una carcajada al ver como cambia el rostro de Sherry para mostrar todo el odio que siente hacia él. También le divierte la desesperación de Brago ante la falta de acción. Se pregunta si se habrá enterado de que fue él el quien quemó el libro de su novia pero, por si acaso no es así, no se lo dirá. Prefiere que la única que esté furiosa sea la chica, cabrear al mamodo del libro negro no forma parte de sus planes.

«Ojalá tuviera a Sofis a mi alcance», se lamenta Sherry, apretando con fuerza la empuñadura de su cetro.

—Debo hacerte una aclaración, Sherry —continúa Sofis—. En ningún caso pienses que he obligado a Coco a ponerse esa ropa. Ella misma eligió la que más le gustaba...

—¡Cierra la boca! —lo interrumpe la chica.

—No te enfades con Sofis, Sherry, que lo que acaba de decir es verdad —le informa Coco con dulzura.

Sherry siente tanta rabia que no aguanta más y lanza un Gigano Reis contra el mamodo, pero la bola de energía es más pequeña de lo habitual.

—Qué lástima... —se lamenta Sofis—. Ese conjuro no ha salido tan impetuoso como de costumbre, ¿verdad?

Lo bloquean con un Teoradom y el mamodo no sufre ningún daño.

—Sherry, ¿de verdad creías que Sofis me había lavado el cerebro y que por eso me fui con él? —le pregunta Coco, extrañada—. Él solo me ofreció la oportunidad de mejorar. Descubrí lo divertido que era hacerle daño a seres indefensos y disfrutar del placer de causar destrucción. La Coco que ves ahora es mi verdadera forma. Ya estaba harta de ser una perdedora.

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