Capítulo 10: La determinación de los humanos.

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Durante los siguientes días, Brago intenta entrenar a Sherry. La chica no sabe luchar y le cuesta seguir su ritmo, lo que enfurece al mamodo y se muestra agresivo a diario.

Una mañana, mientras Sherry está trabajando en su despacho, oye gritos que vienen desde uno de los salones. Sale alarmada y ve a varias doncellas temblando de miedo en el pasillo. Entra en el salón y encuentra a Brago que lanza cuchillos a los cuadros, los tapices y los muebles.

—Brago, ¡¿se puede saber que estás haciendo?! —le pregunta sobresaltada.

—Practicar la puntería, ¿es que no lo ves? —le responde con rabia.

—¿Y no puedes practicar donde no haya nadie trabajando?

—Necesito que hayan obstáculos móviles.

—¡¿Obstáculos móviles?! ¡¿Estás lanzando cuchillos a la gente del servicio?! —le grita muy asustada.

—No, los estoy esquivando, por ahora.

—Brago, les das miedo. ¿Podrías entrenar fuera de la casa, s'il vous plait (1)? —le pide Sherry con educación.

—No, fuera no tengo objetivos. Necesito dianas concretas y obstáculos que me dificulten la puntería —le responde con frialdad.

—Por favor, no asustes a los demás y entrena fuera. O si quieres, habilitamos una sala para los ejercicios, pero deja en paz al servicio —le ordena la chica muy seria.

—¡Me tienes ya muy harto! —le grita Brago mientras le da una bofetada que hace que Sherry caiga al suelo.

Albert sale corriendo y se interpone entre Brago y la chica con los brazos en cruz. El mayordomo sigue sin fiarse del mamodo y siempre está alerta por lo que pueda pasar.

—¡Apártate, que me molestas! —le ordena Brago a gritos.

—No me moveré ni un milímetro —dice, con determinación, Albert—. ¡No permitiré que siga comportándose de una manera tan violenta con la señorita Sherry!

—¿Me plantas cara, viejo? ¿Es que quieres que te mate? —lo amenaza el mamodo.

—No... no pasa nada, abuelo. Retírate —le pide Sherry con un hilo de voz aún tirada en el suelo.

—¡Pero señorita...! —titubea el mayordomo.

—Escúchame, Brago —suplica Sherry—. Solo te estoy pidiendo que cambies el lugar de entrenamiento. Si practicas dentro de la mansión, terminarás haciendo daño a personas que no tienen nada que ver con esto. Por eso...

—¡Cállate de una vez! —la interrumpe furioso el mamodo—. ¡A las personas que no tengan nada que ver con esto, las mato y punto! ¡¿Te ha quedado claro?! —Sherry lo mira con los ojos llenos de odio mientras lo escucha—. ¡No voy a ponerme al nivel de unos seres debiluchos y asquerosos como vosotros en los combates! —grita Brago, lleno de ira—. ¡¡Es muy injusto!! ¡Por más fuerte que sea el mamodo, si el humano que le ha tocado en suerte es una piltrafa como tú, estará condenado a perder! ¡Yo voy a ser el vencedor a pesar de tu debilidad porque me mueve la rabia! —continúa fuera de sí—. ¡Y usaré el rencor y la ira que siento para alimentar mis fuerzas! —Agarra a Albert del cuello con la mano izquierda y saca las uñas de la derecha—. ¡Hazme caso, niña! ¡En esta lucha, yo soy el que pone las normas! ¡¡O si no, despedazaré a este viejo frente a tus ojos!!

 ¡Hazme caso, niña! ¡En esta lucha, yo soy el que pone las normas! ¡¡O si no, despedazaré a este viejo frente a tus ojos!!

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