Capítulo 13: Una visita inesperada.

19 3 0
                                    

Una tarde, después de haberse pasado entrenando toda la mañana, Brago interrumpe a Sherry mientras trabaja en su despacho, una vez más, aporreando su ventana sin una pizca de delicadeza.

—¡Sal! —le ordena—. Vienen tres mamodos.

Sherry se levanta con desgana y sale al jardín. Al cabo de pocos minutos, dos mamodos aparecen frente a ellos.

—¿No habías dicho que eran tres? —le pregunta la chica, extrañada.

Brago fija la vista en los contrincantes sin decir nada. Nota un tercer mamodo, pero no sabe de quién se trata ni dónde se esconde.

Con un par de Reis, los mamodos quedan fuera de combate y los libros, en llamas. Brago sonríe con maldad y los humanos salen corriendo aterrados. Entonces, lo siente. El tercer mamodo sigue ahí, está escondido en un árbol.

—Espera, Sherry, hay otro escondido —le dice Brago cuando la chica cierra el libro negro.

—No esperaba menos de ti —se oye una voz oculta en un arce. De un salto, una mamodo baja de una de las ramas y se aproxima seguida de su compañero, quien estaba oculto detrás del árbol.

—¿Qué haces aquí, Lucky? —le gruñe el mamodo, enfadado.

—He venido a verte, Brago. ¿No te alegras? —le sonríe.

Brago le ordena a Sherry que se lleve al humano con ella a la mansión y que los dejen solos.

No puede creer que la tenga delante de él. Pero lo que menos puede entender es cómo ha cambiado tanto su rastro mágico. Por la influencia de los humanos, suele cambiar, pero la transformación que siente en Lucky es absoluta.

Brago le pide que se vaya y, como no podía ser de otra manera, la chica se niega. Sigue tan testaruda como el mamodo la recordaba. Ella le dice que lo ha encontrado gracias a Zeon, lo que no le hace ninguna gracia a Brago, ya que el niñato nunca alberga buenas intenciones.

Lucky lo mira sonriendo mientra se acerca. Brago no mueve un músculo de su cuerpo. Siente que es un espejismo, aún no tiene claro qué hace ahí. Cuando la mamodo llega hasta él, lo agarra fuerte del chaleco, lo acerca a ella y lo besa.

Brago se queda estupefacto. Su corazón empieza a latir con fuerza. Cierra los ojos y se deja llevar al pasado. Ella está ahí, su olor a lavanda ha vuelto. Le toma la cara con ambas manos y le devuelve el beso, pero sus pensamientos le traicionan y del pasado vuelven las palabras que habría deseado no haber dicho nunca:

«El combate está cada vez más cerca y no puedo seguir perdiendo el tiempo con una inútil que ni siquiera sabe usar su poder».

Intenta ignorarlas, pero atacan de nuevo:

«No te preocupes, no significa nada para mí. El pelo tieso aquí presente se puede quedar con las sobras. Lo que he probado no es nada del otro mundo».

Brago siente tanta aversión de sí mismo que no puede seguir traicionándola. Tiene miedo de que lo rechace cuando vea el monstruo en el que se ha convertido. No podría soportarlo. Prefiere no tenerla, a volver a perderla. Le pone las manos en los hombros y la aparta con brusquedad.

—¡Lárgate, Lucky! —le ordena.

Como era de esperar, la mamodo se niega. Ha percibido los sentimientos de Brago y no está dispuesta a renunciar a él de nuevo. El chico intenta engañarla diciéndole que no la quiere, pero ella sabe que no es verdad.

De pronto, presienten a tres mamodos que se acercan. Brago le pide que se refugie en la mansión, pero ella quiere luchar. Cuando sus compañeros salen a su encuentro, empieza el combate y Lucky se convierte en gata. Brago no sale de su asombro. Los ataques que lanza su compañero son precisos y los poderes de Lucky, asombrosos.

En un momento dado, la mamodo le lanza un conjuro a Sherry y desbloquea el Ion Gravirei. Con lo verde que está aún su compañera, Brago no podía ni soñar con desbloquearlo tan pronto y Lucky lo ha hecho con un conjuro simple y sin ningún esfuerzo aparente.

Brago no está tan concentrado como de costumbre porque no puede dejar de maravillarse del espectáculo que presencia. Delante de él, Lucky desbloquea un conjuro Gigano y se transforma en un ángel negro. La chica, que el mamodo siempre había considerado un ser de luz, se ha convertido en el ángel anunciador de los malos augurios. Cuando salen victoriosos del combate, Lucky aterriza a su lado y, sin dudarlo, Brago la agarra de la cintura, la atrae hacia él y la besa.

La coraza, donde el mamodo había encerrado sus sentimientos, se hace pedazos. Las voces del pasado callan para siempre. No está Alyssa, no está Wonrei. Solo importan ellos dos, nadie más. No quiere pensar en lo que pasará cuando acabe el combate. Por primera vez desde hace más de un año, se siente feliz.

Brago nota el sabor salado de las lágrimas de Lucky. No puede soportar verla llorar. No quiere que lo haga nunca más por su culpa. Separa la boca de la de ella y le limpia las mejillas mojadas. La abraza con fuerza y se disculpa por haber sido un cretino.

Se pasan la tarde abrazados junto a un árbol y deciden pasar ahí mismo la noche. El mamodo la tapa con una de las mantas que les ha llevado Albert y ella se relaja a su lado. Están en silencio. Brago le besa la cabeza y siente una vez más su olor a lavanda. Entrada la noche, Lucky se queda dormida abrazada a él.

Brago no puede evitar pensar en todo lo que ha sucedido. Ella no sabe lo que pasó en la ceremonia. No entiende por qué Wonrei no se lo contó. Tanto su hermano como su amigo Danny lo odian. Lo lógico habría sido que le informaran de las monstruosidades que dijo para que ella lo odiara también. Se lo tiene que confesar. Él nunca pensó eso de Lucky y debe saberlo. Es mejor que lo sepa por él que por su hermano. Se lo dirá, pero aún no. Esa noche quiere disfrutar de su compañía un poco más.

A la mañana siguiente, Juan, el compañero de Lucky, aparece hecho una furia y la riñe por haber pasado la noche fuera. Brago se tiene que contener para no partirle la cara por hablarle de esa manera, pero ve la actitud de la mamodo y se da cuenta del afecto que se tienen. Parece más una discusión entre hermanos que entre compañeros de batalla. Cuando Juan les informa de que se van a quedar unos días con ellos, Lucky se lanza a su cuello y lo besa en la mejilla. A Brago le recorre un escalofrío de repugnancia al pensar que Sherry pudiera hace algo parecido con él.

Después de desayunar, Lucky entra en la mansión a asearse. Brago decide hacer lo mismo y se va al río. Se quita la ropa y se mete en el agua helada. Los músculos se le tensan y el pelo le cae a ambos lados de la cara. Se lo echa para atrás y se pone a nadar. A pesar del frío, se siente relajado. Está feliz. Mucho más de lo que jamás ha estado en su vida. Si por él fuera, se quedaría así para siempre, en el mundo humano con Lucky. No quiere volver. No quiere ser rey. No quiere ver a su madre. No quiere que Lucky vuelva con su hermano.

Al pensar en Wonrei, la burbuja de felicidad estalla. Lucky jamás podría ser feliz separada de su hermano. No sabe cómo reaccionará la familia de ella cuando se enteren de que han vuelto. Pero si no aceptaban su relación antes de la ruptura, ahora todo será mucho más difícil.

Mete la cabeza dentro del agua y se pone a bucear para acallar sus temores. Ellos se quieren, no va a volver a tratarla mal. Su familia tendrá que aceptarlo porque él no va a renunciar a ella. Ya cometió ese error y no lo va a repetir.

Sale del río, se viste de nuevo y se pone el pelo hacia arriba para ocultar los cuernos. Cuando llega a la mansión, Lucky lo recibe con un abrazo y le dice que se van a pasear por la ciudad.

—No te vuelvas a lavar con la libertad colgando (1) en el río —le susurra—, que a Sherry casi le da un soponcio.

—Si dejo de hacerlo, será por ti, no por ella —le asegura Brago.

—A mí no me importa que muestres tus vergüenzas en público, siempre y cuando entre el público esté yo —se ríe la chica.

Brago se para en seco y, por primera vez en su vida, se sonroja.


(1) Expresión de Makai equivalente a «en pelotas»

StarmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora