Capítulo 8: Sherry.

14 4 0
                                    

A la mañana siguiente, Brago está acabándose de vestir en su habitación para ir a la Capilla del Altar Mayor, cuando entra su madre.

—¿Qué hace aquí, madre? —le pregunta sin ocultar lo poco que le gusta que entre en su cuarto.

—Solo he venido a desearte suerte —le dice sin mostrar ningún sentimiento.

—No me vuelva a mencionar a la suerte, o cuando vuelva siendo Rey, la echaré del palacio como hizo usted con mi padre —la amenaza.

—Hijo, no seas tan rencoroso... cuando vuelvas como el nuevo Rey, me agradecerás todo lo que he hecho por ti.

Brago coge el libro negro de la mesa.

—Adiós, madre —se despide sin ni siquiera mirarla.

—Espera, Brago, no te vayas que aún no te he dicho algo importante.

El mamodo se para en seco y la mira.

—¿El qué? No habrá venido a decirme que me quiere, ¿verdad?

—No, hijo —le responde con desgana—. Necesito saber si has estudiado bien a tus contrincantes.

—Sí.

—Bien. ¿Quiénes son los número cincuenta y uno, sesenta y dos, sesenta y ocho y setenta y uno? ¿Qué poderes tienen?

—¿Y usted sabe quién es la número cincuenta y dos? —le pregunta con sorna. Su madre lo mira seria. Brago levanta la vista con desgana y responde—: Cincuenta y uno, Kolulu: saca garras afiladas y puede respirar en cualquier escenario, ya sea bajo el agua, bajo tierra o en el espacio. Sesenta y dos, Gofre: es un cachorro, dientes afilados, mandíbula potente, mucha velocidad... Sesenta y ocho, Hana: puede hacer que las plantas crezcan y la obedezcan. Setenta y uno, Ború: siempre lleva flotando a su alrededor unas bolas que utiliza para atacar. Todos son niños pequeños, de la edad de Zeon o incluso menores. ¿Contenta?

Su madre lo mira mientras muestra una sonrisa de satisfacción.

—Muy bien, hijo. Pero hay algo de ellos que no sabes. Vinieron con sus padres a ver al Rey para pedirle que los sacara del combate. Los niños estaban muy asustados y no querían competir.

—¿Y el Rey los escuchó? —pregunta Brago, extrañado.

—Sí, pero obtuvieron la respuesta equivocada. En lugar de sacarles del combate, lo que consiguieron es que el Rey les otorgara una segunda personalidad mucho más agresiva que permanecerá latente hasta que el humano que les toque lea los conjuros. Una vez empiece la lucha, esa personalidad dominará al mamodo y atacará con todo su potencial. Cuando el humano cierre el libro, el mamodo volverá a su estado original.

—Eso es mezquino hasta para el padre de Zeon. ¿El Rey tiene el poder necesario para eso? —pregunta Brago sin poder creerse que les hayan hecho algo así a unos niños tan pequeños.

—No, hijo. El Rey solo puede lanzar descargas —comenta su madre con desinterés—. Ordenó a Zabali que lo hiciera.

—¿Quién más sabe esto? —pregunta Brago muy serio.

—Supongo que Zeon. Pero dudo que nadie más. Es un as que tienes guardado. La información es poder, por eso no quería que te fueras sin tenerla.

—Pues ya la tengo. Adiós, madre.

—Adiós, hijo. ¡Qué vaya bien en el combate! ¿Me vas a echar de menos?

—No —responde sin un ápice de sentimientos mientras sale por la puerta.

*****

Llega a la Capilla del Altar Mayor cuando están entrando los últimos rezagados. Los sigue, se escurre por el fondo y se oculta tras una columna. No le apetece encontrarse con nadie.

StarmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora