Capítulo 39: Sin máscaras.

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—No sé para qué nos hemos venido tan lejos —se queja Sherry.

—Si siempre entrenamos en las montañas, no podremos mejorar. La fuerza de la gravedad no es la misma en los polos que en el ecuador. Ya viste lo que nos pasó en Brasil —le explica Brago.

—En Brasil me forcé demasiado.

—No fue solo eso. Estás demasiado acostumbrada a los sitios fríos y al aire de montaña. Debes practicar en otros climas y a otras altitudes.

Llevan varios días en las planicies africanas, acostumbrándose al clima y a la fuerza de la gravedad de ese lugar. Sherry se esfuerza como de costumbre y ya es una experta en el campo de batalla. No necesita la protección del mamodo y han conseguido activar un gran número de conjuros.

Un día mientras están en plenas prácticas, Brago le informa de que se acerca un grupo de mamodos por el aire. Cuenta cuatro mamodos, pero solo presiente dos libros.

Ven como desciende un ave enorme. De su lomo bajan dos de ellos antes de que vuelva a alzar el vuelo y alejarse.

—Brago, ¿qué poderes tienen? —pregunta la chica.

—No lo sé, no son de esta lucha.

—¡¿Cómo no van a ser de esta lucha?! ¡¿De dónde han salido entonces?!

«Son dos de los mamodos petrificados por Golem. No estaban muertos como pensábamos. Alguien los ha liberado de su prisión de roca», piensa Brago.

—Nos manda Milord —responde un mamodo con aspecto de calamar antes de que los dos se lancen a por Brago.

—¡Dioga Gravidon! —grita Sherry.

Una enorme bola de energía aparece y borra de un golpe los libros de los dos mamodos.

Los dueños de los libros se despiertan de su trance, puesto que el lazo mental se ha roto cuando los mamodos han desaparecido. Aturdidos, preguntan dónde están y qué hacen allí. Sherry intenta tranquilizarlos y le pide a Albert que los lleve a la ciudad más próxima para que sean atendidos.

Cuando se quedan solos, Brago comenta:

—Esos humanos estaban hipnotizados.

—Sí, ha sido obra de un mamodo llamado Milord o algo así. Es lo que ha dicho el calamar antes: «que los mandaba Milord».

—Bah. En esta batalla no hay ningún mamodo con ese nombre y en la anterior, que es de donde provenían esos dos, tampoco. Sin embargo, conocemos a uno que es capaz de manipular la mente humana. ¿No te suena esa manera de actuar, Sherry? —le pregunta con una sonrisa llena de odio.

La chica aprieta los dientes al recordar como ese desgraciado manipuló a su amiga.

—La espera ha sido larga, pero ¡¡por fin podré enfrentarme contra ti, Sofis!! —brama llena de ira.

Byonko, que lo ha visto todo desde detrás de una roca, sale corriendo aterrado para comunicarle a Milord que deben tomar medidas más drásticas si quieren acabar con ese monstruo

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Byonko, que lo ha visto todo desde detrás de una roca, sale corriendo aterrado para comunicarle a Milord que deben tomar medidas más drásticas si quieren acabar con ese monstruo.

Brago ve salir a la rana de su escondrijo y volar con el ave en dirección oeste. No pierde ocasión y memoriza sus rastros mágicos. Ellos lo van a llevar hasta el escondrijo de Sofis. Sonríe con odio al pensar en cómo quiere hacerle pagar que quemara el libro de Lucky. Lleva ya demasiados meses sin ella y la echa de menos cada día. Durante todo ese tiempo, no ha dejado de pensar en que fue ese desgraciado quien convirtió en cenizas los planes que tenía junto a su novia. No se lo perdonará nunca. El día de la venganza está cerca.

*******

—Parece que esos dos ya lo han descubierto todo —se ríe Sofis haciéndose el fuerte—. En tal caso, ya no necesitamos estas máscaras, Coco.

—Tienes razón, Sofis. Estás mucho mejor mostrando tu verdadero rostro —le responde la chica de un modo muy coqueto mientras se quita la máscara—. Además, me parecía injusto que un mamodo como tú tuviera que ocultarse —continúa abrazándolo por la espalda.

—Bueno, tenía miedo de que se enteraran de mis planes y destruyeran las piedras que aún no había recogido —miente el mamodo. El único motivo de ocultarse era que nadie pudiera informar a Brago de su paradero. Por muy valiente que aparente ser, sigue sintiendo terror hacia el mamodo del libro negro—. En particular una cierta señorita Sherry, que parece albergar un profundo odio hacia mi persona.

—¿Por qué será? —pregunta Coco con sarcasmo—. ¿Acaso le corroe la envidia porque a tu lado me he vuelto tan fuerte?

—Sin duda —ríe el mamodo—. Pero, gracias a nuestra discreción, hemos conseguido juntar a este ejército. Me imagino a los mamodos que quedan sufriendo una humillante derrota. Ya verás cómo nos divertimos en mi camino hacia el trono.

 Ya verás cómo nos divertimos en mi camino hacia el trono

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