Capítulo 7: Días de Fiesta

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El día de la Ceremonia del Rey, Brago se prepara para salir. En el pasillo, se encuentra a Zeon.

—¿En serio vas a ir a aplaudir a tu madre?

—Déjame en paz, Zeon —le ordena Brago con aversión.

—No entiendo que no la odies después de lo que te hizo.

—El pasado está olvidado. Los sentimientos nos hacen débiles.

—El odio nos hace fuertes —lo corrige el niño.

—¿Tú no vas a ir?

—Por supuesto que no. No pienso ir a escuchar a mi papaíto desearles a todos un combate limpio y que, aunque luchemos, nos queramos como hermanos —dice con falsa dulzura.

—¿Hermanos? Curiosa palabra para usar hoy —comenta Brago con sorna.

Zeon cambia la expresión de la cara y lo mira con odio.

—¿Qué es lo que sabes? —Abre mucho los ojos y aprieta los dientes enfadado—. ¡¿Has visto a Zatch?!

—Lárgate de mi cabeza, Zeon, o lo pasarás mal —le advierte mientras se aleja.

—¡Peor lo vas a pasar tú si vas a esa ceremonia! ¿O es que quieres encontrarte con tu novia? —Zeon sonríe con maldad—. Con un poco de suerte te la encuentras con el otro. Ese amigo suyo del pelo tieso, con el que no paras de emparejarla en tu cabeza.

—Tus provocaciones ya no me afectan. Ya no siento nada por ella ni por nadie. No intentes desestabilizarme, pierdes el tiempo.

Brago sale del palacio en dirección al patio donde se ha preparado la ceremonia. El recinto reservado para los participantes tiene varias entradas a ambos lados: Dos que acceden a la primera fila, dos a la cuarta, dos a la séptima y dos a la décima. Desde las entradas, los mamodos pueden acceder a su fila por los pasillos laterales.

Brago entra por la primera de la derecha, que es la más cercana a su sitio, toma asiento y espera con los brazos cruzados a que el resto de mamodos ocupen sus lugares.

Al cabo de poco rato, siente un rastro mágico familiar, el del último mamodo con el que le gustaría encontrarse. Se gira y descubre a Wonrei que acaba de llegar. Aún no se ha sentado y se puede percibir lo molesto que está por compartir fila con el número uno. Brago mira al frente y le escupe:

—No debería estar en el combate. ¿Qué hace ella aquí?

—Se ha ganado la plaza, como todos los demás —le escupe Wonrei, que aún permanece de pie.

—Parece que sí que quiere ser reina, después de todo. Al final va a ser cierto que solo estaba conmigo para alcanzar el trono y, como se lo impedí, ha tenido que buscarlo por otro camino —añade con sorna.

—Lo que quiere es demostrarse que es poderosa, porque alguien le hizo creer que era una inútil —le contesta Wonrei lleno de rabia.

—Déjala en paz, Brago —ordena Danny desde la fila de detrás.

—El que faltaba —comenta Brago con desgana.

—No te acerques a ella, ni aquí ni en el combate —continúa Danny.

—Si me la encuentro en el combate, quemaré su libro, como el del resto de vosotros —le avisa Brago con una sonrisa socarrona.

—¡Como le hagas algo, te mato! —le advierte Wonrei furioso.

—No te preocupes, no significa nada para mí. El pelo tieso aquí presente se puede quedar con las sobras. Lo que he probado no es nada del otro mundo.

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