Alquilaron un jet privado para los noventa minutos de viaje desde LA a Berkeley.
Era demasiado grande para ellos dos, pero era la única opción a corto plazo y Emilio parecía disfrutar el espacio extra para las piernas.
Joaquín suponía que siempre había tomado los asientos de cuero y las lujosas comodidades por sentado, habiendo volado en aviones privados la mayor parte de su vida. Era extraño verlo a través de los ojos de otra persona, especialmente de los de Emilio.
Estaba pisando todos los botones, ajustando las ventanas del aire, y probando el reclinado en su asiento.
Cuando Emilio notó a Joaquín observándolo, sonrió, y el corazón de Joaquín dio una voltereta. Era tan extraño obtener una sonrisa espontánea de él.
La alegría de Joaquín se aplacó rápidamente. Diez minutos de viaje y ya estaba deseando haber optado por volar en primera clase. El equipo de vuelo estaba comprimido a dos asistentes de vuelo y un piloto, quién, en nombre de Dios, se llamaba Capitán Kirk.
El capitán hizo una corta introducción antes de desaparecer dentro de la cabina del piloto, dejando a Joaquín y a Emilio a cargo de Inga y Erik, dos asistentes inquietantemente familiares con la piel pálida, cabello platinado y brillantes ojos azules. Lucían como si bebieran cerveza en una copa con forma de bota y se dedicaban a competencias de canto por diversión.
Joaquín raramente prestaba atención a la tripulación más que para sonreír, asentir y posar para una selfie ocasional. Pero el día de hoy, estaba super consciente de ellos. Bueno, de uno de ellos. Inga. Joaquín no podía evitar notar la forma en que batía sus pestañas a Emilio, deslizándose el cabello tras la oreja e inclinándose demasiado cerca para hablar hasta que sus pechos casi lo sofocaban. Los labios de Joaquín se curvaron. Deja algo de espacio para Jesús, dulzura.
Era extraño ver a Emilio por fuera de la burbuja que ambos compartían. Él parecía tan... normal. Sonreía, bromeaba, era encantador y atractivo. Incluso el mismo Joaquín había sucumbido a sus encantos y él conocía el secreto de Emilio. Pero verlo dar rienda a su sonrisa brillante en frente de Inga hacía que Joaquín se sintiera tan caliente como homicida.
Quería sisearle a la chica, enrollarse alrededor del brazo de Emilio así ella sabría exactamente a quién pertenecía... Pero no podía. No podía porque Emilio era solo su guardaespaldas y Joaquín tenía un muy famoso novio, y no había un acuerdo de no divulgación con estos asistentes. Así que, en su lugar, se sentó y bebió su agua con gas mientras que Emilio le obsequiaba alguna historia que Joaquín no podía escuchar, su rostro aún más expresivo que cuando ambos estaban solos.
La chica parecía encontrar cualquier excusa para volver y chequear a Emilio, mientras que Erik atendía a Joaquín con la casual indiferencia de una persona acostumbrada a tratar con imbéciles ricos y celebridades. No es que ambas cosas fueran mutuamente excluyentes. Lo más cerca que Joaquín y Erik estuvieron de formar un vínculo fue poner los ojos en blanco al mismo tiempo cuando Inga río un poco demasiado fuerte sobre algo que había dicho Emilio.
Joaquín hirvió en silencio tanto como su estómago lo permitió, pero cuando la chica hizo un show de traerle otro pañuelo a Emilio, dejando que la piel de los dedos le rozara sus antebrazos, Joaquín no pudo más. Sacó su teléfono móvil, tecleó el número de Emilio y lanzó un texto rápido:
Joaquín: Si Inga, la señorita suiza, no para de coquetear contigo, voy a arrancarle la garganta. Me encantará verla tratar de cantar, entonces.
Solo cuando Emilio resopló una risa, Joaquín miró de reojo hacia arriba. Emilio deslizó la mira desde la pantalla a Joaquín, con una sonrisa en su rostro mientras decía algo a la chica por debajo del aliento. Ella se ruborizó, su perfecta complexión de durazno y crema tornándose rosa como una rata sin piel, antes de enderezarse y escurrirse a la parte de atrás del avión.
ESTÁS LEYENDO
MADNESS
ФанфикEn Hollywood, ser un sociópata es más una habilidad vital que un diagnóstico. Joaquín y Emilio sólo tienen una cosa en común. Ambos llevan máscaras. •ADAPTACIÓN•