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La primera llamada del teléfono sucedió a las cinco de la mañana cuando Emilio y Joaquín aún estaban en la ducha. Una serie de mensajes de texto le siguieron. Emilio estaba de pie desnudo y goteando en el suelo de madera dura al lado de la cama, con el teléfono en su mano mientras observaba aparecer uno tras otro, su teléfono pitando en una sucesión apresurada.
Linc: Estoy enviando a Calder a relevarte.
Linc: Con efecto inmediato, Joaquín ya no es más tu cliente.
Linc: De verdad desearía que hubieras dicho algo antes de que lo hicieran público, nos podríamos haber adelantado.
¿Hacerlo público?
Antes de que Emilio pudiera hacer alguna pregunta lógica, el teléfono de Joaquín sonó. Era Hanna, su publicista. El chico arrugó el ceño, su rostro drenándose de todo color, una mirada de pavor echando raíces mientras deslizaba para responder.
—¿Hola?
Emilio no podía escuchar la conversación del lado de Hanna, solamente el tono frenético y las palabras rápidas que ella pronunciaba sin pausar a respirar. Por cinco minutos, Joaquín estuvo allí de pie sin decir ningún comentario. Entonces soltó:
—Okay, adiós —Y el teléfono se deslizó desde sus dedos hasta la cama. Finalmente, miró hacia Emilio—. Lo saben.
—¿Lo saben?
—Sobre nosotros. Nuestras fotografías de la cita de anoche están por todo internet. Quieren reunirse con nosotros… con ambos, en la sala de conferencia del hotel a las once. Los ejecutivos del estudio están volando desde Warner. No nos podemos ir hasta entonces.
Emilio nunca debió haber permitido a Joaquín tener su cita soñada. Ambos sabían que no era seguro. Linc tenía razón de removerlo de su puesto. Emilio no debía ser el guardaespaldas de Joaquín. Requería un nivel de distanciamiento que Emilio ya no poseía. Había perdido la habilidad de negarle cualquier cosa a Joaquín, y mientras que moriría por protegerlo, él jamás pondría la carrera de Joaquín por encima de sus deseos y necesidades. Nunca.
—Linc me quitó de tu servicio. Ya no soy más tu guardaespaldas, está enviando un reemplazo. —El rostro de Joaquín se contorsionó con dolor.
—¿Qué? ¡No! De ninguna forma. No puedes dejarme, no ahora. —Emilio cerró la distancia entre ellos, sentándose en la cama y jalando hasta su regazo a un igualmente desnudo y empapado Joaquín.
—Nunca dije que iba a dejarte. Solo digo que ya no estoy más dentro de tu nómina. No puede obligarme a dejarte. Relájate. —Joaquín se desinfló contra él, recostando la cabeza contra la barbilla de Emilio.
—Esto es un desastre.
El teléfono de Joaquín sonó, señalando un mensaje. Joaquín suspiró y lo tomó.
Robby: ¿No podías haberme avisado de antemano? Pensé que éramos amigos. Esto es tan jodidamente humillante.
—Joder —murmuró Joaquín—. Soy un imbécil.
Emilio observó mientras Joaquín respondía al mensaje.
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MADNESS
FanfictionEn Hollywood, ser un sociópata es más una habilidad vital que un diagnóstico. Joaquín y Emilio sólo tienen una cosa en común. Ambos llevan máscaras. •ADAPTACIÓN•