Chapter 26

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Una vez que Emilio se aseguró que Joaquín estaba dormido, él dejó al chico y salió de la cama, agarrando su teléfono de la mesa de noche. Se subió los pantalones de chándal de nuevo y se encaminó a la sala de estar antes de llamar a Calder.

—David Cane —ladró Emilio tan pronto cuando escuchó a Calder responder.

—¿Tal como se pronuncia?

—No lo sé, pero es un entrenador de actuación. Uno lo suficientemente bueno para convencer a Lucifer que elevaría la carrera ya próspera de Joaquín diez años atrás. No puede haber muchos allí afuera. Necesito todo lo que puedas encontrar sobre él, incluyendo en donde se encuentra él ahora.

Calder estuvo en silencio por un largo momento. —Uh, no estoy diciendo que no, pero necesito saber que planeas hacer exactamente con esta información una vez que la tengas.

Emilio se encogió de hombros incluso aunque Calder no podía mirarlo.

—Eso depende de él.

—Escúchame, hombre. Entiendo que probablemente sientas la necesidad de separar a este hijo de puta de sus testículos, pero no puedes ir por allí saliéndote de tus casillas. No podrás ayudar a Joaquín desde la prisión. Además, no le harás ningún favor si golpeas a este pedazo de mierda hasta dejarlo en coma. Solo harás que Joaquín se convierta en un paria social. Ese tipo claramente tiene conexiones con personas como Leonard Medford, y mientras que a ti probablemente te vale mierda lo de ser famoso, yo observé a Joaquín en el set el día de hoy. El chico claramente ama lo que hace. Y es bueno en ello. ¿Realmente quieres joder eso para él?

Emilio hizo una mueca. —Quiero que duerma en las noches sin tener pesadillas. Quiero que ya no se ponga a sudar frío cada vez que vea un arreglo floral. Quiero que no vuelva a tener ataques de pánico en reuniones de negocio.

—Bueno, si haces una escena pública gigante, ya no habrá más reuniones. Su carrera estará acabada. —Emilio se frotó la parte de atrás del cuello, paseándose.

—¿Qué sugieres?

—Yo digo que indaguemos aún más en estas basuras, encontremos alguna evidencia en contra de ellos, y los encerremos detrás de las rejas a donde pertenecen.

—El plazo de preinscripción para cargos penales se agotó. Además, su madre aceptó un cheque de compensación y ayudó a cubrirlo. Dudo que haya mucha evidencia por allí después de diez años.

Calder suspiró desde el otro lado de la línea. —Escucha, hombre. Hay dos cosas que he aprendido sobre los pedófilos. Uno, ellos no se detienen solo porque fueron atrapados. Dos, les encanta quedarse con recuerdos… cintas grabadas, fotografías, objetos personales. Quien quiera que sea este cabrón de David Cane, hay altas posibilidades de que todavía lo siga haciendo y se esté quedando con souvenirs. —Emilio recordó algo más que Joaquín había dicho.

—Creo que filmaba las sesiones —murmuró. Calder hizo un sonido de disgusto.

—Por supuesto que lo hizo. Jodido abusador de niños, hombre. Odio estos casos. Déjame pasarle esta mierda a Webster. Este tipo podría estar compartiendo sus videos en la darknet. Me mantendré en contacto. Mientras tanto, no hagas nada de lo que tu chico se vaya a lamentar.

—Sí, sí —murmuró Emilio.

Colgó y puso a cargar su teléfono antes de deslizarse dentro de la cama. Joaquín se removió, sus párpados semiabiertos

—¿Quién era? —Emilio se preguntó cuánto había oído Joaquín de la conversación.

—Calder.

—¿Estaba intentando adivinar si no había moros en la costa? —preguntó Joaquín con una sonrisa adormilada en su rostro. Lucía tan tranquilo que Emilio no quería regresarle ese peso sobre los hombros.

MADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora