—¿Ese es un pene gigante? —Joaquín sonrió ampliamente a Emilio por sobre el hombro.
—Sí, lo es. ¿Quieres frotarlo para la buena suerte?
Ellos estaban de pie justamente en el interior de la entrada de un restaurante en un barrio de Atlanta conocido como “Little Five Point”. Un vecindario muy ocupado donde centenares de personas que vagaban a cada momento, todos con la mirada deteniéndose en Joaquín por demasiado tiempo para la comodidad de Emilio. Mantener a Joaquín a salvo era su prioridad número uno, siempre.
Escaneó el perímetro, afilando la mirada sobre un grupo de chicas que tenían su teléfono fuera. No estaban apuntando en dirección a Joaquín, pero las chicas susurraban y apuntaban hacia ellos de la misma forma. Emilio arrugó el ceño.
—Esto es una mala idea.
—¿Qué? Es una idea excelente. Una cita. Una cita real. Solo los dos. ¿Qué podía salir mal? —Emilio alzó las cejas. ¿Estaba hablando en serio?
Joaquín dio un paso cerca de él. Recorrió su pulgar a lo largo de las cejas de Emilio.
—No, no pongas la expresión de “cejas confundidas”. —Emilio resopló.
—Mis cejas no están confundidas. Están preocupadas. Las personas te reconocen. El mundo entero piensa que tú y ese chico Robby están saliendo. Hay gente que puede amenazar contra tu vida. —Joaquín agitó la cabeza.
—Oh, por favor. Personas han estado amenazando contra mi vida desde antes de que saliera del armario. Además, tomamos precauciones estás armado. Nadie sabe que me corté el cabello para la película y tengo lentes de contacto azules —El miró hacia sus jeans apretados, suéter negro y zapatillas blancas—. Y Lucifer no me dejaría ser atrapado en un vestuario como este. Esas chicas están mirándonos porque eres muy sexy y porque pareciera que la polla en tus pantalones es mucho más grande que la que está frente a nosotros. Somos una pareja sensual. Las personas van a mirar. Acostúmbrate.
Antes de que Emilio pudiera dar una respuesta, Joaquín se giró lejos de él y rodeó un brazo alrededor del pene gigante de madera.
—Rápido, toma una foto —Joaquín ordenó, aplastando su rostro contra la estatua.
Emilio sonrió en contra de su voluntad y tomó su teléfono para capturar la foto.
—Luces ridículo.
Joaquín se acercó sigilosamente hacia él, deslizando sus brazos alrededor de sus caderas y dejando a sus manos escurrirse debajo de su suéter. Emilio se estremeció ante la frialdad de las palmas de Joaquín.
—No estés celoso. A diferencia de esas chicas, sé exactamente lo grande que es tu pene, y prometo darle el mismo tratamiento más tarde. Incluso te dejaré tomar una foto.
La polla de Emilio tomó nota de las palabras de Joaquín, sin importar cuán ridículo era el sentimiento. Su obsesión con el chico era un problema. Debería llevarlo de regreso al hotel, es lo que un guardaespaldas habría hecho. Pero Emilio encontraba imposible negarle cualquier cosa a Joaquín, lo cual había resultado en que cuando cerraron el set por tiempo inclemente y Joaquín lo miró con esos enormes ojos y le suplicó por una cita, Emilio se había doblado como una silla de jardín. Esperaba que no viniera a morderle de regreso en el trasero.
Una vez sentados, una camarera vino hasta la mesa mascando chicle. Tenía el cabello rubio rapado de un lado, revelando profundas raíces negras y la mitad del mismo se precipitaba hacia abajo para cubrir un ojo azul con demasiado delineador. Además de eso, ella no llevaba maquillaje. Sus uñas estaban cortas y pintadas de negro con excepción del final de las mismas donde estaba desgastada porque ella misma las mordía o por el uso diario.
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MADNESS
FanfictionEn Hollywood, ser un sociópata es más una habilidad vital que un diagnóstico. Joaquín y Emilio sólo tienen una cosa en común. Ambos llevan máscaras. •ADAPTACIÓN•