Emilio vio a Joaquín dormir, su cuerpo medio arrojado sobre el suyo, sus piernas entrelazadas, Joaquín babeando sobre su camiseta.
El chico no había estado en condiciones de hablar cuando regresaron a su habitación en la casa de huéspedes. Estaba pálido bajo su bronceado y la pastilla que su madre le dio a Joaquín apagó la luz en sus ojos. Emilio había tratado de arroparlo, pero Joaquín había negado con la cabeza, jalando a Emilio hacia él.
—No quiero estar solo. — murmuró, su tono casi tímido como si todavía pensara que Emilio podría rechazarlo.
Emilio había vuelto a reproducir su conversación con su madre en bucle mil veces desde que Joaquín se había quedado dormido y aunque no conocía los detalles, Emilio estaba seguro de que la falta de experiencia sexual de Joaquín parecía estar ligada a una persona, la persona que lo había lastimado, el que había mencionado por teléfono hace como una eternidad. Saber que alguien había hecho daño a Joaquín, que alguien había tenido un impacto tan grave en su psique, encendió una rabia silenciosa en él. Quería cazarlos y pelarles la piel del cuerpo una tira a la vez, pero para poder hacer eso, Emilio necesitaba encontrarlo, y el verdugo de Joaquín seguía siendo un misterio.
Emilio no sabía nada. No había encontrado nada. Webster no había encontrado nada. Quienquiera que hubiese herido a Joaquín, había ocultado muy bien sus huellas.
Joaquín se movió contra él, tomando una bocanada de aire y medio incorporándose, mirando a su alrededor, atontado. El cabello de un lado de su cabeza se erizaba como el de un pajarito y la baba se le secaba en la mejilla, pero seguía siendo la cosa más hermosa que Emilio había visto en su vida.
Joaquín notó la mancha de humedad en la camisa de Emilio, las mejillas ruborizándose mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano.
—Ew, lo siento —dijo, la voz apenas por encima de un susurro.
—No me importa. —dijo Emilio.
Joaquín comenzó a sonreír, pero murió como si recordara algo. Se volvió a acostar, dándose la vuelta, pero todavía usando el bíceps de Emilio como almohada. Se rodó, curvando su cuerpo alrededor de Joaquín como una armadura, su brazo rodeando su cintura y acercándolo. Joaquín dio un suspiro tembloroso, pero permaneció callado. Después de un tiempo, Emilio preguntó:
—¿Puedes decirme qué pasó allí?
—Pensé que ya lo habrías descifrado a este punto
No era como si Emilio no tuviera ya una idea, pero eso no era lo mismo que saber.
—Sería solo especulación de mi parte. Es tu historia. Tu deberías contarla. Si te sientes capaz
Joaquín permaneció en silencio durante tanto tiempo que Emilio supuso que el asunto estaba terminado. Joaquín no estaba listo y eso estaba bien. Emilio esperaría. Pero luego Joaquín habló, su tono sin vida.
—Yo tenía doce años. Él era un entrenador de actuación. Ya había estado en tantas películas cuando Lucifer me inscribió en sus lecciones privadas que parecía una tontería, pero ella insistió tanto que supe que tenía un motivo oculto. Dijo que estaba siendo pretencioso. Que siempre había espacio para superarme. Este entrenador, dijo ella, que era un trampolín para conseguir los codiciados papeles principales que quería, los cuales serían importantes cuando llegara a la adolescencia. Le seguí la corriente porque ir con Lucifer era más fácil que ir contra ella.
Emilio deslizó su mano debajo de la camisa de Joaquín, presionando su palma sobre su corazón. Él puso su mano sobre la de Emilio en la parte superior de la tela, su voz entrecortada
ESTÁS LEYENDO
MADNESS
FanficEn Hollywood, ser un sociópata es más una habilidad vital que un diagnóstico. Joaquín y Emilio sólo tienen una cosa en común. Ambos llevan máscaras. •ADAPTACIÓN•