Capítulo 6

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Me sobresalto y giro despacio recuperando la respiración debido al susto. Encuentro a Pat cruzada de brazos y con los ojos bien abiertos.

—¡Me has hecho llevarme un susto terrible, Pat! —reprendo.

Se acerca y baja su paragua ya estando bajo el techo del pórtico, me mira y sé que está irritada.

—¿Tú, un susto? —inquiere y pone sus brazos en jarra—, susto me llevé al ver del coche que has bajado y lo que había dentro —Se lleva las manos al rostro—, y yo pensando que te habías puesto ebria por ahí, ¡pero no! —termina y hace gestos extraños.

—¿Vas a dejarme entrar o esperas que todos me vean en calzas y tacones? —inquiero.
Me observa de arriba a abajo y parece que se percata de mi ridícula vestimenta. Asiente entendiendo y señala a la puerta en forma de regaño. 

—Entra de una vez... —pide exasperada.
Entro a la pequeña y acogedora casa, lo primero que hago es acercarme a la estufa porque estoy muerta de frío. Ella se dirige la cocina y puedo escuchar que está poniendo la tetera.

Por más que sea mi amiga de toda mi vida, me da mucha vergüenza contar lo que he hecho, porque sé que tendré que hacerlo. Al volver y quitar su abrigo me mira esperando que hable.

—Cuenta, ¿qué sucedió? —Toma asiento en la mesa y me apresuro a hacer lo mismo quedando frente a ella.

—No sé por dónde comenzar... —confieso con pena.

—Por ese moreno. ¿Quién es?

—Está bien, eh... —No puedo creer lo que voy a contar, recién ahora estoy procesando todo—, es mi alumno, salimos un par de veces y no sé, anoche me dejé llevar, Pat.

—¡¿Te acostaste con él?! —Sus ojos celestes se hacen notar más de la cuenta totalmente sorprendidos.

—Sí —afirmo sintiéndome la peor basura de todo Bedfordshire.

—Oh... Liz —Se lleva las manos al rostro cubriéndolo por completo—. No puedo creerlo, es decir, tú no eres así —asegura y su rostro se ve totalmente exasperado.

Es verdad, no soy así. Nunca lo fui, jamás miré a otro hombre que no sea Sam y tampoco me he interesado en nadie. Ni se me habían pasado estas cosas por la cabeza.

—Me vuelve loca, Pat —admito—. Desde la primera vez que lo vi, intenté reprimirlo, pero fue en vano —agrego con sinceridad.

—¿Qué edad tiene?

—Diecinueve, en poco tiempo cumple los veinte.

—Liz, ¡es un muchacho! —exclama impresionada—, pero... ¿Y Samuel?, ¿cómo sigue esto?

—No lo sé, supongo que terminaré lo que anoche comencé —Pienso en voz alta.

—Liz... —Resopla y frunce sus labios—. Tú nunca hiciste esas cosas, no comiences ahora, tienes mucho que perder —Me recuerda.

—No quiero perder a Samuel, sabes que lo amo y nunca lo engañé, no sé qué pasó, fue un desliz...

—A ese moreno no le llamaría desliz, es una caída de lleno.

Hacemos un silencio, donde no se oye más que la torrencial lluvia. Y tiene razón, caí ante Arsen. Desde que lo vi no logro quitarlo de mi mente y, lo que sucedió anoche, no hará más que empeorar estos síntomas.

—¿Dónde estabas? —pregunto y bebo el té de menta.

—Fui a la farmacia —Ríe y niega con la cabeza, me pregunto en qué estará pensando—, Liz... por lo menos dime qué tal es...

Él, prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora