Im Jaebeom y Wang Jiaer, híbridos pertenecientes a diferentes especies y razas que por años han mantenido un fuerte disputa entre sí pero que ha sido borrada de la historia como si ambas especies no existirán.
¿Podrán ser los futuros creadores de u...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Tan pronto me lo indiques anunciaremos tu compromiso.
Vagos recuerdos le empezaban a bombardear la mente. Se le ocurrían diferentes posibilidades y afectaciones que podría llevar aquello tras realizarlo. De alguna manera toda esa adrenalina le recordaba a sus mejores momentos. Sabía que si se negaba perdería una parte fundamental de su vida así que no estaría dispuesto a perderla, aunque todo eso conllevará grandes sacrificios. Tarde o temprano pasaría. El destino era tan caprichoso que siempre haría que se cumplieran todos sus cometidos por más que se tratasen de evitar. Sin importar el orden de los factores, simplemente pasaría.
— ¡Padre!– Alzó la voz
— Antes de que digas algo más, no será con Mark... pero los haremos creer que si. — Aquella mirada la conocían perfectamente. Era tan siniestra que causaba escalofríos por toda la piel, ya que solo significaba una cosa. Un plan maestro.
Algo tan característico del líder de la manda Wang eran sus estrategias tan fuera de lo común, tan extraordinarias que simplemente eran difíciles de comprender, no eran aptas para cualquiera porque estaban llenas de riesgos, pero que siempre cargaban con la certeza de que se cumplirían.
Le emocionaba todo ese poder recorrer todo su cuerpo. Recordaba cuando aún era adolescente y le emocionaba las cosas tan cliché y triviales como lo era "luchar por tu amor, por tu predestinado". El más que nadie comprendía ese sentimiento y el sufrimiento que lo acompañaban, era una cosa tan delirante que te hacía sentir tan vivo a la vez. Era de esperarse que su primogénito heredará todo ese romanticismo y pasión por todo aquello que no tenía límites, así se le prohibirá descubrirlos. Ese rebeldismo lo había heredado de él, estaba seguro, y esas ansías de descubrir algo nuevo que casi lo mataban, lo heredaba por parte de su madre, podia apostarlo. Pero si de algo estaba seguro que no quería que viviera el menor, era que no se diera cuenta de las grandes consecuencias y riesgos que lo conllevaba, con solo poner un pie en la jugada, que no cometiera los mismos errores que el alguna vez cometió por su afán de querer comerse el mundo de un solo bocado y creer que podía con todo. No quería que todos esos abismos sin salida que alguna vez se lo comieron a el lo hicieran con su primogénito.
Le causaba gracia toda esa situación, por más que se esforzó junto a sus aliados para mantener al menor a salvo de todo peligro y malas jugadas del destino, fracasó, pero era su culpa por creer que superaría a una deidad tan magnífica como lo era el destinó. Cada que profesaba no había manera de volver atrás, simplemente se cumpliría sin importar el tiempo o las generaciones que lo llevarán, y estaba más que consiente que algo se había quedado pendiente con ellos, que mejor que reflejarlo con uno de sus grandes amores, ya era mucha la suerte que corrió al no tener ese karma instantáneo en su primer destino. Solo que ahora le daba miedo que todos sus pecados se los cobraran con el omega o que el los padeciera. La única alternativa para que aquello no ocurriera era estando de su lado sin importar lo absurdo de la situación, al fin al cabo de eso se trataba los juegos del destino.