Capítulo 20: Leticia

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Lety

¿Está roncando? ¿Don Fernando está roncando? Jijijijiji. Mi jefe se quedó dormido viendo la película jijijiji.

Lo observé por un momento... de esos raros momentos cuando se había despojado de esa mascara tenebrosa que le enseñaba al mundo frecuentemente y que conmigo comenzaba a quitarse libremente. A lo mejor debería estar incomoda o nerviosa, después de todo estábamos en mi cama en un hotel lejos de casa, pero realmente la paz que nos rodeaba era tan genuina que, aunque quisiera incomodarme, no podría.

Él había comenzado sentado a los pies de la cama y yo en la cabecera, pero en el transcurso de las películas nos movimos unas quince veces. Ahora él estaba acostado a media cama con sus pies colgando del borde y yo había abrazado mis piernas a mi pecho debajo del cubrecama preparándome para lo que venía. En realidad, era un alivio que se durmiera; las escenas de la boda casi siempre me hacen llorar, y las de la luna de miel me ponen muy incómoda, aunque no sea por los motivos que el habría asumido si presenciaba mi reacción...

"Mendoza, cúbreme." El comando escapó de sus labios haciéndome saltar. Seguía dormido, pero su sueño no era nada placentero. "A la derecha." Don Fernando se rodó en la cama dejándome ver la intranquilidad que plagaba su rostro. "Clear." Las líneas de tensión se marcaban claramente en su frente y tenía los ojos apretados. Una fina capa de sudor comenzaba a hacerse presente en su frente... "El niño Mendoza, ¡El NIÑO!" Sus palabras fueron un grito en suspiro que revolcó algo desconocido en mi interior. Don Fernando estaba sufriendo en ese sueño, y yo lo que quería rescatar.

Moviéndome sobre mis rodillas me acerqué a él y con mi mano acaricié su hombro, pero al parecer no fue un toque tan suave como me imaginé porque antes de poder respirar me encontré pillada bajo su cuerpo. Su mirada estaba perdida mientras examinaba nuestro alrededor, seguramente en busca de la amenaza a la que estaba expuesto en su sueño. Mis instintos se apoderaron de mí y actué como si supiera exactamente qué sucedía y cómo reaccionar.

Mi mano voló a su rostro y mi voz no era más que un suspiro. "Calme Don Fernando. Usted está seguro. No hay ninguna amenaza. Estamos solos. Aquí no hay nadie más, no hay guerra, no hay enemigos. Solo usted y yo." Su mirada siguió mi voz y los témpanos de hielo que me examinaban hicieron poco para asustarme a pesar de que el estuviera cubriéndome con su cuerpo entero y la reacción lógica sería temer a lo que pudiera hacerme. Él siempre ha sido un hombre sumamente intimidante para el mundo entro, y verlo tan vulnerable lo humanizaba frente a mí y me conmovía.

"Estamos en Seattle. Hicimos un viaje de trabajo. Nos quedamos viendo películas y usted se durmió a media boda. Ni siquiera la real. La boda de la pesadilla..." No sé porque mi reacción fue la de no parar de hablar de la estúpida película, pero estaba funcionando. "Se perdió de bastante. En la recepción casi hubo otra pelea entre los vampiros y los lobos, pero no pasó a mayores..." Su mirada se suavizó y el hielo fue remplazado por una miel tan exquisita que me calentó el pecho.

"¿Lety?" Mi nombre escapó de sus labios en un suspiro que lo trajo de vuelta a la realidad.

"¡Lety!" Rápidamente se separó de mi rodándose sobre su espalda y cubriendo su rostro con sus brazos, un gesto que me hizo sentir expuesta y vacía. Su peso sobre mi se había sentido demasiado bien. Demasiado normal. Demasiado... bien.

"Calme Don Fernando. Estamos bien." Le dije suavemente.

"Discúlpeme Lety, yo... yo..." Su voz estaba llena de emociones que no podía reconocer y no pude contener nuevamente ese impulso protector. En algún lugar había escuchado que el toque es la forma más común de centralizarnos después de un episodio de ansiedad y a pesar de no saber si serviría de algo, me acerque a él una vez más. Como si fuera lo más normal y común entre nosotros, me recosté en su pecho extendí y uno de mis brazos sobre su abdomen buscando tranquilizarlo con mi sola presencia. En mi oído su corazón latía a mil por hora y su respiración estaba agitada hasta que una de sus manos descendió sobre mi cabeza y comenzó a jugar con mi cabello suelto...

Ella y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora