Capítulo 37: Leticia

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Lety

El amanecer nos encontró entrelazados en su cama, y la realización de que la noche anterior, sus pesadillas no nos despertaron me alivió profundamente. Odiaba la tensión que se apoderaba de él cada vez que despertaba de esa forma. Su dolor era mi dolor, y a pesar de que al contarme la historia pude comprender su trauma, eso no borraba mi necesidad de protegerlo de sí mismo.

Con la misma sonrisa inmensa que él había dibujado en mi rostro días atrás, comencé a trazar un camino de besos desde su pecho hasta su cuello, y pude notar el momento exacto en el que su respiración cambio de profunda a acelerada. Sus brazos se apretaron a mi alrededor, y en un delicado pero ágil movimiento, me puso sobre él, su firmeza rozando partes de mi ser que me llenaron el estómago de electricidad.

"Buenos días." Susurré contra su cuello, y para mi sorpresa, se retorció levemente. Fernando Mendiola era cosquilloso, jijijiji.

"Bueno parece una palabra insignificante para describir mi amanecer a tu lado. Perfectos días no suena tan bien, pero es mucho más exacto." Su mano dibujaba lentas caricias sobre mi espalda desnuda, y en el momento supe que, si no lo detenía, no saldríamos de esa cama nunca. Muy a mi pesar, traje mis manos a su pecho y me empujé hasta estar levemente sentada sobre él.

"Perfectos días, Darling. Pero se nos hace tarde." Me estiré un poco hasta alcanzar la camiseta blanca que había dejado sobre su mesita de noche. Rápidamente la deslicé sobre mi cuerpo, mitad aun apenada de estar desnuda frente a él, y mitad sonriendo por tener que pelear con las manos que jugaban sensualmente con mi cuerpo. "Irmita nos debe estar esperando."

Al mencionar el nombre de su nana, Fernando detuvo su juego y miró el reloj. No podía negarme que tenía razón, pero en su rostro pude ver como debatía si brunch con su nana realmente era motivo suficiente para moverse de ahí. Así que antes de que se le ocurriera cualquier excusa, me escapé de sus manos y me metí al baño riéndome aún de su expresión traicionada.

"Me las vas a pagar Leticia. Ya lo veras." Su voz me alcanzó desde la recamara, pero estaba lo cerca suficiente para saber que se había levantado. Si alguien podía mover a Fernando Mendiola, esa era su nana.

"Yo sé que no me puedes ver, pero estoy temblando de miedo." Le dije entre carcajadas que se convirtieron en un chillido emocionado cuando sentí sus dientes sobre mi cuello.

"No es miedo lo que te hace temblar, sweetheart, y lo sabes muy bien."

***

"Mi niña, ¿Por qué te ves tan cansada? Pareciera que llevas varias noches en vela." Irmita nos evaluaba moviendo su cabeza de lado a lado mientras caminábamos por el parque después de nuestro desayuno de media mañana. "Viéndolo bien, los dos se ven exhaustos."

"Ay nana es que hemos estado muy ocupados estos días..." Fernando le respondió, apretando mi mano en uno de sus tantos gestos de complicidad esta mañana. A su nana nunca se le escapaba nada, y esconderle que las cosas habían cambiado entre nosotros era tan inútil como innecesario. Ver a Fernando tartamudear al decirle que éramos novios no tenía precio. Aunque realmente no era una conversación que habíamos tenido, no me podía imaginar que hubiera la necesidad. El resto de su mundo seguramente tendría algo que decir, pero su nana se limitó a aplaudir como niña chiquita a la que le han regalado el cachorro que tanto había querido.

"Fernando como eres abusador. Deja a Lety descansar. El trabajo puede esperar."

"Me perdonas nana, pero es ella la que no me deja descansar a mí. Esta niña resultó ser..." Fernando no pudo terminar de decir solo él sabe que, porque le llené la boca del pan que habíamos comprado para los patos, provocando una carcajada por parte de Irmita.

Ella y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora