Capítulo 34: Fernando

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Fernando

En los treinta y dos años de vida que tenía, nunca habría pensado en correr a mi nana de mi casa. Pero hoy no había sido el mejor día para visitarme. La pobre Lety estaba pegada al sofá para esconder su semi desnudez de mi Irmita, y mis manos parecían tener una mente propia al escabullirse más de una vez por debajo de la cobija para tentarla con caricias robadas.

Por su parte, Lety se esforzaba por ignorarme y concentrarse en la conversación que mantenía con Irmita, pero más de una vez me lanzó miradas que hablaban más que mil palabras. Ver a mi nana y a mi Lety, las únicas mujeres importantes para mí, llevarse tan bien alimentaba mi corazón de una forma profunda. Mi nana era una mujer excepcionalmente cariñosa y aunque Lety lo era también, su especialidad era dar el cariño y verla recibirlo de Irmita me dejaba saber que estábamos haciendo algo bien.

Cuando el reloj marcó las nueve de la noche, me puse serio con mi nana, explicándole que, aunque amaba sus visitas sorpresas, no me gustaba saber que andaba en la calle a esas horas. Dándome la razón admitiendo que estaba cansada, llamó a Javier, el chofer exclusivo que Celso le había asignado para que trajera el carro y la llevara a casa. Irmita se despidió de nosotros con besos y abrazos efusivos, y después de prometerle que visitaríamos el parque para alimentar los patos el domingo, la acompañé hasta la puerta del coche.

"Nandi." Puso su mano sobre la mía en la cerradura del auto. "No sabes el gusto que me da verte tan feliz. Esta parte de ti nunca la había visto antes, y ahora me podría morir en paz sabiendo que por fin te diste la oportunidad de amar... y ser amado."

"Nana no hables así. Tu nos vas a enterrar a todos."

"Eso no importa. Fernando, aférrate a esa felicidad. La vida es demasiado corta."

"Nana, quédate tranquila. Jamás me había imaginado que un sentimiento tan profundo existiera. Amo a Lety, y tengo la bendita suerte de que ella también me ame a mí. Si de algo puedes estar segura es de que no pienso dejarla ir."

"Lo sabía, yo lo sabía." Irmita celebró mi confesión con aplausos como niña pequeña.

"Sí, sí, sí. Como siempre. Tú lo supiste mucho antes que nosotros mismos."

"Es la edad." Batió su mano en el aire. "Ahora regresa allá arriba y sé feliz hijo. Muy feliz." Acaricio mi mejilla. "Pero eso sí, deja a la pobre Lety que se vista. Le va a dar un resfriado andar por el apartamento media vestida nada más. Por esas ventanas entra todo el frio de la ciudad."

"Ay nana eres tremenda." Le dije con una risa sincera mientras abría la puerta del coche y la ayudaba a subirse. "Javier, lleva a este tesoro directamente a su casa. No más paradas por hoy. Sus años de parranda ya pasaron hace mucho."

"Yes sir."

Cuando el carro negro desapareció entre el ocupado tráfico frente a mi edificio, regresé a mi apartamento con la misma sonrisa imborrable que había tenido toda la noche. Para mi sorpresa, Lety no estaba en la sala. Los platos que habíamos usado habían desaparecido y desde la escalera podía escuchar el ruido de la ducha y su dulce voz invitándome a seguirla. Entré a su habitación a pasos lentos, dejando que su voz penetrara hasta mis huesos.

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

Al reconocer la melodía instantáneamente, me aferré al mármol del lavamanos y cerré los ojos preparándome para lo que venía.

Well people I've been here before,
I know this room and I've walked this floor
You see I used to live alone before I knew ya'
And I've seen your flag on the marble arch
But listen love, love is not some kind of victory march, no
It's a cold and broken hallelujah

Pero los recuerdos nunca llegaron. La dulce voz de Lety me lavó una y otra vez, pero mi mente seguía ahí, en ese baño escuchando la voz de mi ángel personal. Lentamente abrí los ojos enfocándome en la imagen que me devolvía el espejo.

Al entrar en la habitación, había tirado mi camiseta sobre la cama de Lety, pues mi intención era unírmele en la ducha. Ahora el espejo luchaba por recordarme la clase de hombre que realmente era. Mis cicatrices hablaban por sí solas, siempre lo habían hecho, pero ahora parecían estar gritando. El disparo que por limitados centímetros no me robó la vida en Alemania. La cuchilla que en Iraq atravesó mi costado colapsando mi pulmón derecho. Las llamas que recorrieron de mi costado izquierdo a una parte de mi espalda en Bagdad después de que nuestro tanque detonara un dispositivo explosivo improvisado. La bala que en Kandahar rozó mi brazo izquierdo mientras cargaba a Mendoza en plena lluvia de disparos mientras huimos de una explosión...

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

Pero mirarlas en ese momento no era doloroso para mí. Porque en mi mente estaba tan fresca como la brisa de la noche la forma en la que Lety me miró hoy. Ella nunca me había visto tan vulnerable. Realmente nadie lo había hecho. Antes de Lety, ninguna otra mujer había visto mi cuerpo marcado por los años de guerra. Ellas siempre actuaban como si tenerme, aunque fuera de la forma más mínima, fuera suficiente y nunca pelearon conmigo por no desnudarme o por apagar las luces intencionalmente.

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

Pero Lety era diferente en tantos aspectos que sería imposible enumerarlos. Entre sus apasionados besos, sus manos se deslizaron por debajo de mi camisa y resistirme a su toque fue imposible. La dejé que explorara mi pecho a pesar de saber que mi piel no se sentiría suave o pareja bajo sus delicadas manos... pero no fue suficiente. Su desespero por sentirme cerca era tan profundo como el mío. Ella jaló de mi camisa, y aunque intenté rehusarme, negarle cualquier cosa a esta mujer sería imposible para mí, especialmente cuando me estaba besando de esa manera. Así que por primera vez me permití ser vulnerable ante ella, preparándome mentalmente para una reacción de asco... que nunca llegó. En sus ojos solo había amor. Encontré tanto amor en ellos que se me hizo difícil creer que era todo para mí. Me miraba con un amor tan profundo que pensé que le dolía ver mis cicatrices.

Y en ese momento supe que si le dolía. Porque yo pude ver sus cicatrices y a mí me dolieron. En su abdomen estaba marcada claramente la media luna de la cirugía que le tuvieron que hacer hace dos meses cuando tuvo la erupción esplénica gracias a los golpes que había resistido. Pero eso no opacaba la belleza que había frente a mí, y de alguna forma oscura y perturbadora, esa cicatriz me permitió admitir que amaba a Lety desde antes, y hoy esa cicatriz me recordó la suerte que tenia de verla con mis propios ojos y poder decir en voz alta que era la mujer más perfecta que jamás había visto y que la amaba profundamente.

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

Su voz se acercó a mi lentamente. No sé cuándo cerró la llave, pero ahí estaba envuelta en una toalla y cantando suavemente a mi lado mientras buscaba mis ojos en el espejo, antes de acariciar con delicadeza mí costado lleno de cicatrices arrugadas como si de la más delicada seda se tratara. Era increíble notar al nivel que me conocía esta mujer. Aunque evidentemente mis reacciones a ella no eran las mismas que a las demás personas en mi vida, ella parecía saber exactamente dónde estaban pintadas mis líneas de resistencia.

"I love you my sweetheart." Al parecer, después de permitirme decirlo por primera vez, ahora no quería decir otra cosa.

"I love you more darling." Besó mi espalda antes de continuar. "¿Necesitabas algo?"

"A ti." Me di la vuelta y la tomé entre mis brazos. "Siempre te he necesitado a ti. Aun antes de darme cuenta." Posé un delicado beso sobre sus labios. "Pero lamento informarte que desperdiciaste un perfecto baño. Porque los planes que tengo para ti esta noche implican sudar hasta que salga el sol." Sin permitir que los recuerdos me robaran más la felicidad, la cargué entre mis brazos y me la llevé directamente a mi cama, disfrutando la forma en la que su risa resonaba a través de mi casa vacía, y llenaba cada centímetro de mi antes vacío corazón. Esa era mi vida ahora. Un antes y un después de ella.

Pero ya no había más ella.

Ya no había más yo.

Ahora solo existíamos como uno solo;
ella y yo.

Ella y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora