LetyMientras me movía expertamente en la cocina preparándonos algo para cenar, la inmensa sonrisa que él había dibujado en mi rostro parecía permanente.
Por la extraordinaria ventana que remplazaba la pared de fondo del pent-house, podía ver que una tormenta se había desatado mientras estábamos perdidos en nuestro mundo, pero ni siquiera el clima podía alcanzarme. Desde que llegué a su casa, me había encantado este apartamento. Era inmenso, con ventanas desde el techo hasta el piso que me regalaban una vista preciosa de la ciudad de Manhattan. Donde quiera que mirara, las luces de la ciudad me saludaban con emoción. Siendo un concepto abierto, desde la cocina podía ver la sala, el comedor, y el pasillo donde estaba el estudio y las escaleras que daban acceso al segundo piso.
Por todo el pent-house había lámparas estratégicamente situadas para darle ese toque cálido y hogareño al moderno apartamento. Nunca había estado en un lugar tan hermoso. Los pisos eran de una madera clara y muebles de un cuero lujoso pero cómodo llenaban el espacio. El inmenso sofá era mi lugar favorito, gracias a la hermosa chimenea eléctrica que me hacía sentir en casa cuando Fernando no estaba y me quedaba sola.
La cocina era fácilmente mi segundo lugar favorito. Era inmensa si la media por estándares neoyorkinos, con un estilo único; ollas y sartenes que hasta que yo llegué aquí nunca habían sido utilizados colgaban de la pared arriba de la estufa. Todos los utensilios que cualquier chef que se digne de serlo necesitaría, estaban al alcance de mis manos y aquí había encontrado paz en esos momentos cuando, en los primeros días después del ataque, mis pensamientos pesaban demasiado para soportarlos.
"Me encanta ver tu concentración al cocinar, pero no me creo capaz de volver a soltarte." Su voz penetró mis pensamientos a la misma vez que sus manos envolvieron mi cintura y sentí su firme y aún desnudo pecho contra mi espalda. Este hombre era inmenso, más alto que yo por mínimo un pie, su pecho lo suficientemente ancho y sus brazos lo suficientemente fuertes para protegerme del mundo entero. I'm home.
"Llegaste justo a tiempo." Me di la vuelta entre sus brazos para quedar frente a frente. "La comida está..." Sus labios descendieron nuevamente sobre los míos haciéndome olvidar lo que estaba diciéndole.
Podría besar a este hombre toda la vida, pero un extraño sonido que provenía de su interior nos hizo separarnos con sonrisas traviesas. Los dos nos sentamos en las sillas que estaban al pie de la isla, y el como si pudiera predecir mis necesidades, enredó mis piernas desnudas con las suyas, que estaban envueltas en un pants gris, para darme calor.
"Gracias." Le dije, dándole un trago a la copa de vino que él me había servido.
"Gracias a ti. Este steak está delicioso." Su sonrisa era sincera, pero su mirada estaba distraída y era fácil para mi imaginarme que estaba pensando.
"Anda. Pregúntame. Puedo ver la duda en tus ojos."
"No es de mi incumbencia. Tu pasado es tu pasado y ahí lo quiero dejar."
"Eso no evita que sientas un poco de curiosidad. Y eso no tiene nada de malo."
"Es que por más que le doy vueltas, no me cabe en la cabeza como ese imbécil se pudo resistir a tus encantos todo este tiempo. A mi casi me vuelves loco."
"Hay una razón muy obvia." Le dije con sinceridad. "Yo nunca fui el tipo de mujer que le gustaba a Miguel, y él no se casó conmigo ni por amor ni por deseo. A él siempre le gustaron las mujeres altas y rubias con cuerpos de modelo. Y esas abundan por las calles de New York. Para el yo era lo más lejos de deseable que se podía imaginar."
"No deja de sorprenderme el nivel de estupidez de ese hombre... aunque pensándolo bien..." Me dio un ligero beso que hizo que las mariposas en mi estomago tomaran vuelo otra vez. "Gracias a eso salí ganando yo." Lentamente se separó de mi para estudiarme y me perdí en sus ojos. Esos ojos que poco a poco se habían convertido en los más importantes para mí, me estaban mirando con una intensidad que me hizo sentir cosas en partes de mi cuerpo que hasta hoy habían estado dormidas. Dejándome guiar por mis instintos, enredé mi mano en su cabello para atraerlo hacia mí y perderme en sus adictivos labios.
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Ella y Yo
FanfictionControl. Dinero. Honor. Lealtad. En la vida no importa nada más. O de eso juraba estar convencido Fernando Mendiola cuando examinaba su vida. El era un hombre misterioso, temido por todos y comprendido por nadie. La lealtad era su compás moral y su...