FernandoLa voz que con cuatro simples palabras había revolcado todos y cada uno de mis sentimientos hasta que el coraje predominara, pertenecía a un hombre de unos veinticuatro años con un uniforme militar que se acercaba a nosotros a pasos lentos y pesados. "Y no me sorprendería en lo más mínimo que fuera el culpable de que hayamos llegado hasta aquí el día de hoy." Mi nana suspiró audiblemente antes de sentarse en búsqueda de estabilidad.
En medio de mi shock absoluto, fue el detective Burgos quien comenzó con las preguntas. "¿Y usted quién es? ¿Cómo conoce a la víctima?"
"Mi nombre es Tomas Mora, amigo familiar de Lety." Claro. Tomas. Lety no me había hablado de ningún esposo, pero sí de Tomas.
"¿Tomas? ¿Cuándo llegaste? Lety me dijo que estabas en Kabul." Le dije extendiendo mi mano para saludarlo como si lo conociera de toda la vida. Su mirada se enfocó en el tatuaje de águila, ancla y globo que tenía en mi antebrazo y que usualmente estaba cubierto por mis trajes de vestir.
"Semper Fi Señor Mendiola." Apretó mi mano.
"Ooh rah." Le regresé el saludo Marine con una sonrisa. "Fernando, por favor."
"Fernando." Se paró con las manos en la espalda y piernas abiertas. "Llegué hace unas horas. Tengo un debriefing de mi más reciente misión en el pentágono y me dieron cuarenta y ocho horas libres. Al tocar tierra me fui directo a la casa de Lety para sorprenderla; ella no sabía que vendría. Pero al llegar, me la encontré rodeada de policías y cinta amarilla. Una gran bienvenida. ¿Cómo esta Lety? ¿Qué le hizo ese desgraciado?"
"Disculpen, pero no he terminado con mis preguntas." Nos interrumpió el detective con desespero. "Las primeras horas son de suma importancia en cualquier investigación."
"Discúlpenos detective. ¿Qué necesita de nosotros?"
"Primero que aquí el soldado Mora me explique quien es Miguel y por qué está tan seguro de que es el culpable del asalto que ha sufrido la señorita Padilla?"
"Miguel Narváez es el esposo de mi amiga Lety, pero no por elección propia. Don Erasmo, su padre, los obligó a casarse cuando ella aún era menor de edad y él estaba a punto de morir pensando que solo un hombre podía quedar frente a su diminuto negocio de compra y venta de materiales de oficina. Miguel es un adicto a las carreras de caballo y al alcohol, vicios en los que perdió el poco dinero que Don Erasmo había dejado en sus manos para Lety junto con el dichoso negocio. Ahora Miguel se dedica a gastarse el sueldo de ella en sus vicios, y este último año las pérdidas se han transformado en castigos físicos para ella. Llevo toda nuestra vida adulta rogándole que se deshaga de ese bueno para nada, pero ella tiene metido en la cabeza que este era su castigo divino."
El detective tomaba notas meticulosas mientras mi mundo giraba fuera de control. En lugar de que las preguntas se multiplicaran en mi mente, muchas cosas de Lety comenzaban a tomar un sentido nuevo para mí. Sus miedos diarios. Su furia aquella noche en el gimnasio. Su estrés al regresar a New York... Esta era la guerra de la que no me quería hablar; la guerra que no quería que peleara con ella. Todo este tiempo yo había tenido miedo a vocalizar mis dudas acerca de su padre, y resulta que la realidad era aún peor. Él la había dejado en manos de un abusador. Mi sangre comenzó a hervir con ese pensamiento. ¿Como pudo ser capaz? Una niña tan inocente y dulce como Lety no merecía semejante condena.
"¿Las declaraciones de abuso vinieron de la propia señorita?" El detective Burgos levantó una ceja.
"Si." Tomas me miró intensamente, y sus ojos me decían que había más detrás de su simple respuesta.
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Ella y Yo
Fiksi PenggemarControl. Dinero. Honor. Lealtad. En la vida no importa nada más. O de eso juraba estar convencido Fernando Mendiola cuando examinaba su vida. El era un hombre misterioso, temido por todos y comprendido por nadie. La lealtad era su compás moral y su...