FernandoLos negocios siempre habían sido lo más importante para mí. Vivía para las largas negociaciones, y ganar las peleas sobre precios y costos era la parte más emocionante de mi vida... hasta hace unos ocho meses.
Desde que pude admitir que me había enamorado como un loco de Lety, mi vida no había vuelto a ser la misma. Los negocios habían pasado a un segundo plano, y días como hoy cuando Lety trabajaba desde casa porque yo tenía que estar metido en negociaciones todo el día se habían convertido en el dolor de mi existencia.
El invierno había venido y se había ido y por primera vez desde que vivo en New York, disfruté de una navidad en la ciudad más mágica del mundo. Lety hacía de todo más especial. Juntos salimos a patinar sobre hielo, recorrimos la ciudad en un carruaje jalado por caballos, vimos la obra del cascanueces y al ver su asombro ante semejante sencillez, la llevé a recorrer la ciudad en helicóptero la mañana de navidad. Ver la ciudad cubierta de blanco y aun así brillando en todo su esplendor, fue suficiente para que su miedo a volar quedara olvidado. Su mano nunca se escapó de la mía, pero esta vez en un gesto intimo al compartir un momento tan hermoso.
Ahora la primavera nos había dado la bienvenida con sus clásicos aguaceros... pero al lado de Lety ya no los notaba. Esta tarde cuando salí de Wall Street, la lluvia sobre mi parabrisas alteró un poco mis nervios, evidencia de que ya había pasado mucho tiempo lejos de ella. Cuando entré al pent-house, el delicioso aroma a pan recién horneado me dio la bienvenida y de inmediato me sentí en paz. Había llegado a mi lugar seguro. No porque fuera mi casa, pero porque ese olor me prometía que adentro estaba el amor de mi vida, seguramente entregada en la preparación de algún pastel en el que había invertido su tiempo libre.
Silenciosamente dejé mi saco, mi corbata, y mi maletín en la mesa de la entrada y enrollando las mangas de mi camisa permití que mi olfato me guiara hasta la cocina. Recostando mi hombro de la pared, crucé mis tobillos y metí mis manos en mis bolsillos para dedicarme por completo a mi pasatiempo favorito: observarla.
Lety estaba vestida con sus clásicos leggins pegados y hoy estaba usando una camiseta de tirantes anchos. Aunque estaba lloviendo, el calor había comenzado en la ciudad y la humedad hacía a cualquiera sentir que se estaba sofocando. Lety estaba tan concentrada en lo que estaba haciendo que desde donde yo estaba podía ver la tensión entre sus cejas. En sus manos tenía el tubo de crema que usaba para decorar y con ambas manos lo estaba manipulando con destreza. Sus delicados dedos apretaban con fuerza el tubo y la sensación de haber sentido ese tacto sobre mi cuerpo hizo despertar mi entre pierna. No sabía cómo, pero no había una sola cosa que Lety pudiera hacer que yo no encontrara sensual. Con su dedo índice limpió un poco de crema que había caído sobre el caunter y lo llevó directamente a sus labios saboreándolo con detenimiento, provocando que mi cuerpo reaccionara a ella sin ninguna objeción de mi parte.
Verla estirarse para agarrar un recipiente que estaba en lo más alto de la estantería fue más de lo que pude soportar. Me acerqué a ella abrazándola por la espalda y envolviendo un brazo alrededor de su cintura y con el otro alcancé su objetivo.
"Honey, I'm home." Susurré en su oído antes de besar su cabeza.
"Darling!" Exclamó emocionada, tomando el recipiente de mi mano y dejándolo a un lado para envolver sus brazos alrededor de mi cuello. "¿Llegaste hace mucho?"
"No se." Descanse mis manos sobre sus caderas. "Estaba perdido observándote, pero verte probar la crema fue más de lo que pude soportar."
"Fernando Mendiola. Eres un enfermo." Me dio un delicado golpe en el pecho, dejando sus manos ahí.
ESTÁS LEYENDO
Ella y Yo
FanfictionControl. Dinero. Honor. Lealtad. En la vida no importa nada más. O de eso juraba estar convencido Fernando Mendiola cuando examinaba su vida. El era un hombre misterioso, temido por todos y comprendido por nadie. La lealtad era su compás moral y su...