Fernando"Mendoza, ¡cúbreme!" Le grité a mi compañero de misión, escurriéndome por la aldea cuidadosamente. Nuestro trabajo era rescatar a esa gente y yo no me pensaba ir sabiendo que esa señora y su hijo morirían en esta guerra sin sentido.
"Mendiola, ¡regresa! La caravana nos espera." Ignoré sus suplicas, obligándolo a seguirme mientras me adentraba en la casa.
"A la derecha." Le comandé, tomando la izquierda para cubrirnos mutuamente. "Clear." No había nadie... pero yo había visto a una madre con un niño hace un momento... Un ruido extraño que provenía de abajo del sofá captó nuestra atención, pero era solo un gato negro que parecía no estar nada perturbado por la conmoción a su alrededor... excepto que ese maldito gato nos distrajo lo suficiente para que un niño nos tomara por sorpresa.
"El niño." Susurró Mendoza sorprendido. Frente a él, con una granada en sus manos listo para jalar el pasador de seguridad, estaba un niño de unos ocho años con los mismos ojos vacíos a los que me había estado enfrentando desde que estaba peleando esta guerra. Mendoza estaba congelado y nuestras vidas estaban en peligro. Cuando el niño levantó sus manos sobre su cabeza y comenzó a jalar el pasador, levanté mi arma y le disparé... pero era demasiado tarde.
"¡Maldita sea Mendoza el niño!"
"Fernando." Su voz penetró mi subconsciente a la misma vez que noté el cambio a mi alrededor. No hacía calor. "Darling, despierta." Su mano acarició mi mejilla mientras luchaba por controlar mi respiración antes de abrir los ojos. "Estamos en casa, en Manhattan. Estamos solos tú y yo." Su voz era el mejor de los tranquilizantes que había probado para mis trastornos. "No hay niños, no hay soldados... Solo estamos nosotros dos, en tu cama." Su peso sobre mi pecho me convenció de abrir los ojos para perderme en los de ella.
"I'm sorry sweetheart." Le dije, pasando una mano por mi sudorosa frente. "Estoy aquí, contigo." Le afirmé, besando su cabeza.
"Ahora sí. Hace un momento..."
"Perdóname mi amor. Quisiera prometerte que no vuelve a suceder, pero es algo fuera de mi control."
"¿No es la primera vez que tienes esa misma pesadilla verdad?" Su voz era tímida, pero no lo suficiente para esconder su preocupación por mí. Debía ser honesto con ella. Yo no pensaba dejarla ir de mi cama nunca más, así que merecía saber de qué consistirán sus noches si elegia pasarlas a mi lado.
"Ni la primera, ni la última. Desde que regresé de la guerra, esa pesadilla me ha acompañado todas las noches. Por un tiempo tomé pastillas, pero solo intensificaban las sensaciones. Luego se me ocurrió la brillante idea de evitar dormir y casi me vuelvo loco... Creo que hasta que no logre cambiar el final de la historia, me seguirá atormentando."
Lety me observaba descansando su mentón sobre el brazo que tenía tendido sobre mi pecho, su mirada analizándome con ternura. "¿Cuál es la historia? Siempre hablas de un niño..."
"Sweetheart, los horrores de la guerra no son algo que quiero que conozcas."
"Darling, a mí no me interesa la guerra. Me interesas tu. Evidentemente ese momento marcó tu vida, pero si no estas listo para compartirlo conmigo, te entiendo."
"Tengo miedo." Admitirlo no era fácil para mí, pero era la verdad. Tenía miedo de que ella, al conocer la más oscura de mis historias, la historia que me convirtió en un asesino con el que me ha costado vivir, ya no pueda verme con amor. Que por fin me pudiera ver como el monstro que realmente he sido desde entonces. "No es una historia con final feliz. Ya no me vas a ver igual."
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Ella y Yo
FanfictionControl. Dinero. Honor. Lealtad. En la vida no importa nada más. O de eso juraba estar convencido Fernando Mendiola cuando examinaba su vida. El era un hombre misterioso, temido por todos y comprendido por nadie. La lealtad era su compás moral y su...