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El ataque de asma la hizo volver a la realidad y salir de sus cabilaciones. No recordaba la última vez que había sido tan duro.
-¿Alguien vio a Sofi?- se escuchó la voz de Louis.
Los chicos solían desesperarse mucho al no saber dónde estaba así que la encontraron rápidamente. Niall intentaba tranquilizarla mientras los demás buscaban el inhalador.
En medio de todo ese lío, la puerta de entrada se abrió con brusquedad y Harry apareció con sangre en el labio y en los puños. Confundido, miró al rincón en el que ella estaba con Niall. Había lágrimas en el rostro de Sofía y estaba ahogándose. Se aproximó, tomándola en brazos.
-Mirame, latina.- pidió tomándole el rostro entre sus manos.- Respirá conmigo, mi amor.
Liam le dio el inhalador y ella se recuperó. Con pesadas lágrimas rodando por sus mejillas, quiso apartarse de Harry pero él se lo impidió.
-¿Estás así por esa estúpida llamada?- preguntó él. Ella bajó la mirada a la vez que intentaba separarse de él.- ¿Le creiste a esa tonta que me sacó el teléfono?
Ella lo miró fijo.
-Es la única explicación que le encuentro al modo en el que estás tratándome.
Harry vio dolor en los ojos de ella y se odió al saber que él era el causante de ese dolor.
La tensión en el ambiente era notable. Ella se apartó y corrió a su habitación.
-¿Qué hiciste, Harry?- dijo Louis negando a la vez que seguía los pasos de ella.
Sofía lloraba encerrada en su habitación con el inhalador en la mano cuando llamaron a la puerta, no quería abrir, no quería que la vieran así. De todos modos, los chicos se quedaron en la puerta hasta que ella abrió y los dejó entrar.
Se tiraron colchones en el piso y decidieron quedarse allí esa noche.
Una vez que los chicos se durmieron, ella salió de la habitación y caminó hasta el cuarto de Harry y él, automáticamente, se hizo el dormido. Como Sofía sospechaba, él no había siquiera limpiado la sangre en su labio y puños. Pasó unos paños húmedos sobre la sangre y se fijó que no estuviera lastimado, después de todo, jamás podría evitar preocuparse por él porque lo amaba. Estaba por salir de la habitación cuando unos dedos se enroscaron alrededor de su muñeca, deteniéndola. Volteó y se quedó prendida del dolor reflejado en esos hermosos ojos verdes pertenecientes a quien tanto daño le hacía en ocasiones.

Aun se puede caer mas bajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora