Capítulo xii. Pájaros en la cabeza

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Repite su ritual de todos los días en cuanto apaga el motor: baja del auto, abre la cajuela, saca sus audífonos del bolsillo lateral de su mochila, se los coloca y pone música desde su móvil a todo volumen; se cuelga la mochila en los hombros y cierra la cajuela. Pone la alarma al auto, atraviesa el jardín de su casa. Se detiene frente a la puerta, relaja los hombros y respira profundo tres veces con los ojos cerrados. Saca su llave, abre la puerta y entra a su casa.

Sin embargo, su ritual se ve interrumpido en ese punto, faltándole limpiarse los zapatos en el tapete de la entrada, atravesar rápidamente la sala y subir de dos en dos las escaleras hasta su habitación, donde por fin puede sacarse los audífonos y volver a ser ella.

Se obliga a sí misma a quitarse los audífonos aún parada sobre el tapete de entrada al toparse con una escena que, hasta ese momento, era muda para ella.

― Claro, lo que faltaba ― escucha a Emily bufar con fastidio, de esa forma a la que ya está más que acostumbrada, tanto que ya ni siquiera le afecta como lo hacía al principio.

La ve colocar sus brazos en jarra con agobio, mientras Taylor permanece parada al pie de las escaleras con su mochila colgada en los hombros. No puede evitar aguantar la respiración cuando se da cuenta de que en el sofá está sentada Camila, que la mira brevemente con pena.

― ¿Qué pasa? ― pregunta con duda, no tanto por entender qué ocurre, sino por no saber si tiene permitido preguntarlo siquiera.

― Nada que te importe ― escupe Emily con naturalidad frotando su frente.

― A ver, puedo volver yo sola, no es el fin del mundo ― dice Camila volviendo su atención a su novia y su cuñada, pero antes de que termine de hablar, Emily ya está negando.

― Es tarde ya, no te dejaré volver sola.

― Bueno, entonces yo me voy sola, tampoco pasa nada. Soy mucho más intimidante que Cabello, si ella puede, yo voy sobrada ― Taylor levanta el mentón con gracia, en un intento de relajar el ambiente. Sonríe al notar que al menos en Camila lo consigue, pues la mira con reproche, pero con una sonrisa en los labios. Sin embargo, su hermana no lo capta de ese modo y parece aún más alterada.

― Como mamá sepa que te fuiste sola, me mata.

― Bueno, pero es que tampoco te puedes partir en dos, Em ― ríe la menor.

Lauren consigue dar un paso más de su ritual al sacudir sus zapatos en el tapete viejo; camina para adentrarse mínimamente en la sala, sin saber muy bien si lo más conveniente es subir a su habitación y dejar atrás aquella escena que no termina de entender, o permanecer un poco más con la esperanza de ser útil.

Camila mira fugazmente a Lauren y nota su expresión interrogativa. Decide aprovechar el silencio para explicar lo que ocurre a la recién llegada.

― Emily ofreció llevarme a mi casa y olvidó que le había dicho a Taylor que la acompañaría a dejar su constancia de nuevo al centro.

― Camila ― recrimina Emily entre dientes, a lo que la castaña encoge los hombros sin acobardarse.

― Es lo que está ocurriendo, Em.

― No es de su incumbencia.

― Ella preguntó qué pasaba ― dice Taylor de brazos cruzados, un poco sorprendida de que su cuñada se haya atrevido a hablarle a Lauren frente a Emily, pero un poco contenta de sentirse apoyada en su labor de no hacer como que su hermana mayor es invisible.

― Igualmente no es...

― Yo puedo acompañar a Taylor ― ofrece Lauren con voz tenue, obviando que estuvieran hablando de ella como si no estuviera literalmente enfrente.

Adulterada [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora