|Diez|: Adriel

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Capítulo Diez: Adriel

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Capítulo Diez: Adriel

Noto mi cabeza más ligera de lo que comúnmente es, como si me encontrara flotando en algún tipo de masa densa, como mermelada. Mantengo mi vista al frente de la clase, observando como la profesora de ciencias sociales mueve sus labios al explicarnos el significado de cada diapositiva que se halla a un lado de ella, pero la verdad es que mi cerebro no se encuentra en lo que ella dice, mi cerebro solo piensa en que debo descubrir lo que hay detrás del envió del peluche, de los mensajes y de esa llamada que se ha mantenido grabada en mi cabeza. Además de que ahora sé que Amber y Kevin también han recibido algo.

Pasé la noche de ayer casi en vilo, sin dejar de plantearme diversas ideas de todo esto; puede que alguien nos esté jugando una broma, esa es una probabilidad bastante razonable, igualmente puede que solo estemos recibiendo estas cosas porque algún familiar de Hades las esté enviando, pero allí hay una gran pregunta ¿Por qué harían algo así? Sin embargo, lo que yo quiero creer es que es Hades, de que Hades es quien está haciendo todo esto por alguna razón o con cierto propósito y eso, eso es lo que debo descifrar.

«Debo buscar a Kevin, él puede darme información», pienso a la misma vez que aparto mi vista de la profesora.

De un momento a otra las luces se encienden y me encuentro con que toda la clase tiene su mirada en mí. Debo zarandear la cabeza para intentar hacer que mi cerebro conecte con la clase. Me remuevo en la silla, clavando mis ojos en los de la profesora Diana, ya ella me mira con desaprobación.

—Dígame —balbuceo torpemente.

Con la irritación haciendo parte de ella la profesora da un paso al frente.

—¿Está usted prestando atención a mi clase?

Mi instinto me dice que mienta al responder con un "si" el problema es que no le hago caso y prefiero responder con la verdad.

—No.

Mi respuesta le causa tanta sorpresa que sus pupilas se dilatan hasta parecer que sus ojos saldrán de sus cuencas.

—Disculpe —replica, iracunda.

Trago saliva.

—La verdad es que no estoy prestado atención a su clase.

La mujer de ojos negros se guarda un mechón de su cabello detrás de su oreja mientras cabecea en una negación.

—Es usted una grosera —me reprende —. Ahora mismo me acompaña a la coordinación.

Al ver que ella avanza a la puerta me doy cuenta de que he hecho la estupidez más grande del mundo. ¿Qué me costaba responder que si estaba prestando atención?

No tengo de otra que guardar mis cosas en la mochila, ponerme de pie y salir detrás de la mujer que casi va echando humo por la cabeza a causa de la rabia. En silencio le digo el paso a la profesora, regañándome mentalmente por ser tan estúpida.

Maravillosa Destrucción| Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora