|Adelanto|

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Un pequeño adelanto antes del capítulo. 💛


|Adelanto|

Me siento desconectada de mi realidad. Me siento como si un violento fuego me abrazara la garganta, un mar de luz oscureciera mi vista, un trueno gigante retumbara en mis oídos y como si estuviese siendo arrojada a un abismo como una piedra candente que arroja un volcán, me siento bajar, y bajar sin caer nunca. Y lo peor es que nada de esto está ocurriendo en mi exterior, todo ocurre dentro de mí.

—¿Quieres un café, Char? —La pregunta por parte de Margareth logra llegar a mi oído, pero ni siquiera pestañeo. La recorro con mi mirada sin dar crédito a que ella está caminando frente a mí como si no hubiese ocurrido nada. Detiene su caminar y mueve su mano para que responda a su pregunta. —¿Café o jugo? —insiste, está vez en un tono más alto para llamar mi atención.

Parpadeo, hinchando el pecho al contener el aliento y luego lo expulso.

—Agua. Quiero agua.

Y es que tengo la garganta tan seca que si no pruebo algo de agua probablemente caiga en una deshidratación severa.

Ella me responde con una sonrisa, entreabriendo apenas un extremo de su boca.

—Te gusta hidratarte, eh. —Se encamina al refrigerador y en medio de este camino coge un vaso de vidrio donde acto seguido vierte una buena cantidad de agua. Con el agua ya servida se acerca a mi dirección. —¿Cómo está tu madre? —inquiere tan pronto me ofrece el vaso.

Agarro el vaso y le doy un largo sorbo. Sentir el líquido frío bajar por mi garganta me da tal alivio que cuando aparto el vidrio de mis labios exhalo un gemido. Noto como Margareth me estudia con la mirada y eso provoca que también la mire.

—Me estaba muriendo de sed.

—Si, eso noté.

Toma asiento en la silla que se encuentra libre a mi lado y yo dejo el vaso encima de la mesa del comedor en el que nos encontramos sentadas.

—¿Crees que podamos hablar? —Me escucho necesitada.

Ella asiente sin vacilar ni un solo momento.

—Claro, Char, justo te iba a empezar a contar todo lo que he pasado...

—Cuéntame todo —la interrumpo, impaciente.

Observo cómo acomoda sus codos encima de la mesa antes de hablar claro y tendido sobre todo lo que ha pasado en el último mes o más, ya ni siquiera sé cuánto tiempo ha transcurrido.

—Sabes, que la última vez que hablamos fue para aceptar la propuesta de trabajo de Seth Bach, ¿lo recuerdas?—Me limito a asentir para que ella continúe hablando. —Pues, después de eso me conseguí con una vieja amiga, no la veía hace más de tres años y pasamos una tarde charlando sobre muchas cosas. Ella me propuso viajar a Carolina del Norte para pasar más tiempo juntas y como me he propuesto ser más abierta a nuevas aventuras, me fui con ella.

—¿Cómo que te fuiste con ella?

La alegría se derrama por su cara, algo bronceada y las mejillas bien ruborizadas.

—Si, me fui con ella y es la mejor decisión que he tomado en toda mi vida.

Quisiera tanto estar feliz por ella, sonreír de oreja a oreja y felicitarla por lo que me cuenta, pero no, todo lo que me dice no hace más que provocarme un feo sentimiento en la boca del estómago que se va acrecentando en cada segundo que pasa.

—Margareth,... tú estabas desaparecida.

Me mira, se ríe un poco, mas cuando se percata de la seriedad de mi semblante la sonrisa de sus labios cambia a una mueca cargada de confusión.

—¿Desaparecida? —Hunde su entrecejo —. No estuve desaparecida, Charlotte.

Lo que dice me deja trastocada, marcando puntos suspensivos en el aire y con un sabor agridulce en la boca. Sin embargo, lo que causa en mi cabeza es un torbellino de pensamientos abstractos que nubla cualquier pequeña porción de cordura que queda en mí.

—Estuviste desaparecida, Margareth —repito, queriendo que me confirme eso, queriendo que no me haga pasar por loca.

Quita sus codos de la mesa y con cuidado arregla sus manos a sus costados.

—Mi madre exageró la situación, en el viaje perdí mi teléfono y no pude avisarle...

—Dime que estuviste desaparecida, Margareth. —Trago grueso. —Tú me llamaste, me dijiste que estabas en problemas. —Ya no hablo en un tono calmado, ahora alzo mi voz, desesperada —¡Claro que estabas desaparecida!

Al percatarse de lo alterada que estoy ella opta por levantarse.

—Charlotte, no he tenido una buena relación con mamá, por eso no creí que fuese importante hablarle del viaje que haría... no sabía que ella vendría a poner una denuncia.

Me paso las manos por el pelo, tratando de buscar una respuesta a la llamada que recibí y todas las teorías que se formulaban en mi cabeza noche tras noche. No la hallo, no consigo encontrar una respuesta a nada. De un solo movimiento alargo mis piernas, me pongo de pie y empiezo a caminar hacia ella, ella por su parte busca retroceder, pero antes de que lo haga la agarro del antebrazo, obligándola a verme directo a los ojos.

—¿Me llamaste, Margareth?

Me mira un momento toda desconcertada, y, luego, fija sus ojos en los míos, como si quisiera que la perdonara por una falta muy grave.

—No te llamé, Charlotte, en todo el viaje no llamé a nadie.

Veo verdad en sus ojos, veo que en lo más profundo de su ser quisiera darme otra respuesta, pero esa es su verdad. Margareth está siendo cien por ciento sincera conmigo.

La suelto, mientras niego con la cabeza. No pasa mucho cuando los ojos se me arrasan de lágrimas y me cubro el rostro con las manos para no dejarme vencer; mi precaución es inútil: el llanto se adueña de mí una vez más. Desconcertada, pérdida y envuelta en una nube negra me siento en la silla que antes ocupaba y es en este lugar donde accedo al llanto. Lloro por la frustración, lloro por no poder comprender nada de lo que pasa en mi vida, lloro por no tener control de esta ni ninguna situación.

—Ya no quiero...no quiero continuar.

Nunca pensé que podría llegar a decir esto, más importante aún, jamás imaginé que un día perdería las ganas de continuar. Hades pudo haberse sentido así, o peor y nadie lo notó, nadie pudo ayudarlo a cargar el peso de sus hombros. Y ahora, lo veo con mucha más claridad. 

Maravillosa Destrucción| Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora