💋Capítulo 13. No lo muerdas

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Dorian desataba un magnetismo único que atraía todas las miradas y conquistaba la admiración completa de quienes lo escuchaban

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Dorian desataba un magnetismo único que atraía todas las miradas y conquistaba la admiración completa de quienes lo escuchaban. Podía no alinearse con tu estilo musical preferido ni poseer tu tono vocal favorito, pero era innegable que su presencia en el escenario resultaba abrumadora. Las personas volteaban a verlo por mera curiosidad y acababan asombradas, hipnotizadas. ¿Cómo lo lograba? Esa era la pregunta que rondaba la mente de Viktor.

En ese instante, Dorian y su banda entonaban su propia versión de I Was Made for Lovin' You de Kiss. El público se unía al coro, mientras él se desplazaba de un extremo a otro del escenario con una sonrisa radiante, y sus ojos resplandecían en tonos dorados bajo las luces que los iluminaban desde arriba.

Viktor, desde el bar, admiraba a Dorian con entusiasmo, incapaz de apartar la mirada de aquel humano que tenía la fortuna de poder llamar su presa. A pesar de la distancia que los separaba, percibía la adrenalina de Dorian, notaba el rápido latido en su cuello y compartía su misma euforia. La saliva se acumulaba en su boca mientras el deseo de morderlo y saborear su sangre lo invadía una vez más, como siempre que Dorian brillaba en el escenario de Plague como una estrella en ascenso.

Con esfuerzo, se obligó a apartar la mirada y centrarse en cualquier otra cosa. Aprovechando que toda la atención estaba concentrada en la banda, sacó un pequeño frasco con sangre y lo consumió con premura para saciar su hambre. Lamió sus labios, sin dejar ni una sola gota, recordando que esa había sido su única comida en todo el día.

—¡Gracias, Plague! —exclamó Dorian ante el público, desatando un coro de aplausos que resonaron por todo el club nocturno. En primera fila, los seguidores de la banda ovacionaban el nombre: «¡Nameless! ¡Nameless!» A Viktor, el nombre aún le parecía terrible.

Abandonó su asiento en la barra y se dirigió hacia la bodega a la que la banda solía retirarse tras los conciertos. Tras unos cuantos golpes, Elay abrió la puerta, recibiendo a Viktor con una sonrisa que desapareció al bajar la mirada y fruncir el ceño en una mueca de disgusto.

—Tienes sangre en el cuello de la camisa. —Señaló con un dedo.

Una gota de sangre fresca manchaba su ropa, de seguro derramada al beber de aquel vial. Maldijo entre dientes, siempre terminaba arruinando sus prendas.

—¿Se nota mucho? —preguntó.

Elay sacudió la cabeza con discreción.

—Para alguien como Roderick, no; pero para alguien como Dorian o yo, sí.

—Mierda. —Frotó la mancha, pero sabía por experiencia lo difícil que era limpiar la sangre de las telas.

—Déjalo ya. Es comprensible que un vampiro tenga manchas de sangre, es como un humano con una mancha de comida. —Agarró de su antebrazo y lo jaló al interior de la bodega—. A Dorian no le importará, no te preocupes por eso.

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