💋Capítulo 27. No le digas nunca

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Viktor se había marchado, su apartamento estaba destrozado y perdió todas y cada una de sus pertenencias

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Viktor se había marchado, su apartamento estaba destrozado y perdió todas y cada una de sus pertenencias. Dorian se encontraba despojado de todo, pero la pérdida que más le pesaba era la de su vínculo con el vampiro. No dejó una nota, no dijo adiós; solo se disculpó y se esfumó en la oscuridad.

Aquella noche se desplegó como una escena consumida por ansiedad. Dorian dormía cuando el sonido de algo golpeando el suelo lo arrancó de su sueño. Se encontró con Viktor, en un estado de pánico y con la sangre impregnada en sus manos, ropa y rostro. Parecía desquiciado, entre lágrimas y murmullos de disculpas a Dorian como si le hubiera hecho el peor daño. Le rogó que lo esperara y corrió al baño en busca de una toalla y agua para limpiar la sangre, pero cuando regresó, Viktor ya se había marchado.

Eso fue hace tres días.

Como cada viernes por la noche, se presentaron en Plague y Dorian mantuvo la esperanza de que Viktor apareciera entre el público, irrumpiendo con un gesto triunfal y revelando conocer el origen de los Nosferatus o demostrando que tenía razón en su locura de que Morgan era en realidad un vampiro. Sin embargo, nada de eso sucedió; no había señales del vampiro, ni rastro alguno que indicara dónde estaba o por qué se había ido.

Cantó con menos entusiasmo de lo habitual, agradeció al público y bajó del escenario con prisa para ir a la bodega y revisar su teléfono una vez más. No tenía mensajes nuevos y ninguna de sus llamadas había sido respondida.

—Mierda —masculló, y oyó la puerta abrirse a sus espaldas. No pudo evitar soltar un suspiro mientras se daba la vuelta—. Ya sé, Elay, no hemos podido ensayar estos días, pero no puedo...

Se quedó callado al encontrarse con otro vampiro. Uno que no era de su agrado.

—¿Sigues preocupándote por ese idiota de Zalatoris? —cuestionó Lugosi, con su desagradable mueca que dejaba al descubierto uno de sus colmillos.

Después de la partida de Viktor, a la mañana siguiente, Lugosi se presentó en casa de Dorian para informarle que lo habían designado como su nuevo protector, explicando que «Zalatoris había renunciado». Sin dar más detalles, insistió en que desconocía las razones detrás de esa repentina decisión. Desde entonces, llevaban tres días cohabitando, con Lugosi siendo grosero, burlón y quejoso.

—¿Tienes alguna idea de dónde está? —preguntó Dorian. No era la primera vez que lo hacía, pero todavía tenía la tonta esperanza de que en algún momento la respuesta cambiaría.

Lugosi chasqueó la lengua.

—Por supuesto que no —contestó—. No podría alegrarme más de que Zalatoris haya desaparecido.

Dorian apretó la mandíbula. Lidiar con este vampiro era una verdadera tortura. Si alguna vez pensó que Viktor era desagradable, ahora se retractaba; en comparación con Lugosi, Viktor parecía un santo.

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