—¿Qué tipo de castigo crees merecer, Tara, por mentir, engañar, fallar en todos y cada uno de los aspectos y, sobre todo, por haber abusado de mi cordialidad?
Carmilla observó a Tara, quien estaba atada a una silla, su palidez era testimonio de la falta de sangre, con los ojos hundidos en las sombrías cavidades que se habían convertido en sus ojeras. Los colmillos de Tara, incontrolables, sobresalían, clamando sangre con desesperación.
El interrogatorio estaba a cargo de su líder, al que estaban obligados a referirse como «El Salvador», aunque, para Carmilla, representaba todo lo contrario. Era un hombre cruel y enigmático, que se había disfrazado con una máscara de médico durante los tiempos de la plaga, un verdadero genio caído en la locura.
—Por favor, no... —suplicaba Tara, atragantándose con su propia saliva.
Carmilla fue forzada a asistir a este juicio que se llevaba a cabo en la guarida del Salvador, un lugar que fungía tanto de laboratorio como de prisión. Se encontraban en una vasta explanada de suelos pétreos, manchados con la sangre seca de juicios anteriores, circundada por jaulas de hierro que encerraban las abominaciones creadas por su líder. Eran criaturas monstruosas, deformes fusiones de humanos y seres repugnantes. Este sitio había sido elegido para las ejecuciones por una razón muy específica.
Tara había cometido un error inexcusable. Su trabajo era vigilar a Dorian, y se le había concedido cierta autonomía a cambio de su cooperación. Sin embargo, la Anomalía, en un intento de desafiar los límites impuestos, se había mezclado con los humanos durante años, pretendiendo recabar información sobre su presa antes de lanzar su ataque. Al descubrirse su engaño, el Salvador decretó que la mentira se saldaba con sangre. Y él era el único con el poder de hacer sangrar a seres semi-inmortales.
El Salvador, con su característica respiración dificultosa a través de la máscara, rondaba a Tara con las manos entrelazadas tras su espalda, ocultas por gruesos guantes. Nadie había logrado ver ni un ápice de su piel jamás.
—Es asombroso cómo mi vampira, Carmilla, logró en minutos lo que tú no has podido en años —dijo, deteniéndose frente a ella. Tara soltó un grito cuando la silla le dio otra descarga eléctrica—. ¿Podrías explicarme cómo es eso posible?
Tara, jadeante y con el corazón desbocado, se apresuró a negar con la cabeza.
—No... no estaba segura... de que Dorian Welsh fuera... una... —Tragó saliva con dificultad—. Una Anomalía... yo...
El Salvador interrumpió sus palabras con una nueva descarga eléctrica, y los gritos de Tara retumbaron en la explanada, alterando a las criaturas encerradas en las jaulas. Carmilla, intentando mantener su compostura, evitó mirar a los perturbados experimentos mientras presenciaba el castigo impuesto a Tara.—Has tenido tiempo de sobra en prisión para idear una excusa creíble —declaró con severidad—. Y no olvides que fui yo quien te ayudó a escapar de ese lugar. Eso incrementa tu deuda conmigo.
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Vampire Kiss
Vampir¿Cómo puede un vampiro enamorar a un humano que no cree en el amor en tan solo veinticinco días? Los vampiros son monstruos condenados, y la única manera de conservar su humanidad y no convertirse en bestias sanguinarias es a través del amor. Viktor...