💋Capítulo 4. No lo olvides

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—No, no fue un perro —reiteró Dorian por milésima vez

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—No, no fue un perro —reiteró Dorian por milésima vez.

El policía lo observó con una ceja levantada, mostrando la misma incertidumbre que Dorian respecto a sus recuerdos.

—¿Un oso?

—¡No sé qué animal era! —espetó, alzando los brazos por encima de su cabeza—. ¡Ni siquiera sé si era un animal!

Hace unos treinta minutos, Dorian vivió la experiencia más bizarra de su vida. En realidad, no la recordaba con claridad, sino como un borrón, una serie de imágenes incomprensibles y una secuencia de escenas dispersas y confusas.

Rememoraba con nitidez salir de Plague y haber llamado a Emma, pero después de eso, todo se volvía difuso. Hubo un llanto, un rugido, la presencia de aquella criatura monstruosa que olía a óxido, mucha sangre, y luego un dolor indescriptible que hacía que su cuerpo entero se estremeciera.

Por instinto tocó la parte trasera de su cabeza. Estaba seguro de haberse golpeado con fuerza, pero por alguna razón estaba ileso y de pie.

—¿No recuerdas nada más de la criatura? —continuó interrogando el policía—. ¿O en general de lo que ocurrió?

Dorian apartó la mirada del oficial. Recordaba algo, pero le resultaba aún más extraño que un monstruo atacándolo. Antes de desmayarse, vio el rostro de Viktor a pocos centímetros del suyo, observándolo con alivio y esbozando una sonrisa astuta que dejaba entrever unos afilados colmillos, para luego decir:

«El vampiro que salvó tu vida».

No tenía idea de qué sucedió después, ya que a los pocos segundos de escucharlo, volvió a perder el conocimiento y la siguiente vez que despertó fue al escuchar los gritos asustados de una mujer llamando a emergencias.

Volvió a encontrarse con los ojos del policía y sacudió la cabeza.

—No, no recuerdo nada más —mintió, consciente de que si mencionaba lo sucedido con Viktor, lo tomarían por loco o lo acusarían de estar ebrio, a pesar de haber pasado la prueba del alcoholímetro.

Su jefe, Patrick, salió de Plague al escuchar el ruido de las sirenas y el alboroto fuera de su club. Había más gente de la cuenta en la escena, lo cual era incómodo, pero lo más embarazoso fue que su jefe estuvo presente durante todo el interrogatorio policial.

—Entonces dijiste que parecía un perro...

—Acabo de decirle que no —acotó.

El oficial suspiró con exasperación.

—¿Un lobo?

—¡Ni siquiera tenía pelaje!

Frunció el ceño.

—Entonces... ¿Era una especie de reptil?

—Ya le dije que no sé qué...

—Dorian —intervino Patrick, aferrándose al puente de su nariz—, no es que no confíe en ti, pero ¿cómo es posible que hayas sido atacado por una criatura exótica en el centro de la ciudad?

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