«La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal».
Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray.Viktor Zalatoris acababa de devorar a un humano.
Por supuesto, esto era en sentido figurativo. Una manera brusca de decir que se alimentó de su amor y apreciada, pero insana devoción.
A los ojos de un vampiro como Viktor, los humanos eran criaturas demasiado necesitadas de afecto y atención. Un par de falsas palabras bonitas por aquí, unos detalles cursis e insignificantes por allá, uno que otro momento de sensual intimidad, y el humano caía rendido a los pies de un monstruo chupasangre cuya única intención era aprovecharse de su vulnerabilidad.
Para él, las confesiones de amor no significaban nada o cerca de nada. Eran como las tres comidas del día, alimentos que lo mantenían lo más alejado posible de convertirse en un Nosferatu.
Y ahora, tras una prolongada estancia en un país lejano, por fin volvió a poner pie en Core, también conocida como el núcleo de la Sociedad Ulterior europea.
Core era una ciudad olvidada en el mapa, un refugio para las criaturas sobrenaturales. Una amplia variedad de monstruos venían a pasar temporadas de relajación en el lugar: brujas, licántropos, Errabundos y más. Quizás, con un poco de suerte, podría encontrarse con una súcubo y disfrutar de una noche placentera.
Viktor emergió a través de un chorro de sangre que serpenteaba a lo largo de un muro de ladrillos dentro de un callejón. El Torrente Sanguíneo, siendo el método de transporte más económico y eficiente entre vampiros, estaba siempre abarrotado, lo que aumentaba considerablemente las asquerosas posibilidades de acabar manchado con los fluidos vitales de otros. Este peculiar modo de viaje implicaba la transformación del cuerpo del vampiro en el espeso líquido carmesí para desplazarse con rapidez hasta reconstruirse en la ubicación deseada.
Poco a poco, su cuerpo cobró forma: los pies, las largas piernas, un torso esbelto, un rostro afilado e inconfundible cabello rubio platinado peinado hacia atrás. Él era Viktor Zalatoris, un vampiro joven para los estándares de su especie, de aspecto atractivo y sin ningún problema para seducir humanos.
—Mierda. —Chasqueó la lengua al observar las gotas de sangre salpicadas en su camisa blanca recién adquirida. Limpió un poco con su dedo índice y luego lo llevó a sus labios, lamiéndolo con disgusto al percibir un sabor ácido—. Definitivamente ajena. —Escupió al suelo, volvió a peinar su cabello hacia atrás y exhaló aire condensado por el frío del invierno en Core.
Mientras salía del callejón, arremangó las mangas de su camisa blanca, tratando de ocultar las manchas de sangre lo mejor que pudo. Los humanos no reaccionaban bien a la visión de sus fluidos corporales; se alarmaban pensando que estaba herido o en peligro, y no tardaban en llamar a emergencias. Aún recordaba aquel desastroso viaje por el Torrente Sanguíneo que lo dejó pareciendo una versión masculina de Carrie. Los mortales que presenciaron la escena estuvieron al borde del desmayo por el pánico.
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Vampire Kiss
Vampiros¿Cómo puede un vampiro enamorar a un humano que no cree en el amor en tan solo veinticinco días? Los vampiros son monstruos condenados, y la única manera de conservar su humanidad y no convertirse en bestias sanguinarias es a través del amor. Viktor...